Los cristianos se reunieron en la basílica inferior de San Francisco, cerca de la tumba del santo para una oración ecuménica, en la cual fueron nombrados todos los países en conflicto y por cada uno de ellos fue encendida una vela. Entre las casi treinta encendidas, figuraron guerras como la de Siria o Irak, pero también lugares en donde hay violencia, como en México debido al narcotráfico, y en Venezuela por la crisis política.
El papa Francisco recordó que en el ‘Tengo sed’ de Jesús en la cruz, podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la Tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo.
El arzobispo de Westminster, Justin Welby en su meditación indicó que “todos tenemos que beber cada día de la misericordia de Dios, para vencer nuestro pecado nuestra rabia, para expresar la misericordia hacia los otros.
Ilustró la riqueza como un dinero falso en un juego de los niños, porque en la economía divina el dinero no vale nada y señaló que a pesar del progreso en Europa, existe miedo de los extranjeros y dificultades económicas. Precisó que en cambio Dios nos ofrece riquezas reales, que dan verdadera satisfacción.
“Somos llamados a ser la voz de Cristo –concluyó– para los que no tienen esperanza, en un mundo de sequía y desesperación, dando con magnífica generosidad lo que hemos recibido en su misericordia llena de gracia”.
El patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, señaló en su meditación, la necesidad de “escuchar el grito de Dios hacia la humanidad y escuchar el grito de nuestro prójimo”. “¿Qué palabra de paz podremos ofrecer al otro, al diverso, al lejano, al desconocido si aquella palabra de paz no será una real experiencia de comunión con la Luz Radiosa de la Mañana?”, dijo. Y señaló la necesidad de convertirnos, la capacidad de cambiar ruta, que no puede haber conversión si no se escucha, y de la necesidad de que el testimonio cristiano sea profético, y para ello debe realizarse en comunión.
A la salida de esta ceremonia ecuménica fue el acto final que se celebró en la plaza san Francisco.