El papa Francisco ha recibido esta mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a los participantes en el Encuentro Internacional de los Équipes Notre Dame (END) organizado en Roma y cuyo tema es «Aquí estoy Señor, envíame».
El Santo Padre indicó su preocupación por las amenazas ideológica en relación a la familia y recordó a los matrimonios heridos en la vida, que exigen la ‘misericordia’ de la Iglesia, y anticipó una serie de temas que entrarán seguramente en la próxima asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos, que iniciará el 4 de octubre en el Vaticano.
Porque «la imagen de la familia, como Dios la quiere, compuesta por un hombre y una mujer», y también «de la generación y educación de los hijos es deformada a través de poderosos proyectos contrarios, apoyados por colonizaciones ideológicas».
Los equipos son un movimiento laico de espiritualidad conyugal, nacido para responder a la necesidad de las parejas de vivir con plenitud su sacramento, que cuenta con una metodología propia y se interroga sobre la compleja realidad de la pareja en la actualidad. Los END fueron fundados en Francia en 1938 por iniciativa de algunos matrimonios y del sacerdote Henri Caffarel, cuya causa de beatificación ha llegado a Roma, informó el Vatican Information Service.
Recordando la proximidad del Sínodo sobre la familia, Francisco invitó a los miembros de los END a rezar por los Padres Sinodales y por él que deben reflexionar en esa asamblea sobre la »célula vital de la sociedad» en este «difícil contexto cultural actual».
«Las parejas y las familias cristianas –dijo el Papa– están a menudo en las condiciones mejores para anunciar a Jesucristo a otras familias, para apoyarlas, fortalecerlas y animarlas».
Porque es necesario dar testimonio afuera de “lo que se vive en la pareja y en la familia –acompañado por el carisma de éste movimiento– esta alegría profunda e irremplazable que el Señor hace experimentar en la intimidad doméstica entre alegrías y tristezas”.
El Pontífice animó a todas las parejas a vivir en profundidad los «puntos concretos de compromiso» de su movimiento, como la oración de los cónyuges y la oración en la familia «una tradición hermosa y necesaria que siempre ha sostenido la fe y la esperanza de los cristianos y que por desgracia se ha abandonado en muchas regiones del mundo».
También subrayó la importancia del diálogo mensual entre el matrimonio, «el famoso y empeñado deber de sentarse que va tan contracorriente con los hábitos del mundo frenético y agitado, impregnado de individualismo».
Francisco hizo hincapié, en este sentido, en la fecundidad recíproca de este encuentro vivido con el sacerdote acompañante y dio las gracias a las parejas de END por servir de «apoyo y aliento al ministerio de los sacerdotes que encuentran siempre, en el contacto con los equipos y sus familias, alegría sacerdotal, presencia fraterna, equilibrio emocional y paternidad espiritual».
La tarea misionera del movimiento es de suma importancia y el Santo Padre indicó algunos campos de acción como el acompañamiento y la formación en la fe de las parejas jóvenes antes y después del matrimonio o la cercanía a las familias heridas «tan numerosas hoy en día», debido a tantos problemas como la falta de empleo, de salud, un duelo, el desequilibrio causado por una lejanía o por un clima de violencia.
«Debemos tener el coraje de entrar en contacto con estas familias, de forma discreta pero generosa, material, humana y espiritualmente, cuando las circunstancias las hagan vulnerables».
Por último, el Papa animó a las parejas a ser «instrumentos de la misericordia de Cristo y de la Iglesia con las personas cuyo matrimonio haya fracasado».
»No hay que olvidarse nunca –insistió– de que la fidelidad conyugal es un don de Dios, y que cada uno de nosotros recibió misericordia. Una pareja unida y feliz puede entender mejor que nadie, la herida y el sufrimiento que causan el abandono, la traición, la falta de amor».
«Es necesario, pues, que aporten el testimonio y experiencia para ayudar a la comunidad cristiana a discernir las situaciones concretas de estas personas, a acogerlas con sus heridas, y a ayudarlas a caminar en la fe y la verdad, bajo la mirada de Cristo el Buen Pastor, para participar de una manera apropiada en la vida de la Iglesia. No hay que olvidarse tampoco del sufrimiento indecible de los niños que viven estas situaciones familiares dolorosas».
(Texto completo en italiano y francés)