(ZENIT – 16 oct. 2019).- Con respecto a la lucha contra el hambre y la desnutrición, el Papa Francisco considera que “la primera preocupación ha de ser siempre la persona humana” y que, cuando se ponga a esta «en el lugar que le corresponde”, “las operaciones de ayuda humanitaria y los programas destinados al desarrollo tendrán una mayor incidencia y darán los resultados esperados”.
Con motivo del Día Mundial de la Alimentación, celebrado hoy, 16 de octubre de 2019, el Santo Padre ha enviado un mensaje a Qu Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Para Francisco, esta Jornada se hace eco cada año “del grito de tantos hermanos nuestros que siguen sufriendo las tragedias del hambre y la malnutrición” y el lema de 2019 («Nuestras acciones son nuestro futuro. Una alimentación sana para un mundo #HambreCero”) “pone de relieve la distorsión del binomio alimento/nutrición”.
Hábitos alimenticios inadecuados
El Papa resalta en su mensaje cómo “la comida deja de ser medio de subsistencia para convertirse en cauce de destrucción personal. Así, frente a los 820 millones de personas hambrientas, tenemos al otro lado de la balanza casi 700 millones de personas con sobrepeso, víctimas de hábitos alimenticios inadecuados” y muestra su preocupación por que en los países de renta baja “se sigue comiendo poco y mal, copiando modelos alimenticios de las áreas desarrolladas”.
Además, advierte que a esta malnutrición se le asocian patologías como la diabetes, enfermedades cardiovasculares y otras formas de enfermedades degenerativas, tales como la anorexia y la bulimia.
Ante esta realidad, el Pontífice señala que es necesaria,”una conversión de nuestro modo de actuar, y la nutrición es un punto de partida importante, pues vivimos gracias a los frutos de la creación (cf. Sal 65,10-14; 104,27-28) y estos no pueden reducirse a un simple objeto de uso y dominación”.
Estilo de vida respetuoso
De este modo, «los trastornos alimentarios solo se pueden combatir cultivando estilos de vida inspirados en una visión agradecida de lo que se nos da, buscando la templanza, la moderación, la abstinencia, el dominio de sí y la solidaridad (…)», dice el Papa, «se trata de volver a la simplicidad y a la sobriedad, y vivir cada momento de la existencia con un espíritu atento a las necesidades del otro”, añade. En definitiva, de adquirir “un estilo de vida que nos permitirá cultivar una relación saludable con nosotros mismos, con nuestros hermanos y con el entorno en el que vivimos”.
En la asimilación de esta forma de vida la familia juega un papel esencial, pues en ella “se aprende a disfrutar el fruto de la tierra sin abusar de él y se descubren las mejores herramientas para difundir estilos de vida respetuosos del bien personal y colectivo”, explica el Obispo de Roma.
Necesidad de instituciones
Por otro lado, el Santo Padre estima «cruel, injusto y paradójico que, hoy en día, haya alimentos para todos y, sin embargo, no todos tengan acceso a ellos, o que existan regiones del mundo en las que la comida se desperdicia, se desecha, se consume en exceso o se dedican alimentos a otros fines que no son alimenticios”. Y, para salir de la espiral, Francisco apunta que es preciso promover “instituciones económicas y cauces sociales que permitan a los más pobres acceder de manera regular a los recursos básicos (Enc. Laudato Si’, 109)”.
Por último, el Papa expone que “la lucha contra el hambre y la desnutrición no cesará mientras prevalezca exclusivamente la lógica del mercado y se busque solo la ganancia a toda costa (…)”.