(ZENIT – 18 oct. 2019).- Ayer, 17 de octubre de 2019, durante la XIII Congregación General del Sínodo de la Amazonía, tuvo lugar la presentación de las relaciones o informes de los doce círculos menores.
Durante estos círculos menores, los miembros del Sínodo se dividen en grupos según las diversas lenguas. Así, estos equipos de discusión se componen de 5 grupos en español, 4 en portugués, 2 en italiano, y uno en inglés y francés. Los informes realizados por los mismos son leídos en Asamblea Plenaria.
Círculo Español “C”
El tercer grupo en español es el Círculo Español “C”, que contó con el Rev. padre Roberto Jaramillo como relator y con Mons. Jonny E. Reyes Sequera como moderador.
En él se han tratado un total de 5 temas: asuntos ambientales, desarrollo y cambio climático; defensa de los Derechos Humanos y de los pueblos: territorio, cultura; migraciones y respuestas pastorales; evangelización inculturada: rostro y corazón amazónico; y, por último, necesidades eclesiales y nuevos ministerios.
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A continuación exponemos la relación completa del Círculo Español “C”.
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1. ASUNTOS AMBIENTALES, DESARROLLO Y CAMBIO CLIMÁTICO
La experiencia creatural nos remite necesariamente a El Creador como fuente y culmen de todos los dones. Hechos de tierra (humus – homo / Adamáh – Adam) estamos interconectados en ella con todas las demás creaturas; responsables del cuidado de este jardín (génesis) descubrimos que el pecado se instala precisamente cuando esa relación se pervierte tornándose autorreferencial y antropocéntrica.
En la Amazonia la degradación de la casa común es evidente y amenaza todas las formas de vida. Los problemas de la destrucción de medio ambiente no son producto sólo de la codicia internacional, sino también de la acción de gobiernos y dirigentes que, guiados por fuertes intereses económicos expolian los territorios amazónicos desconociendo los derechos de sus habitantes originales y tradicionales. Esa corrupción llega – en ocasiones – hasta las comunidades regionales y locales, sean ellas urbanas, campesinas o indígenas, bajo la expectativa de beneficios abundantes, fáciles y rápidos.
La inmensa riqueza de la amazonia hace más gritante la creciente miseria de los empobrecidos. Si la Iglesia no levanta la voz será omisa ante este pecado (ecocidio). Talvez no podamos ahora derrotar el modelo desarrollista que impera, pero sí tenemos la necesidad de tener y dejar claro el: ¿dónde nos ubicamos?, ¿al lado de quién estamos?, ¿qué perspectiva asuminos?
No somos especialista en técnicas o en análisis científico, pero si somos y debemos ser cada vez más especialistas en humanidad porque sentimos, conocemos y compartimos los problemas desafíos de los pobres, y colaboramos en la búsqueda de alternativas. No somos científicos sino pastores y profetas. Y nuestro papel también es denunciar lo que no está funcionando.
2. DEFENSA DE LOS DERECHOS HUMANOS Y DE LOS PUEBLOS: TERRITORIO, CULTURA
El interés por la promoción y respeto de todos los derechos humanos para todos no es facultativo de nuestra fe. El ser humano, siendo parte de la creación, es la obra más acabada de El Creador y en él toda la creación (la economía, las formas sociales, no menos que el arte, la religión, etc.) encuentra su sentido y su dirección.
En todos los países amazónicos hay leyes que reconocen los derechos de los pueblos indígenas, pero en la práctica estas leyes no se cumplen. Las violaciones de los DDHH están estrechamente unidas a la dinámica de las formas de violencia y explotación que sufren los pueblos, particularmente los pueblos indígenas, quilombolas y pobres. No pocos hermanos y hermanas, muchos de ellos miembros de nuestras iglesias, han dado la vida martirialmente en su defensa.
Cuando hablamos de derechos estamos interconectando derechos humanos, derechos indígenas, derechos ambientales y derechos territoriales. Queremos por eso afirmar -en el contexto de este sínodo- y reconociendo la diversidad cultural y las tradiciones de los pueblos, el derecho inviolable a la vida de todos los seres humanos desde su concepción hasta la muerte natural, pasando por otros derechos generalmente desconocidos como: el de las mujeres, los jóvenes, los niños, los trabajadores, los enfermos, los discapacitados, los grupos minoritarios sin distinción de credo, color, cultura, orientación sexual, política o social, entre otros.
3. MIGRACIONES Y RESPUESTAS PASTORALES
Existen diferentes tipos de movilidad en el territorio amazónico: una movilidad tradicional de los pueblos originales (según territorios, alianzas, estaciones, etc.) y otra que responde a condiciones exógenas, generalmente ligadas a violencias de origen que motivan el desplazamiento.
La migración forzada, dado su incremento y volumen actual, es un inédito reto político, social y eclesial. Hay elementos positivos por el contacto intercultural y el aporte de los migrantes en las sociedades de acogida, y por la generosidad con que muchas comunidades eclesiales y otras organizaciones han recibido a estos hermanos y poblaciones migrantes. Pero al mismo tiempo hay historias desgarradoras de pecado, de excusión, de abuso, de sufrimiento, de humillación y de muerte.
Destaque especial en esta realidad lo tienen, actualmente, el éxodo venezolano y la realidad de los jóvenes impelidos a migrar atraídos por el “encanto engañoso” de la urbanización y sus medios de propaganda. Muchos de ellos son atrapados por el narcotráfico y el crimen organizado, y ven sistemáticamente irrespetados derechos humanos. Las poblaciones indígenas, las mujeres y los niños sufren las peores y más desgarradoras experiencias de abuso.
Es muy importante tener una pedagogía de la prevención para con las comunidades indígenas aisladas, que en la práctica se transforma en una política de defensa de sus territorios y derechos originales; son los más vulnerables, y sus territorios son objetos privilegiados de la codicia del mercado y los poderosos (mineras, petroleras, laboratorios internacionales, madereros, etc.)
4. EVANGELIZACIÓN INCULTURADA: ROSTRO Y CORAZÓN AMAZÓNICO
La Iglesia en la Amazonia tiene historias de luces y de sombras. Agradecemos la labor de muchos misioneros y misioneras que han dado su vida (tantas veces silenciosamente) compartiendo las condiciones y preocupaciones de los pueblos indígenas y pobres de la región.
Reconocemos también que en otras ocasiones la acción de la iglesia no ha estado a la altura del desafío del diálogo que genera una verdadera inculturación de la Buena Noticia, y que este desafío hoy nos cuesta más porque cuestiona directamente nuestra manera de proceder ordinariamente en las tradiciones pastorales y organizativas que nos dan seguridad.
Es necesario también reconocer que hoy en la Amazonia hay pueblos que han sido evangelizados por otras iglesias, y otros que no han sido evangelizados y / o que permanecen en legítimo aislamiento voluntario. Todos ellos sin distinción de credo, reclaman de nuestra iglesia católica que sepa caminar con ellos, que sepa ser una “iglesia en salida”, como un “hospital de campaña” que cure sus heridas y que, como el buen samaritano, sea ante todo una iglesia testimonial: “nosotros no les pedimos que vinieran; nunca nos pidieron permiso para entrar. Sin embargo, los recibimos como hermanos y los invitamos a ser nuestros aliados” (Anitalia Pijachi).
Las Comunidades Eclesiales de Base siguen siendo una referencia importante en la caminada evangelizadora e inculturada de la iglesia. Fueron y siguen siendo la gran intuición teológico pastoral de latinoamericana. Con facilidad y frecuencia -por malas experiencia de excesiva politización, mala comunicación y falta de acompañamiento – se ha opacado y olvidado su presencia y aporte.
Uno de los principales instrumentos de la historia de la evangelización en la iglesia ha sido el trabajo en las escuelas. También las acciones educativas se ven hoy cuestionadas por la necesidad de inculturarse y son desafiadas a buscar metodologías y contenidos adecuados a los pueblos con los cuales se quiere ejercer el ministerio de la enseñanza. Para ello el primer paso es el conocimiento profundo y cordial de sus lenguajes y sus lenguas, sus creencias y sus aspiraciones, sus necesidades y sus urgencias. Y lo que es dicho para la acción educativa vale igualmente para todo el trabajo de la iglesia y particularmente el de la liturgia y la catequesis.
5. NECESIDADES ECLESIALES Y NUEVOS MINISTERIOS
Nuestras comunidades eclesiales son abundantemente bendecidas por la multiforme acción del Espíritu Santo que suscita en ellas mujeres y hombres que se ofrecen con generosidad en el servicio a los enfermos, la oración común, la instrucción de los niños y la atención a los pobres, el cuidado de la salud, el anuncio explícito de la palabra de Dios, entre otros muchos ministerios. La ministerialidad laical ha de ser reconocida como un don del Espíritu, acogida mediante el discernimiento de la propia persona y de la comunidad, y confirmada y acompañada por los responsables de la comunidad.
Una iglesia profética parte del reconocimiento de la igualdad fundamental en derechos, condiciones, y deberes respecto de todos los seres humanos. Es importante que los servicios que encargados a las mujeres no las mantengan lejos de las instancias donde se toman decisiones en la Iglesia, pues es allí donde lo que predicamos se hace realidad. Dada la tradición de la Iglesia, es posible reconocer a las mujeres el acceso a los ministerios instituidos del lectorado y del acolitado, así como al diaconado permanente.
Constatamos también que muchas de las comunidades eclesiales del territorio Amazónico tienen enormes dificultades para acceder a la Eucaristía. Sin embargo, el Espíritu Santo continúa actuando en el seno de esas comunidades y distribuyendo dones y carismas, de tal manera que también se encuentran allí hombres casados de buena reputación, responsables, ejemplo de virtudes ciudadanas y buenos líderes comunitarios, que sienten el llamado a servir al pueblo de Dios como instrumentos de la santificación del pueblo de Dios. Será importante discernir, mediante la consulta al pueblo de Dios y el discernimiento del ordinario del lugar la conveniencia de que esas personas prepararse adecuadamente y posteriormente elegidas para el servicio presbiteral. No se trata de un sacerdocio de 3º o 4º grado, ni de un simple recurso funcional para la celebración de la eucaristía sino de verdaderas vocaciones (llamados) sacerdotales.
Desde la realidad de las iglesias amazónica dirigimos, finalmente, un llamado urgente a todas las iglesias del mundo, y muy particularmente a las iglesias de los países que componen la cuenca del río Amazonas para que vuelvan sus ojos y sus corazones hacia la Amazonia y se solidaricen con las urgencias de esta región. Su solidaridad se ha de manifestar principalmente con la acción misionera de laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas dispuestos a inculturarse y servir a las iglesias amazónicas, pero también con el compartir de recursos materiales u otros que vengan a reforzar las capacidades de servicio de los vicariatos y diócesis que servimos.
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