Una reflexión ética a propósito del caso de Ashya King

Manuel Zuní­n y Justo Aznar, Observatorio de Bioética Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

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Los padres habían manifestado, desde que fue diagnosticado de meduloblastoma (un tipo de cáncer cerebral grave), su voluntad de no someter a su hijo al tratamiento de radioterapia intensivo propuesto por el Hospital, por considerarlo muy agresivo, estimando además que los efectos colaterales más graves, se podrían evitar con una terapia de protones. Ante la negativa del Hospital a que el niño recibiera otra terapia diferente a la que éste podía ofrecer, decidieron abandonar el país sin pedir autorización médica para evitar más dilaciones, aprovechando una salida temporal autorizada del niño, que se recuperaba satisfactoriamente de una operación.

Así, se dirigieron a España el pasado 28 de agosto, con la intención de vender una casa de su propiedad en Málaga, para afrontar los gastos, muy costosos, del tratamiento elegido y poder desplazarse inmediatamente a Praga para someter al niño al referido tratamiento.

Como consecuencia de la orden europea de arresto impuesta a los padres, a raíz de la denuncia de las autoridades sanitarias inglesas, estos fueron detenidos por la policía española en Málaga, manteniéndolos aislados durante varios días. En ese intervalo de tiempo el niño permaneció en el hospital. Además las autoridades inglesas retiraron la patria potestad al matrimonio.

Tras intensas gestiones realizadas por los padres del niño, Brett y Naghemeh King, y el abogado español que llevó el caso, las autoridades inglesas suspendieron las medidas contra estos.

El 9 de septiembre, 11 días después de salir de Inglaterra, llegaba Ashya con sus padres al Proton Teraphy Centre de Praga. El martes 16, la prensa difundió una declaración del director del Centro, informando del estado de salud del niño, afirmando: “Más y más sonrisas y ahora se mueve, mejora lentamente, debido a que ha pasado más tiempo desde la operación” (Prensa checa “CT24”, 15/9/2014).

 Más allá de estos hechos, nos parece importante, para realizar una evaluación ética del caso, determinar si la terapia con protones puede ser tan eficaz como la radioterapia convencional y si realmente el caso de Ashya era de vida o muerte, como denunció el Hospital. 

En cuanto al peligro de vida del niño, salvo que existiera alguna circunstancia que no se haya hecho pública y a la vista de que a los padres se le permitía salir del hospital con el niño, el peligro de muerte inminente, alegado por el Hospital inglés, parece exagerado.

Por todo esto, y con los datos sobre la salud del niño que se publicaron al ser internado en Praga,  nos parece éticamente inaceptable que el Hospital inglés no facilitara a los padres utilizar la terapia que ellos preferían y podían costear, de la que no dispone el Reino Unido e hiciera la denuncia en términos tan exagerados.

En cuanto a la terapia con protones nos parece más específica que la radioterapia convencional. Por sus propias características, el haz de protones puede alcanzar selectivamente la zona tumoral, sin apenas dañar los tejidos próximos, lo cual en un tratamiento de este tipo parece decisivo. En ese mismo sentido se manifestaban los especialistas de la clínica checa al afirmar, “La terapia de protones es un tratamiento que permite dar las dosis más altas posible, sin afectar el tejido circundante. Aspecto muy importante si se considera que en la vecindad del tumor se encuentran centros que regulan el corazón, pulmón, hígado y los intestinos. El tratamiento de protones reduce el riesgo de dañar estos centros cerebrales y los efectos negativos no buscados.”  (Prensa checa “CT24”, 15/9/2014).

Nuestra opinión ética sobre este caso concreto nos parece suficientemente explicitada en el texto anterior. Sin embargo, puede ser útil una reflexión adicional sobre cómo debe armonizarse la autonomía del paciente y el saber médico para determinar qué tipo de terapia hay que aplicar en cada caso.

Es indudable, que en ocasiones específicas, como ésta, puede existir una antinomia entre el parecer del paciente o de sus representantes, en cuanto al tipo de terapia que desean le sea aplicada y lo que los médicos opinan.

Indudablemente la autonomía del paciente, desde un punto de vista ético, debe ser siempre respetada, pero es una realidad que el paciente no siempre puede saber cuál es el tipo de terapia idónea para él. En este sentido, creemos que lo más importante, y consecuentemente decisivo, es que el personal médico tenga la suficiente habilidad y conocimientos para hacer ver al paciente las ventajas del tratamiento que requiere, para así podérselo aplicar. Pero si este acuerdo común no llega a establecerse, somos de la opinión que la autonomía del paciente debe respetarse.

Nos parece de interés resaltar que la prensa ha informado oficialmente que la sanidad inglesa ha resuelto asumir los gastos de los cinco años de tratamiento del niño Ashya King en Praga, lo que creemos es un cambio de actitud muy positivo.

Por lo arriba expuesto, en el caso de Ashya nos parece que la decisión de los padres fue correcta en cuanto a tomar la actitud que creían más adecuada para el bien de su hijo y en este sentido estimamos que el hospital londinense debía haberles facilitado las cosas para que dicha decisión pudiera haberse llevado a cabo sin ningún problema añadido.

Observatorio de Bioética UCV

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Justo Aznar

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