(ZENIT – 8 oct. 2019).- Lo importante es «que la formación de los seminaristas se replantee y se acerque a la vida de las comunidades», indica Vatican News, sobre la segunda jornada de trabajo en el Sínodo Amazónico. «Entre las propuestas hechas, finalmente, está la de pensar en la posibilidad de una ordenación diaconal para mujeres, con el fin de potenciar su vocación eclesial».
Con 183 Padres sinodales en la sala, esta mañana, 8 de octubre de 2019, se ha celebrado la 3ª Congregación general de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica, con la presencia del Papa Francisco, en la que se continuó con la presentación de las intervenciones sobre el Instrumentum laboris.
«Ante la urgente necesidad de pastores para la evangelización de la Amazonía, se requiere una mayor valoración de la vida consagrada, pero también una fuerte promoción de las vocaciones indígenas» , han debatido los Padres sinodales, «así como la posibilidad de elegir ministros autorizados para celebrar la Eucaristía o para ordenar diáconos permanentes que, en equipo, acompañados de pastores, puedan administrar los sacramentos».
Otro punto de reflexión, informa Vatican News, ha sido la formación de los ministerios ordenados, concebida en tres niveles: una formación capilar a nivel parroquial, con lectura y meditación de la Palabra de Dios; una formación intensiva a tiempo completo, destinada a los animadores y animadores de las comunidades, y una formación teológica sistemática para los candidatos a los ministerios ordenados y para los hombres y mujeres que desean participar en ministerios laicales.
La urgencia de la formación
En esta línea, el Sínodo ha reflexionado sobre la «importancia de una Iglesia de comunión que incluya más a los laicos, para que su contribución pueda sostener la obra de la Iglesia», señala el medio de información vaticano. «La complejidad de la vida contemporánea, de hecho, requiere habilidades y conocimientos específicos a los que no siempre los sacerdotes. Por esta razón, ante los numerosos desafíos de la actualidad –incluidos el secularismo, la indiferencia religiosa y la vertiginosa proliferación de iglesias pentecostales–, la Iglesia debe aprender a consultar y escuchar más la voz de los laicos».
La valorización del papel de los laicos ha vuelto al centro de la reflexión también donde se ha hablado de la falta de sacerdotes y de la dificultad, por tanto, de llevar el sacramento de la Eucaristía a los fieles: hay que pasar –se ha dicho– de una «pastoral visitante» a una «pastoral de presencia», mirando también a los nuevos carismas que se están manifestando.
Por eso, reafirmando que el celibato es un gran don del Espíritu para la Iglesia, algunos Padres sinodales han pedido pensar en la consagración sacerdotal de algunos hombres casados, los llamados viri probati, evaluando a lo largo del tiempo la validez o no de dicha experiencia. Para algunos, sin embargo, tal propuesta podría llevar al sacerdote a ser un simple oficial de la Misa y no, en cambio, un pastor de las comunidades, un maestro de vida cristiana, una presencia concreta de la cercanía de Cristo.
Derechos humanos
Asimismo, esta mañana se ha debatido en el aula nueva del Sínodo sobre la defensa de los derechos humanos y el drama de la criminalización de los líderes, de las comunidades y de los movimientos sociales, informa Vatican News.
En la Amazonía, de hecho, el número de mártires en este campo es aterrador, tanto es así que entre 2003 y 2017 los indígenas que murieron para defender sus territorios fueron 1119. No sólo eso: a menudo, los líderes sociales son víctimas de la impunidad y de la insuficiencia de poderes estatales que no garantizan su seguridad.
Desde este punto de vista, indica el informe de Vatican News, se ha reafirmado que la Iglesia debe defender a quienes luchan por proteger sus tierras creando, donde aún no existen, redes específicas de protección o activando, a nivel diocesano, acciones permanentes de desunión y de promoción de la justicia social. La tarea de la Iglesia, como ya se ha dicho en varias ocasiones, es alzar su voz contra los proyectos que destruyen.
Al mismo tiempo, los Padres sinodales han subrayado la importancia de promover una más
y una economía alejada de la «cultura de los residuos», centrándose más bien en las experiencias de
economía alternativa, como la de las pequeñas cooperativas que comercian directamente con productos
sin pasar por una producción a gran escala.
Combatir los modelos mineros depredadores
También se ha hablado en esta Cámara de la contaminación de los ríos, en los que a menudo se vierten residuos mineros, y de la deforestación, que es una amenaza cada vez más real en la Amazonia debido a la venta masiva de madera o al cultivo de coca, pero que también se ve favorecida por la legislación.
En este punto, se instó a la Iglesia a denunciar las distorsiones de los modelos mineros depredadores, ilegales y violentos, y a apoyar las normas internacionales que protegen los derechos humanos, sociales y ambientales, porque el grito de dolor de la tierra expoliada es el mismo que el de los pueblos que la habitan.
La defensa de las poblaciones originarias también fue recordada a través del martirio de muchos misioneros que dieron su vida por la causa indígena y por la protección de aquellos que son explotados y perseguidos por las amenazas que se hacen pasar por «proyectos de desarrollo».
Amazonía, tierra de migraciones
El Sínodo también reflexionó sobre el tema de la migración, tanto de los pueblos indígenas hacia las grandes ciudades, como de las personas que cruzan el Amazonas para llegar a otros países de destino. De ahí la importancia de una pastoral específica de la Iglesia: la región amazónica como zona de flujos migratorios, de hecho, es una realidad emergente –se ha señalado en el aula–, un nuevo frente misionero que debe ser abordado en un sentido intereclesial, encontrando también una mayor colaboración entre la Iglesia y la sociedad civil.
También se recordó que el drama de la migración también afecta a la juventud de la Amazonía, obligada a abandonar los países de origen porque está cada vez más amenazada por el desempleo, la violencia, el tráfico de seres humanos, el tráfico de drogas, la prostitución y la explotación sexual comercial. Es necesario, pues, que la Iglesia reconozca, valore, apoye y fortalezca la participación de la juventud amazónica en el espacio eclesial, social y político, porque los jóvenes son «profetas de la paz».