(ZENIT – 8 oct. 2019).- El Papa Francisco ha hablado sobre aquellos cristianos que viven su fe con condiciones y prefieren “la ideología a la fe», alejándose de la comunidad, que temen «ponerse en manos de Dios y prefieren juzgarlo todo, pero desde la pequeñez de su propio corazón».
Hoy, 8 de octubre de 2019, en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta, el Santo Padre ha meditado en torno a la primera lectura litúrgica del día, tomada del libro del profeta Jonás. En ella continúa el relato iniciado ayer y que concluirá mañana, en el que se narra la relación conflictiva entre Dios y el citado profeta, indica Vatican News.
Periplo de Jonás
De este modo, Francisco apuntó a que en el pasaje anterior Dios llama por primera vez al profeta para enviarlo a Nínive e incitar a ese pueblo a la conversión. No obstante, Jonás desobedeció al Señor y se embarcó con rumbo a Tarsis. Entonces, Dios provocó una tormenta, el profeta cayó al agua y se lo tragó una ballena.
Después de tres días, fue arrojado a la playa y, para el Pontífice, “Jesús toma esta figura de Jonás en el vientre del cetáceo durante tres días como imagen de su propia Resurrección”.
En la lectura de hoy se produce la segunda llamada y esta vez Jonás acude a Ninivé. Sus habitantes creen su mensaje y desean convertirse, hasta tal punto de que Dios se arrepintió “del mal que había amenazado hacerles (destruir la ciudad) y no lo hizo”, describe el Papa.
Jonas “el testarudo”
El Obispo de Roma destacó que “el testarudo de Jonás hizo bien su trabajo y luego se fue». Jonás se enfada con el Señor porque es demasiado misericordioso y porque no cumple con sus amenazas, sino que actúa al contrario, reprochándole: «Señor, ¿no era eso lo que decía cuando estaba en mi país? Por este motivo me apresuré a huir a Tarsis, porque sé que eres un Dios misericordioso y piadoso, lento a la ira, de gran amor y que te arrepientes del mal amenazado. Ahora bien, Señor, quítame la vida: ya no quiero trabajar más contigo, porque es mejor para mí morir que vivir (…)».
Así, Jonas sale de la ciudad, construye una cabaña y espera a ver qué hace el Señor, esperando que la destruyera. Pero Dios lo que provoca es que crezca una plata de ricino cerca de él para que le haga sombra para pronto hacer que se seque y muera.
Jonás vuelve a indignarse y Dios le reprocha que tenga piedad por una planta y no por una gran ciudad como Ninivé, produciéndose, lo que Francisco llama “un diálogo entre dos tercos”: «Jonás, testarudo con sus convicciones de fe y el Señor testarudo en su misericordia: nunca nos abandona, llama a la puerta del corazón hasta el final, está allí”.
La fe con condiciones
El Santo Padre prosiguió explicando que Jonás «concebía la fe con condiciones; Jonás es el modelo de esos cristianos ‘con la condición de que’, cristianos con condiciones. ‘Soy cristiano, pero a condición de que las cosas se hagan así’». Y agregó que “estos cambios no son cristianos», es herejía, los cristianos que condicionan a Dios, que condicionan la fe y la acción de Dios.
Estas condiciones hace que muchos cristianos «se encierren en sus propias ideas y terminen en la ideología: es el mal camino de la fe a la ideología», expuso el Papa y subrayó que hoy “hay tantos así”, que tiene miedo «de crecer, de los desafíos de la vida, de los desafíos del Señor, de los desafíos de la historia” y están atados a «sus convicciones, en sus primeras convicciones, en sus propias ideologías».
Finalmente, resaltó “las dos figuras de la Iglesia de hoy: la Iglesia de aquellos ideólogos que están de cuclillas en sus propias ideologías, allí, y la Iglesia que muestra al Señor que se acerca a todas las realidades, que no tiene repugnancia: las cosas no le dan asco al Señor, nuestros pecados no le dan asco, Él se acerca como se acercaba a acariciar a los leprosos, a los enfermos. Porque Él ha venido para sanar, Él ha venido para salvar, no para condenar».