Es preocupante ver el aumento del número de las jóvenes y mujeres que son obligadas a ganarse la vida en la calle, vendiendo su cuerpo, explotadas por las organizaciones criminales y a veces por pariente y familiares. “Esta realidad es una vergüenza de nuestras sociedades que presumen de ser modernas y de haber alcanzado altos niveles de cultura y de desarrollo. La corrupción difundida y la búsqueda del beneficio a toda costa privan a los inocentes y a los más débiles de las posibilidades de una vida digna, alimentan la criminalidad de la trata y las otras injusticias que caen sobre sus hombros”. Así lo ha asegurado el Santo Padre en la mañana de este jueves, en su discurso a los participantes del Simposio Internacional sobre la Pastoral de la Calle, promovido por el Pontificio Consejo de la Pastoral de Migrantes e Itinerantes.
De este modo, el papa Francisco ha exclamado que “¡nadie puede permanecer inerte frente a la necesidad urgente de cuidar la dignidad de la mujer, amenazada por factores culturales y económicos!”
Tal y como ha recordado el Pontífice, “el objetivo de estas jornadas de estudio y de reflexión es preparar un plan de acción en respuesta al fenómeno de los niños y de las niñas –y de sus familias– que tienen como principal ambiente de vida la calle”. Reconociendo tener “gran estima por vuestro compromiso”, les ha animado a ir adelante con confianza y con celo apostólico.
Estas realidades con las que trabajan, “son causadas por la indiferencia, la pobreza, la violencia familiar y social, y de la trata de las personas humanas”, ha asegurado Francisco. Del mismo modo ha recordado que no falta el dolor por las separaciones conyugales y el nacimiento de niños fuera del matrimonio, destinados a menudo a una vida “callejera”.
Y ha añadido que “los niños y las mujeres de la calle no son números, no son ‘paquetes’ que se intercambian: son seres humanos con un nombre propio y un rostros propio, con una identidad donada por Dios a cada uno de ellos”.
A propósito, el Papa ha advertido que ningún niño elige por su cuenta vivir en la calle. Lamentablemente, “también en el mundo moderno y globalizado, a muchos niños se les roba su infancia, sus derechos, su futuro”. Por eso el Papa ha reconocido que la carencia de leyes y de estructuras adecuadas contribuyen a empeorar su estado de privación: les falta una verdadera familia, educación y asistencia sanitaria. Y ha advertido que “cada niño a abandonado y obligado a vivir en la calle, se convierten en presa de las organizaciones criminales”.
“Es un grito que sube a Dios”, exclamó el Pontífica, “es un grito que acusa un sistema social que criticamos desde hace años pero que nos cuesta cambiar según los criterios de justicia”.
Asimismo, el Papa ha pedido a los presentes que no se rindan ante las dificultades de los desafíos que interpelan su convicción. Por eso, ha advertido que ni la Iglesia ni las instituciones eclesiales pueden “cerrar los ojos frente al nefasto fenómeno de los niños y de las mujeres de la calle”. Por otro lado, Francisco ha recordado que “la misericordia es el acto supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro, es el camino que abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre”.
Para finalizar su discurso, el Pontífice les ha deseado “una fecunda misión en vuestros países para el cuidado pastoral y espiritual y para la liberación de los más frágiles y explotados; una misión fecunda para la promoción y cuidado de su identidad y dignidad”.