El papa Francisco ofició este viernes por la tarde la Santa Misa en el Madison Square Garden de Nueva York. Antes de la celebración eucarística, el Santo Padre recorrió en un cochecito de golf el perímetro interior del estadio cubierto, “lugar emblemático de la ciudad y sede de importantes encuentros deportivos, artísticos y musicales”, como recordó el Pontífice a las más de 20 mil personas presentes.
A su paso, Francisco saludó a algunos enfermos. Entre ellos, le acercaron una niña en los brazos de su padre. La pequeña llevaba una sonda, y previsiblemente sufría algún problema grave de salud. En cuanto el Papa le dio un beso con enorme cariño, los progenitores rompieron a llorar por la emoción.
Tras un día y medio de intensa actividad en la Gran Manzana, tierra de adopción de millones de inmigrantes, el Santo Padre se dirigió en español a la multitud congregada. En su homilía, el Pontífice se refirió a las ciudades que “esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría”.
Así, mencionó a “los extranjeros, sus hijos (y no solo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos”, que se quedan en los márgenes de nuestras calles “en un anonimato ensordecedor”.
En este sentido, Francisco volvió a realizar una llamada a no olvidar a los últimos, como había hecho en Washington yendo a visitar un refugio de personas sin techo después de su visita al Congreso. Los cristianos son un “pueblo que camina, respira, vive entre el «smog», ha visto una gran luz, ha experimentado un aire de vida”, aseguró
Aunque había iniciado sus palabras con una invitación seria a no olvidar a los más débiles, el mensaje del Papa fue positivo y lleno de “una esperanza que nos libera de esa fuerza que nos empuja a aislarnos, a desentendernos de la vida de los demás, de la vida de nuestra ciudad”.
“Una esperanza --prosiguió-- que nos libra de «conexiones» vacías, de los análisis abstractos o de las rutinas sensacionalistas”. “Una esperanza que no tiene miedo a involucrarse actuando como fermento en los rincones donde nos toque vivir y actuar. Una esperanza que nos invita a ver en medio del «smog» la presencia de Dios”, indicó el Santo Padre.
Por eso, el Pontífice recordó que Jesús es el Emmanuel, “el Dios-con-nosotros, el Dios que camina a nuestro lado, que se ha mezclado en nuestras cosas, en nuestras casas, en nuestras «ollas», como le gustaba decir a santa Teresa de Jesús”.
“Dios es nuestro Padre, que camina a nuestro lado, nos libera del anonimato, de una vida sin rostros, una vida vacía y nos introduce en la escuela del encuentro”, reiteró el Papa.
Con gran energía, Francisco subrayó que “Dios está en la ciudad”. Ante esta afirmación del Santo Padre, los neoyorquinos no pudieron contenerse y reaccionaron con un ensordecedor aplauso.
Una vez concluida la Eucaristía, el Pontífice dio por finalizada su intensa agenda en Nueva York, que continuará el fin de semana en Filadelfia.
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