El Memorial de la Zona Cero en Nueva York, “es un lugar donde lloramos, lloramos el dolor que genera sentir la impotencia frente a la injusticia, frente al fratricidio, frente a la incapacidad de solucionar nuestras diferencias dialogando”. Con estas palabras el santo padre Francisco ha definido este lugar que ha visitado hoy viernes. Tras su discurso a las Naciones Unidas, ha llegado al punto exacto donde se derrumbaron las Torres Gemelas tras el atentado terrorista. Allí ha depositado una corona de flores cerca de la fuente sur y ha saludado individualmente a 20 familiares de los equipos de rescate muertos el 11 de septiembre de 2001.
A continuación, acompañado por el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, ha entrado en el edificio del Memorial y ha participado en un encuentro interreligioso junto con otros 12 líderes de diversos credos.
El encuentro ha iniciado con una presentación del cardenal Dolan, con una reflexión del rabino y otra del imán de Nueva York, en la que han rechazado la violencia en nombre de Dios y han condenado el atentado que ahí tuvo lugar. Después, el Santo Padre ha recitado, en inglés, una oración por la paz. Para continuar con el acto, tras la lectura de 5 meditaciones sobre la paz –hindú, budista, sikh, cristiana, musulmana– y la oración judía por los difuntos, el Pontífice ha pronunciado su discurso.
“Aquí el dolor es palpable”, ha asegurado el Papa. El agua que se ve correr hacia el centro vacío, “recuerda todas esas vidas que se fueron bajo el poder de aquellos que creen que la destrucción es la única forma de solucionar los conflictos”, ha observado.
Es –ha asegurado– el grito silencioso de quienes sufrieron en su carne la lógica de la violencia, del odio, de la revancha. “Una lógica que lo único que puede producir es dolor, sufrimiento, destrucción, lágrimas”, ha advertido.
El agua cayendo, ha precisado, es símbolo también de nuestras lágrimas. “En este lugar lloramos la pérdida injusta y gratuita de inocentes por no poder encontrar soluciones en pos del bien común. Es agua que nos recuerda el llanto de ayer y el llanto de hoy”, ha reconocido.
Al mencionar a los familiares con quienes se reunió al principio del encuentro, el Santo Padre ha asegurado que “la destrucción nunca es impersonal, abstracta” sino que “tiene rostro e historia, es concreta, posee nombre”. Pero, también ha indicado que ellos le han sabido mostrar “la otra cara de este atentado, la otra cara de su dolor: la potencia del amor y del recuerdo”.
Y en medio del dolor lacerante, “podemos palpar la capacidad de bondad heroica de la que es capaz también el ser humano, la fuerza oculta a la que siempre debemos apelar”, ha exhortado.
Asimismo, ha asegurado que “en una metrópoli que puede parecer impersonal, anónima, de grandes soledades, fueron capaces de mostrar la potente solidaridad de la mutua ayuda, del amor y del sacrificio personal”.
En ese momento –ha subrayado el Pontífice– no era una cuestión de sangre, de origen, de barrio, de religión o de opción política; “era cuestión de solidaridad, de emergencia, de hermandad. Era cuestión de humanidad”.
A propósito, ha hecho referencia a los bomberos de Nueva York, que entraron en las torres “sin prestar tanta atención a la propia vida”. Su sacrificio –ha señalado– permitió la vida de tantos otros.
De este modo, el Papa ha afirmado que le llena de esperanza, en este lugar de dolor y de recuerdo, “la oportunidad de asociarme a los líderes que representan las muchas tradiciones religiosas que enriquecen la vida de esta gran ciudad”. Por ello, ha manifestado su deseo que que “nuestra presencia aquí sea un signo potente de nuestras ganas de compartir y reafirmar el deseo de ser fuerzas de reconciliación, fuerzas de paz y justicia en esta comunidad y a lo largo y ancho de nuestro mundo”. En las diferencias, en las discrepancias, –ha indicado– es posible vivir en un mundo de paz. El Santo Padre ha surayado que “juntos hoy somos invitados a decir ‘no’ a todo intento uniformante y ‘sí’ a una diferencia aceptada y reconciliada”.
Francisco ha asegurado que “el bien siempre despertará sobre el mal, que la reconciliación y la unidad vencerá sobre el odio y la división”.
Finalmente, el Papa ha invitado a “hacer un momento de silencio y oración” y a pedir “al cielo el don de empeñarnos por la causa de la paz”. “Paz en nuestras casas, en nuestras familias, en nuestras escuelas, en nuestras comunidades. Paz en esos lugares donde la guerra parece no tener fin. Paz en esos rostros que lo único que han conocido ha sido el dolor. Paz en este mundo vasto que Dios nos lo ha dado como casa de todos y para todos. Tan solo, paz”, ha concluido.
De este modo, ha asegurado, “la vida de nuestros seres queridos no será una vida que quedará en el olvido, sino que se hará presente cada vez que luchemos por ser profetas de construcción, profetas de reconciliación, profetas de paz”.