El medio ambiente es un bien común, patrimonio de toda la humanidad, y responsabilidad de cada uno de nosotros. Así lo ha recordado el papa Francisco en el encuentro que ha tenido esta mañana, previamente a la audiencia general, con los ministros de Medio Ambiente de los países miembros de la Unión Europea. Una responsabilidad –ha asegurado el Santo Padre en su discurso– que solo puede ser transversal y requiere una colaboración eficaz dentro de toda la comunidad internacional.
De este modo, ha ofrecido algunas reflexiones a propósito de los importante eventos internaciones de los próximos meses: la adopción de los objetivos del desarrollo sostenible al final de este mes y la COP 21 en París. Y así, se ha detenido sobre tres principios en concreto.
En primer lugar, el Papa ha explicado el principio de solidaridad: “palabra a veces olvidada, otra veces abusada de forma estéril”. Sabemos que las personas más vulnerables por el degrado ambiental son los pobres –ha indicado el Pontífice– que sufren las consecuencias más graves.
Por eso, Francisco ha recordado que solidaridad quiere decir “implementar instrumentos eficaces, capaces de unir la lucha al degrado ambiental con la de la pobreza”.
En segundo lugar, ha hablado del principio de justicia. Así, ha recordado que en la encíclica Laudato si’ ha hablado de “deuda ecológica” sobre todo entre norte y sur, conectada a desequilibrios comerciales con consecuencias en algunos países. “Debemos honrar esa deuda”, ha asegurado. Asimismo, ha precisado que estos países están llamados a contribuir, a resolver esta deuda dando un buen ejemplo, “limitando de forma importante el consumo de energía no renovable, aportando recursos a los países más necesitados para promover políticas y programas de desarrollo sostenible, adoptando sistemas de gestión adecuadas”.
En tercer lugar, Francisco ha hablado sobre el “principio de participación, que requiere la implicación de todas las partes, también de las que a menudo permanecen al margen de los procesos de decisión. A propósito, ha explicado que vivimos en un momento histórico muy interesante: “por una parte la ciencia y la tecnología ponen en nuestras manos un poder sin precedentes; por otra, el uso correcto de tal poder presupone la adopción de una visión más integral e integrante”. Y esto requiere “abrir las puertas a un diálogo, diálogo inspirado por tal visión fundada en esa ecología integral, que es objeto de la encíclica Laudato si’”. Se trata obviamente –ha observado el Pontífice– de un gran desafío cultural, espiritual y educativo.
Para concluir, el Santo Padre ha animado a los presentes a intensificar su trabajo para que en París se llegue al resultado deseado.