El papa Francisco recibió este viernes por la mañana en la Sala del Consistorio a los participantes en el XXV Capítulo General de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (Claretianos), encabezados por el nuevo superior general, el padre Matew Vattamattan.
Durante la audiencia, se vivió un momento de profunda emoción cuando el P. Vattamattan recordó que san Antonio María Claret fue arzobispo misionero en Cuba y encomendó a su fundador la próxima visita apostólica del Santo Padre.
Expresando su agradecimiento a los queridos misioneros claretianos, el Pontífice les entregó el discurso preparado e improvisó unas palabras. Testigos y mensajeros fueron las dos palabras que el Papa destacó en el texto difundido hoy por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
“Testigos –escribe Francisco–, porque la alegría no se puede comunicar si no está presente y profundamente enraizada tanto en la propia vida como en la de la comunidad”. “Mensajeros –añade–, porque lo bueno hay que compartirlo y al compartirla la alegría se purifica y se multiplica, haciéndose verdaderamente ‘evangélica’”.
“¿Cómo han encontrado a la Congregación en el análisis capitular? En este ejercicio de discernimiento, ¿cómo les ha interpelado la voz del Espíritu?”, se pregunta el Santo Padre, al tiempo que señala que un camino muy seguro para discernir sus llamadas “es situarse a la escucha en las diferentes periferias de nuestro mundo”. “En ellas su voz resuena con mayor claridad. Esto es todavía más importante para una Congregación misionera como la de ustedes”, destaca.
A continuación, el Pontífice recuerda que con motivo del Año de la Vida Consagrada, que se está celebrando, había enviado una carta a todos los consagrados y consagradas invitándoles a mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza y explica a los Claretianos cómo debían responder a esa invitación.
“Hacer “memoria agradecida del pasado” es dar gracias a Dios por el testimonio de muchos de sus hermanos que, sostenidos por su fe, vivieron con profundo gozo su vocación –algunos de ellos hasta el martirio–. Es también, reconocer la misericordiosa mano del Señor que a pesar de nuestra debilidad y nuestra inconstancia sigue obrando maravillas en medio de su Pueblo”, reitera.
““Vivir el presente con pasión” –prosigue– es fundamentar su programa misionero en el espíritu de san Antonio María Claret que puso como lema en su escudo episcopal el Caritas Christi urget nos. Amar como amó Jesús debe interpelar cada una de nuestras opciones vitales y pastorales”.
“Abrazar el futuro con esperanza”, significa “no dejarse arrastrar por el desánimo. No tener miedo. Es el Señor quien envía. Pongan siempre los ojos en quienes esperan el anuncio, en quienes necesitan de Su testimonio para sentir la presencia misericordiosa de Dios en sus vidas”, indica.
Por último, el Obispo de Roma agradece a los miembros de la congregación por su vida y su trabajo misionero, pidiéndoles también que lleven su saludo a todos y cada uno de sus hermanos “en particular a quienes, por la enfermedad o por la edad avanzada, colaboran ahora con su oración y su testimonio a la misión congregacional”.
“San Antonio María Claret, como fundador, les dio un bello título: “Hijos del Corazón de María”. Dejen que todas las dimensiones de sus vidas estén profundamente marcadas por esta ‘cordialidad’, que inspiró a María el hermoso canto del Magnificat; y expresen la maternidad de la Iglesia, madre misericordiosa, que nunca se cansa de esperar, acompañar y perdonar”, concluye el papa Francisco.