El papa Francisco ha recibido este sábado 25 en audiencia al Movimiento Schoenstatt, con motivo de los 100 años de su fundación.
Durante la hora y media larga que Francisco ha compartido con los fieles de Schoenstatt, en el aula Pablo VI ha tratado cinco temas muy queridos por el Movimiento: la familia y el sacramento del matrimonio, María como modelo de educadora, los jóvenes y la misión, los problemas de la sociedad de hoy, y la Iglesia.
A continuación el texto.
1. La familia y el sacramento del matrimonio
1ª Repuesta del Papa:
«Dentro del problema que ustedes tocan para hacer las preguntas, hay una cosa muy triste, muy dolorosa. Pienso que la familia cristiana, la familia, el matrimonio, nunca fue tan atacado como ahora. Atacado directamente o atacado de hecho. Puede ser que me equivoque. Los historiadores de la Iglesia sabrán decirnos, pero que la familia está golpeada, que a la familia se la golpea, y a la familia se la bastardea como bueno, si es una manera más de asociación, pero se puede llamar familia a todo, no.
Además, cuánta familia herida, cuánto matrimonio deshecho, cuánto relativismo en la concepción del sacramento del matrimonio. En su momento ya sea desde el punto de vista sociológico, que ve, desde el punto de vista de los valores humanos, como desde el punto de vista del sacramento católico, del sacramento cristiano, de una crisis de la familia. Crisis porque le pegan de todos lados y queda muy herida.
Entonces claro, no queda otra que hacer algo. Entonces tu pregunta, ¿qué podemos hacer?: Sí podemos hacer buenos discursos, declaraciones de principios, a veces hay que hacerlo, ¿no cierto?. Las ideas claras. Miren esto que ustedes están proponiendo no es matrimonio. Es una asociación. Pero no es matrimonio. O sea a veces hay que decir cosas muy claras. Y eso hay que decirlo. Pero la pastoral de ayuda solamente en este caso tiene que ser cuerpo a cuerpo. O sea acompañar. Y esto significa perder el tiempo. El gran maestro de perder el tiempo es Jesús, ¿no? Ha perdido el tiempo acompañando, para hacer madurar las conciencias, para curar heridas, para enseñar.
Acompañar ese hacer camino juntos.
Evidentemente que se ha devaluado el sacramento del matrimonio y del sacramento inconscientemente se fue pasando al rito. La reducción del sacramento al rito. Entonces se da que el sacramento bueno es un hecho social, sí con, religioso, no cierto, bautizados, pero lo fuerte es lo social. Cuántas veces yo he encontrado aquí, en la vida pastoral, ¿no? Gente que no, no, y ¿por qué no te casás? Están conviviendo ¿por qué no te casás? No, es que… hacer la fiesta, esto, no tenemos dinero. Entonces lo social cubre lo principal que es la unión con Dios no.
En Buenos Aires me acuerdo que unos curas me dieron la idea de hacer el matrimonio a cualquier hora. Porque normalmente se hace un jueves, un viernes, el matrimonio civil, y el sábado el matrimonio sacramental. Y claro no podían hacer frente a los dos actos porque siempre hay algún festejo en el primero. Entonces estos curas muy pastores para ayudar a esto: “a la hora que quieran”. Terminaba la ceremonia civil, pasaban por la parroquia, matrimonio eclesiástico, o sea es un ejemplo de facilitar, facilitar la preparación. No se puede preparar novios al matrimonio con dos encuentros, con dos conferencias. Eso es un pecado de omisión de nosotros, los pastores y los laicos que realmente están interesados en salvar a la familia.
La preparación al matrimonio tiene que venir de muy lejos. Acompañar novios. Acompañar, pero siempre cuerpo a cuerpo y preparar. Saber qué es lo que van a hacer. Muchos no saben lo que hacen y se casan sin saber qué significa. Las condiciones. Qué prometen. Sí, sí, todo está bien pero no han tomado conciencia de que es para siempre. Y esto, ponéle encima esta cultura de lo provisorio que estamos viviendo, no sólo en la familia, sino también ente los curas. ¿No?
Me decía un obispo que se le presentó un muchacho excelente, y que quería ser cura pero no más por diez años y después volver… Es la cultura del provisorio. Es a tiempo. El “para siempre” es como que se olvida. Hay que recuperar muchas cosas en la familia herida de hoy día. Muchas cosas. Pero no escandalizarse de nada de lo que sucede en la familia. Los dramas familiares, destrucciones de familias, los chicos. ¿No?
En el Sínodo un obispo se hizo esta pregunta: ¿somos conscientes nosotros los pastores de lo que sufre un chico cuando los papás se separan? Son las primeras víctimas. Entonces cómo acompañar a los chicos. Cómo ayudar a los padres que se separan a que no usen de rehenes a los chicos.
Cuántas psicologías pseudopatológicas de gente que destruye con la lengua a los demás vienen de haber sido educados del papá hablando mal de la mamá y de la mamá hablando mal del papá. Son cosas que hay que acercarse a cada familia, acompañar, o sea que tengan conciencia de lo que hacen y hay situaciones variadas hoy día. ¿No?
No se casan, se quedan en su casa. Tienen su novio o su novia pero no se casan. Una mamá me decía ¿Padre qué puedo hacer para que mi hijo que tiene 32 años se case? Bueno primero que tenga novia, señora. Sí, sí, tiene novia pero no se casa. Y bueno señora si tiene novia y no se casa, no le planche más las camisas, a ver si así se anima. ¿No?
Es decir, cuántos hay que no se casan. Conviven totalmente o como yo he visto en mi misma familia, convivencias partime. De lunes a jueves con mi novia y de viernes a domingo con mi familia. O sea, son nuevas formas totalmente destructivas, limitadoras de la grandeza del amor del matrimonio. ¿No?
Bueno y como eso vemos tanto, convivencias, separaciones, divorcios, por eso la clave que puede ayudar es “cuerpo a cuerpo” acompañando, no haciendo proselitismo, porque eso no resulta. Acompañarlos. Paciencia, paciencia. Y una palabra hoy, una actitud mañana, no sé. Les sugiero eso».
2. María como modelo de educadora
2ª Respuesta del Papa:
«Bueno, la verdad que María es la que sabe transformar una cueva de animales en casa de Jesús con unos pocos trapos y una montaña de ternura. Y es capaz también de hacer saltar un chico en el seno de su madre como escuchamos en el Evangelio. Ella es capaz de darnos la alegría de Jesús. María es fundamentalmente Madre. Bueno sí, Madre es poca cosa, no, María es Reina, es Señora. No. Pará: María es Madre. ¿Por qué? Porque te trajo a Jesús.
Voy a contar una anécdota muy dolorosa para mí. Habrá sido por los años 80. En Bélgica, había ido por una reunión y, católicos buenos. Trabajadores. Y me invitó a cenar un matrimonio. Varios hijos. Católicos. Pero que, eran profesores de teología, y estudiaban mucho, ¿no? Y de tanto estudiar, no sé, tenían un poquito de fiebre en la cabeza. Y entonces, en un momento de la conversación hablaban de Jesús. Muy bien. Verdaderamente una teología, una cristología muy bien hecha. Y al terminar me dicen y bueno nosotros ya conociendo a Jesús así no necesitamos a María. Por eso no tenemos devoción mariana. Yo me quedé helado. Es decir, me quedé triste, mal. Es decir, cómo el demonio bajo una forma de “mejor”, quita lo mejor, ¿no? Pablo dice que nos tienda bajo ángel de luz, ¿no? Y es una Madre, una María sin maternidad. María es Madre. Primero. No se puede concebir ningún otro título de María que no sea “la Madre”.
Ella es Madre porque engendra a Jesús y nos ayuda con la fuerza del Espíritu Santo a que Jesús nazca y crezca en nosotros. Es la que continuamente nos está dando vida. Es Madre de la Iglesia. Es maternidad.
No tenemos derecho, y si lo hacemos estamos equivocados, a tener psicología de huérfanos. O sea, el cristiano no tiene derecho “a ser huérfano”. Tiene Madre. Tenemos Madre.
Un anciano predicador con mucha “chispa”, hablando co
n estos de psicología de huérfanos terminó su sermón diciendo: “¡Bueno y el que no quiera a María como Madre la va a tener como suegra!”.
Madre. Es Madre no sólo que nos da la vida sino que nos educa en la fe. Es distinto buscar crecer en la fe sin la ayuda de María. Es otra cosa. Es como crecer en la fe sí, pero en la Iglesia orfanato. Una Iglesia sin María es un orfanato. ¡Eh! Entonces Ella educa nos hace crecer, nos acompaña, toca las conciencias. Cómo sabe tocar las conciencias, para el arrepentimiento.
A mí me gusta, todavía ahora lo hago, cuando tengo un rato de tiempo, leer las historias que San Alfonso María de Ligorio, son cosas de otro tiempo, el modo de redactar, pero son verdad. Cuenta después de cada capítulo, una historia edificante de cómo María…
En el sur de Italia, no sé si en Calabria o en Sicilia, está la devoción a la Virgen de los mandarinos. En una zona donde hay mucha mandarina ¿no? Y son devotos de la Virgen de los mandarinos los granujas, ¿no? , los ladrones, estos son devotos. Y cuentan que la Virgen de los mandarinos los quiere, y le rezan porque cuando lleguen al cielo, Ella está mirando la cola de la gente que llega ¿no? y cuando los ve a algunos de ellos “les hace así” con la mano y les dice que no pasen, que se escondan. Y a la noche cuando está todo oscuro y no está San Pedro les abre la puerta.
O sea es una manera muy folclórica y muy popular de una verdad muy grande, ¿no? De una teología muy grande. Una Madre cuida a su hijo hasta el fin y trata de salvarle la vida hasta el fin.
De ahí la tesis de San Alfonso María de Ligorio que un devoto de María no se condena, ¿no? Pero esa es la última, ¿no?
O sea, durante toda la vida sabe tocar las conciencias. Sabe tocar las conciencias. Te acompaña en eso. Nos ayuda. María es la que ayuda a bajar a Jesús. En el abajamiento de Jesús. Lo trae del cielo a convivir con nosotros. Y es la que mira, cuida, avisa. Está.
Y, hay una cosa que a mí me llega mucho. La primera antífona mariana de Occidente es copiada de una de Oriente que dice “Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios”. Es la primera, la más antigua de Occidente. Pero eso viene de una tradición vieja, que los místicos rusos, los monjes rusos explicitan así: en el momento, en los momentos de turbulencia espiritual, no queda otra que acogerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios. Es la que protege, la que defiende.
Acordémonos del Apocalipsis, la que sale con el chico en brazos corriendo para que el dragón no devore al chico. Por más que conozcamos a Jesús, nadie puede decir que es tan maduro como para prescindir de María. Nadie puede prescindir de su madre.
Nosotros los argentinos…, nosotros los argentinos cuando encontramos una persona que tiene huellas de maldad o de mal comportamiento, y un poco por carencia, porque no la quiere, o porque la abandonó, el cariño de su madre, tenemos una palabra fuerte que no es mala palabra, es un adjetivo fuerte, y le decimos esta persona es un “huacho”.
El cristiano no puede “ahuacharse” porque tiene a María como Madre».
3. Los jóvenes y la misión
3ª Respuesta del Papa:
«Parto de una frase de papa Benedicto XVI. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción… La atracción la da el testimonio. Consejo primero: testimonio. O sea, vivir de tal manera que otros tengan ganas de vivir. Como nosotros. Testimonio. No hay otro. No hay otro.
Vivir de tal manera que otros se interesen en preguntar ¿por qué? El testimonio. El camino del testimonio. Que de eso no hay nada que lo supla. Testimonio en todo. Nosotros no somos salvadores de nadie. Somos transmisores de alguien que nos salvó a todos. Y eso solamente lo podemos transmitir si asumimos en nuestra vida en nuestra carne, en nuestra historia, la vida de ese alguien que se llama Jesús. O sea testimonio. Testimonio.
Y esto no sólo en las obras de caridad. Por supuesto hay que hacerlas porque el protocolo con el cual nos van a juzgar a todos está en Mateo 25 ¿no cierto? Bueno entonces sí, testimonio en las obras de caridad, etc. ¿No? En el trabajo de promoción, de educación, de hacer cosas por los demás.
No sólo eso no. Sino testimonio de vida. ¿Cómo vivo yo? ¿Tengo doble vida? Es decir ¿me proclamo cristiano y vivo como pagano? La mundanidad espiritual, el espíritu del mundo que Jesús condena tanto. Basta leer el Evangelio de Juan, como es repetitivo en eso.
¿Yo lo comparto más o menos con mi fe cristiana? ¿Mitad y mitad? El testimonio te tiene que agarrar todo. ¿No? Es una opción de vida. O sea, perdón, yo testimonio porque esa es la consecuencia de una opción de vida. Así es que eso es el primer paso. Sin testimonio no podés ayudar a ningún joven ni a ningún viejo. ¡A nadie! Y, evidentemente que todos flaqueamos, que todos somos débiles, que todos tenemos problemas y no siempre damos un buen testimonio. Pero la capacidad de humillarnos dentro, la capacidad de pedir perdón cuando nuestro testimonio no es el que debe ser.
Y un testimonio que también tenga dentro la capacidad de movernos, de hacernos salir, de ir en misión, que no es ir a hacer proselitismo. Es ir a ayudar, a compartir, y que vean cómo lo hacemos y qué hacemos.
Yo me repito mucho en esto. Una Iglesia que no sale es una Iglesia “de exquisitos”. Un movimiento eclesial que no sale en misión, es un movimiento “de exquisitos”. Y a lo más, en vez de ir a buscar ovejas para traer, o ayudar o dar testimonio, se dedican al grupito, a peinar ovejas. ¿No? Son peluqueros espirituales. ¿No? Eso no va.
O sea salir, salir de nosotros mismos. Una Iglesia o un movimiento, una comunidad cerrada se enferma. Tiene todas las enfermedades de la cerrazón. Un movimiento, una Iglesia, una comunidad que sale se equivoca, se equivoca. Pero es tan lindo pedir perdón cuando uno se equivoca. Así que no tengan miedo. Salir en misión. Salir en camino. Somos caminantes. Pero cuidado, santa Teresa lo avisaba, por ahí en el camino, nos gusta un lindo lugar y nos quedamos ahí, ¿no? Nos olvidamos que tenemos que seguir para allá. No quedarnos.
Descansar sí, pero después seguir caminando y caminantes, no errantes. Porque se sale para dar algo. Se dale en misión. Pero no se sale para dar vueltas sobre uno mismo, ¿no?, dentro de un laberinto que ni nosotros mismos podemos comprender. Caminantes y no errantes.
Y ahí sí, con la misión, la oración. Nadie puede decir “Jesucristo es el Señor” si el Espíritu Santo no te lo inspira. Y para eso tenés que rezar. Tenés que reconocer que tenés al Espíritu Santo adentro que y que es el mismo Espíritu Santo el que te da fuerza para ir adelante, ¿no?
Oración. No dejar la oración. Y la oración a la Virgen que es una de las cosas que en la confesión yo suelo preguntar. Bueno ¿cómo va tu relación con la Virgen? Rosario. Pero la oración. Volvemos a lo que dije antes de la Madre. Para que la Madre me acompañe, me busque, me diga dónde falta el vino, etc., esas cosas que hace ella. Oración, misión, salir.
Y una cosa que ustedes los jóvenes van a tener: la tentación del cansancio. O porque no ves los resultados, o porque bueno el espectáculo se acabó y ya está muy aburrido, y voy a buscar otra cosa. En eso, en el primer síntoma de cansancio que encuentren, cansancio del camino, pero de cualquier forma, abran la boca a tiempo. Pidan consejo a tiempo. Me está pasando esto. Salí “en cuarta” y ahora “estoy marcha atrás”. Pero la tentación del cansancio es muy sutil. Porque detrás de la tentación del cansancio de salir a la misión, se esconde el egoísmo. Y se esconde, en última instancia, el espíritu mundano, ¿no?, volver a la comodidad, al estar bien, a pasarla bien o como quieran.
Así es que yo te diría: testimonio, para que la luz brille, que no esté escondida debajo de la cama, ¿no?, que brille la luz, y vean las obras buenas que hace el Padre a
través de nosotros, obviamente, ¿no? Testimonio. Para que pregunten por qué vivís así, coherencia de vida caminar, caminantes no errantes y cuidarse de la tentación del cansancio. No se me ocurre otra cosa, no cierto. ¿Qué consejo nos da para invitar a nuestros amigos a compartir una vida más plena en Cristo?
Creo que con eso basta, ¿no?».
4. Los problemas de la sociedad de hoy
4ª Respuesta del Papa:
«Bueno no tengo la más pálida idea pero no importa… Un poco por personalidad, yo diría que soy medio inconsciente, ¿no? Entonces la inconsciencia lleva a veces a ser temerario, pero no sé explicar eso que usted me pregunta.
Eh, no sé sinceramente, ¿no? Eh, rezo y me abandono. Pero me cuesta hacer planes. No sé. Esas dos cosas me atrevo a decir, ¿no? Que el Señor me dio la gracia de tener una gran confianza. De abandonarme a su bondad. Incluso en los momentos de mucho pecado, ¿no? Y como Él no me abandonó, entonces es como que eso me hace más confianzudo, ¿no? Y entonces ir adelante con Él. Tengo mucha confianza. Yo sé que Él no me va a abandonar. Y rezo, ¿no? Eso sí, pido. Porque también soy consciente que de tantas cosas malas y de tantas “macanas” que hice, eh, cuando no me abandoné y quise yo controlar el timón, ¿no? Quise entrar en ese camino tan “embromado” que es el auto salvarse, ¿no?, es decir, no yo me salvo cumpliendo, con el cumplimiento, “cumplo y miento”, cumplimiento, ¿no? El cumplimiento, ¿no?, que era la salvación de los Doctores de la Ley, de los saduceos, de esa gente que le hacía la vida imposible a Jesús, ¿no? Pero no sé. Sinceramente, en serio, no sabría explicarlo. Me abandono rezo. Pero nunca me falla eh. Él no falla. Él no falla. Y he visto que Él es capaz, a través, no digo a través mío, sino a través de la gente de hacer milagros. Yo he visto milagros que el Señor hace a través de la gente que va por este camino de abandonarse en sus manos, ¿no?
Una cosa que también diría, cuando dije que soy un poco inconsciente, ¿no? La audacia. ¿No? La audacia es una gracia. El coraje. San Pablo decía dos grandes actitudes que tiene que tener el cristiano para predicar a Jesucristo: el coraje y el aguante, ¿no? O sea el coraje de ir adelante y el aguante de soportar el peso del trabajo. Ahora es curioso. Esto que se da en la vida apostólica debe, debe ¡eh!, darse en la oración también. O sea una oración sin coraje es una oración “chirle”, que no sirve.
Acordémonos de Abrahán cuando, como buen judío, le regatea a Dios. Que si son 45, que si son 40, que si son 30, que si son 20. O sea es “caradura”. Él tiene coraje en la oración.
Acordémonos de Moisés cuando Dios le dice “mirá a este pueblo yo no lo aguanto más, lo voy a destruir, pero quedáte tranquilo que a vos te voy a hacer líder de otro pueblo mejor”.
“No, no, si borrás a este pueblo, me borrás a mí también”. ¡Coraje eh! En la oración con coraje. Rezar con coraje. “Todo lo que ustedes pidan en mi nombre, si lo piden con fe, y creen que lo tienen, ya lo tienen”. ¿Quién reza así? ¡Somos flojos! El coraje, ¿no? Y después el aguante. Aguantar las contradicciones, no cierto. Aguantar los fracasos en la vida. Los dolores, las enfermedades, no sé, las situaciones duras de la vida, ¿no?
A mí me impresionó que el Padre Superior General de ustedes, o Director General haya hecho referencia a la incomprensión que tuvo que padecer el Padre Kentenich y al rechazo, ¿no? Ese es signo de que un cristiano va adelante. Cuando el Señor le hace pasar la prueba del rechazo. Porque es el signo de los Profetas, los falsos profetas nunca fueron rechazados, porque les decían a los reyes o a la gente lo que querían escuchar. Así que todo “ah qué lindo”, ¿no? Y nada más. No. El rechazo, ¿no?
Ahí está el aguante. Aguantar en la vida hasta ser dejado de lado, rechazado, sin vengarse con la lengua, la calumnia, la difamación. Y después una cosa que es inevitable, no ver, un poco para… o sea vos me preguntabas cuál era mi secreto, no sé, pero a mí me ayuda no mirar las cosas desde el centro, ¿no?
Hay un solo centro. Es Jesucristo. Sino mirar las cosas desde las periferias, ¿no? Porque se ven más, más claras, ¿no?
Cuando uno se va encerrando en el pequeño mundito, el mundito del movimiento, de la parroquia, del arzobispado, o acá, el mundito de la Curia, entonces no se capta la verdad. Sí se la capta quizás en teoría, pero no se capta la realidad de la verdad en Jesús, ¿no? Entonces la verdad se capta mejor desde la periferia que desde el centro, ¿no? Eso a mí me ayuda.
No sé si es mi secreto o no, pero ciertamente… Me acuerdo cómo cambió la concepción, la cosmovisión del mundo, desde Magallanes en adelante, o sea una cosa era ver el mundo desde Madrid, o Lisboa, y otra cosa era verlo desde allá, desde el Estrecho de Magallanes. Ahí empezaron a entender otra cosa, ¿no?
Esas revoluciones que hacen entender la realidad de otro lado. Lo mismo pasa con nosotros, si nos quedamos encerrados en nuestro mundito, que nos defiende y todo, bueno, no terminamos de entender, ¿no? Y no terminamos de saber cuál es la verdadera situación de una verdad.
Me decía en estos días, que hubo un gran encuentro acá de penalistas, mundial, ¿no? Uno de ellos, hablando de experiencias, en privado estábamos hablando en ese momento, me decía “y a veces me sucede Padre, cuando voy a la cárcel, “de llorar” junto con un preso.
Entonces ahí tenés un ejemplo. O sea, él ve la realidad, ¿no?, del derecho, de lo que tiene que juzgar, como juez penalista, sino desde la llaga que está allá y esta verdad la ve allá, la ve mejor y para mí es una de las cosa más lindas de estos días, que un juez te diga que tuvo la gracia, tiene la gracia a veces de llorar con un preso, ¿no? O sea ir a la periferia, ¿no cierto?
Entonces yo te diría: Una sana inconciencia, o sea que Dios hace las cosas, rezar y abandonarse. Coraje y aguante y salir a la periferia. No sé si ese es mi secreto. Pero es lo que se me ocurre decirte de lo que a mí me pasa».
5. La Iglesia
5ª Repuesta del Papa:
«Renovación de la Iglesia. Uno piensa en la gran revolución, ¿no? Alguno por ahí dice “el Papa revolucionario”, todas esas historias, ¿no? Pero es la frase quizá de las más antiguas de la Eclesiología. Los latinos, los Padres latinos, decían Ecclesia Semper renovanda. La Iglesia tiene que renovarse continuamente. Esto es desde los primeros siglos de la Iglesia. Y luchaban por eso, para…, los santos hicieron lo mismo, o sea los que llevan adelante la Iglesia son los santos. Que son aquellos que fueron capaces de renovar su santidad, y renovar a través de su santidad, renovar a la Iglesia, ¿no? Ellos son los que llevan adelante la Iglesia.
O sea que como primero, como el primer favor que les pido, como ayuda, es la santidad. Santidad. No tener miedo a la vida de santidad. Eso es renovar la Iglesia. Renovar la Iglesia no es principalmente hacer un cambio aquí, un cambio allá. Hay que hacerlo porque la vida siempre cambia, y hay que adaptarse. Pero esa no es la renovación, ¿no?
Acá mismo, es público, por eso me atrevo a decirlo, hay que renovar la Curia, se está renovando la Curia, el Banco del Vaticano, hay que renovarlo. Todas son renovaciones de afuera. Esas que dicen los diarios. Es curioso. Ninguno habla de la renovación del corazón. No entienden nada de lo que es renovar la Iglesia. Esa la santidad. Renovar el corazón de cada uno.
Otra cosa que me ayuda, que fue tu pregunta, la libertad de espíritu. En la medida en que uno reza más y deja que el Espíritu Santo actúe va adquiriendo esa santa libertad de espíritu, que lo lleva a hacer cosas que dan un fruto enorme, ¿no? Libertad de espíritu. Que no es lo mismo que relajo, no, no. No es vaga, pero da lo mismo. No, no. Libertad de espíritu supone fidelidad, , ¿no?
y supone oración, ¿no?
Cuando uno no ora no tiene esa libertad. O sea el que reza tiene libertad de espíritu. Es capaz de hacer “barbaridades” en el buen sentido de la palabra. ¿Y cómo se te ocurrió hacer eso? ¡Qué bien que te salió! Y yo que sé, recé y se me ocurrió. Libertad de espíritu, ¿no?
No encapsularse en, solamente – digo encapsularse, hay que entenderlo bien – en directivas, o cosas que nos aprisionan, ¿no? Volvemos otra vez a la caricatura de los Doctores de la Ley, ¿no?, que por ser tan exactos, tan exactos, en el cumplimiento de los diez mandamientos habían inventado otros 600. No eso no ayuda. No eso te lleva a encerrarte a encapsularte, ¿no cierto?
Cuando el apóstol planifica, y acá todo algo que quizá a algunos de ustedes no les guste, pero yo lo digo, ¿no cierto? Cuando el apóstol cree que haciendo una buena planificación las cosas van adelante, se equivoca. Es un funcionalista. Eso lo tiene que hacer un empresario, y todo.
Nosotros tenemos que usar esas cosas, sí. Pero no son la prioridad, sino al servicio de otro, de la libertad de espíritu, de la oración, de la vocación, del celo apostólico, del salir, ¿no? O sea, el funcionalismo, “ojo”, ¿no?
A veces yo veo en algunas Conferencias Episcopales o en algunos obispados que tienen encargados para cualquier cosa, ¿no? Para todo, ¿no? No se escapa nada, ¿no? Y todo funcional, todo bien arreglado. Pero faltan a veces cosas o hacen la mitad de lo que podrían hacer con menos funcionalismo y más celo apostólico, más libertad interior, más oración, o sea esa libertad interior, ¿no?, ese coraje de salir adelante, ¿no? Eso.
Esto del funcionalismo, para que no haya dudas, lo expliqué bien en Evangelii Gaudium. Pueden fijarse ahí lo que quise decir.
¿Cuándo un camino, una ayuda, no cierto, es verdadero? Cuando se descentra. El centro es uno solo: Jesucristo. Cuando yo pongo en el centro mis métodos pastorales, mi camino pastoral, mi modo de actuar y todo, descentro a Jesucristo. Toda espiritualidad, todo carisma, en la Iglesia desde el más variado a los más ricos, tiene que ser descentrado. En el centro está el Señor.
Por eso fíjense, cuando Pablo en la Primera Carta a los Corintios habla de los carismas, esas cosas tan lindas, del cuerpo de la Iglesia, cada cual con su carisma, ¿cómo termina? Pero les voy a explicar algo mejor. Y termina hablando del amor. Es decir, de aquello que viene bien de Dios, ¿no? Lo más propio de Dios y que nos enseña a imitarlo a él. Por eso no se olviden esto. Y háganse mucho la pregunta. ¿Yo soy un descentrado, en este sentido, o estoy en el centro, como persona o como movimiento, como carisma? O sea lo que en castellano, perdón que hablo mi lengua porteña, en mi castellano porteño llamamos “figuretti”, ¿no?, es decir, el centro, el centro, es sólo Jesús. Siempre el apóstol es un descentrado. Porque el servidor está al servicio del centro, ¿no? El carisma descentrado no dice nosotros. Nosotros, o yo. Dice Jesús. Y Yo. Jesús y yo. Jesús me pide. Tengo que hacer esto por Jesús. O sea siempre en el centro. Está orbitando en la persona de Jesús, ¿no? No se olviden. Un movimiento, un carisma, necesariamente tiene que ser descentrado. Después una cosa que hoy día se nos pide y se hizo referencia cuando hablamos de las guerras. Somos. Hoy día estamos sufriendo desencuentros cada vez más grandes, ¿no? Y con la clave del desencuentro podemos releer todas las preguntas que hicieron ustedes.
Desencuentros familiares, desencuentros testimoniales, desencuentros en el anuncio de la Palabra, y del mensaje, desencuentros de guerras, desencuentros de familias, o sea el desencuentro, la división, es el arma que el demonio tiene. Y entre paréntesis les digo que el demonio existe. Por si alguno tiene dudas, ¿no? Existe y se las trae. Existe y se las trae.
Y el camino es el desencuentro que lleva a la pelea, la enemistad. Babel, ¿no? Así como la Iglesia es ese templo de piedras vivas, que edifica el Espíritu Santo, el demonio edifica ese otro templo de la soberbia, del orgullo, que desencuentra, porque cada cual no se entiende, porque habla cosas distintas, que es Babel, ¿no?
De ahí que tenemos que trabajar por una cultura del encuentro. Una cultura que nos ayude a encontrarnos como familia, como movimiento, como Iglesia, como parroquia. Siempre buscar cómo encontrarse.
Yo les recomiendo, sería una cosa linda si la pudieran hacer, en estos días, eh, sino se les va de la cabeza, se olvidan: Que agarren en el libro del Génesis la historia de José, ¿no? de José y sus hermanos. Como toda esa historia dolorosa, de traición, de envidia, de desencuentro termina en una historia de encuentro que da lugar a que el pueblo por 400 años crezca y se fortalezca. Ese pueblo elegido por Dios, ¿no? Cultura del encuentro.
Léanse la historia de José, que son varios capítulos del Génesis. Les va a hacer bien para ver qué es lo que se quiere decir con esto, ¿no? Cultura del encuentro es cultura de la alianza. O sea Dios nos eligió, nos prometió, y en el medio hizo una alianza con su pueblo.
A Abrahán le dice “caminá que yo te voy a decir lo que te voy a dar”. Y poco a poco le va diciendo que la descendencia que va a tener va a ser como las estrellas del cielo. La promesa. Lo elige con una promesa. Llegado un momento le dice: “bueno ahora alianza”. Y las diversas alianzas que va haciendo con su pueblo son las que consolidan ese camino de promesa y con el encuentro.
Cultura del encuentro es cultura de la alianza. Y eso crea solidaridad. Solidaridad eclesial. Ustedes saben que es una de las palabras que está en riesgo. Así como todos los años o cada tres años la Real Academia española se reúne para ver las nuevas palabras que se van creando porque somos una lengua viva, sucede con todas las lenguas vivas, así también algunas van desapareciendo, porque son lenguas muertas, es decir, mueren. Y ya no se usan. Y siendo una lengua viva tiene palabras muertas, ¿no? La que está a punto de morir, o porque la quieren matar, la quieren borrar del diccionario, es la palabra “solidaridad”, ¿no? Y alianza significa solidaridad. Significa creación de destrucción de vínculos. No destrucción de vínculos. Y hoy día estamos viviendo en esta cultura, en esta cultura del provisorio, que es una cultura de destrucción de vínculos.
Lo que hablamos de los problemas de la familia, por ejemplo. Se destruyen los vínculos, en vez de crear vínculos. ¿Por qué? Porque estamos viviendo la cultura del provisorio, del desencuentro, de la incapacidad de hacer alianza, ¿no?
Entonces cultura del encuentro, que eso hace una unidad que no es mentirosa y es la unidad de la santidad, ¿no?, que lleva a la cultura del encuentro.
Y quizás quiero terminar con esto… En el pueblo elegido, en la Biblia, renovar la alianza, hacer la renovación de la alianza, se renovaba la alianza en tales fiestas, en tales años, o después de haber ganado una batalla, después de haber sido liberados y, venido Jesús, nos pide renovar la alianza, ¿no cierto? Y Él mismo participa de esa renovación en la Eucaristía.
O sea, cuando celebramos la Eucaristía celebramos la renovación de la alianza. No sólo miméticamente, ¿no? Sino de una manera muy honda, muy real, muy profunda. Es la misma presencia de Dios que renueva la alianza con nosotros. Pero también no lo solemos decir porque se nos va de la cabeza o porque no está tan de moda, la renovación de la alianza en el sacramento de la Reconciliación.
Eso no lo olviden nunca. No lo olviden nunca. Cuando no me confieso porque no se me ocurre qué decirle al cura, algo anda mal. Porque no tenemos luz interior para descubrir la acción del mal espíritu que nos daña, ¿no? O sea esa renovación de la alianza en la Eucaristía y en el sacramento de la Penitencia, de la Reconciliación nos va llevando a la santidad siempre con esta cultura del encuentro, con esta solidaridad, con esta
creación de vínculos.
Y esto es lo que les deseo a ustedes, ¿no cierto? Que en este mundo de desencuentros, de difamaciones, calumnias, destrucciones con la lengua, todo eso, lleven ustedes adelante esta cultura del encuentro renovando la alianza. Y claro nadie puede ser educado solo. Necesita que la Madre lo eduque. Así que los encomiendo a todos ustedes a la Madre para que los siga haciendo caminar adelante en esta renovación de la alianza. Gracias».
(Transcripción de Radio Vaticano)