(ZENIT – 24 oct. 2019).- Nuestra Madre Tierra. Una lectura cristiana del desafío del medio ambiente, el nuevo libro del Papa Francisco, ha sido publicado hoy, 24 de octubre de 2019, por la Librería Editorial Vaticana.
La obra contiene una recopilación de textos en los que Francisco se refiere a la defensa del medioambiente. Entre todos ellos, se encuentra uno inédito en el que el Santo Padre explica la visión cristiana de la ecología, indica Vatican News.
Además, incluye un prefacio del Patriarca Ecuménico Bartolomé I. En él, se describen las etapas de la colaboración entre ambos, en particular en los mensajes con ocasión de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación.
Dicha jornada fue constituida en 2015 y une a la Iglesia católica y a la Iglesia ortodoxa en «preocupaciones comunes por el futuro de la creación».
Conversión ambiental
El primer capítulo, de acuerdo al medio vaticano, se denomina «Visión integral» y contiene una selección de textos, sobre todo fragmentos de la Encíclica Laudato Si’, que subrayan la necesidad de proteger la casa común a través de la unión de «toda la familia humana en la búsqueda del desarrollo sostenible e integral».
Esta última idea se desarrolla en el capítulo “De un desafío de época a una oportunidad global», a partir del análisis de algunos extractos de la citada Encíclica del Santo Padre en torno a la situación actual de la crisis ambiental.
Así, la contaminación, el calentamiento global, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad constituyen las consecuencias de una explotación incontrolada consignada a seguir creciendo exponencialmente a menos que se produzca un cambio de sentido a corto plazo.
Ante ello, el Papa apunta que es necesaria una conversión ambiental que sea posible a través de la promoción de una verdadera educación ecológica que cree, especialmente en las nuevas generaciones, una toma de conciencia y, por lo tanto, una conciencia renovada.
Custodia de la creación y la vida
El libro, según la misma fuente, presenta una parte con discursos, audiencias y homilías que demuestran que Francisco, desde los primeros días de su pontificado, se refiere a la urgencia de afrontar el problema de la ecología. Se trata, de acuerdo a la misma fuente, de salvaguardar el inmenso don que Dios ha dado a todo ser vivo, pero sobre todo al hombre, el único que ha recibido el aliento de Dios «soplado en su rostro».
Por medio del Génesis, el Pontífice remarca que la custodia de la creación y la custodia de la vida humana están íntimamente conectadas y son indisociables. Asimismo, debido a estas razones, reclama el libre acceso a los bienes de la tierra necesarios para la supervivencia, situando en primer lugar el agua, sin discriminación alguna entre los pueblos.
Teología de la ecología
La obra concluye con el citado artículo inédito, titulado “Nuestra Madre Tierra, en el que el Papa Francisco ofrece una perspectiva cada vez más amplia de un discurso que no solamente implica la preocupación por el medioambiente.
A pesar de compartir muchos aspectos con la ecología secular, esta no puede ser comparada con el mensaje papal. De hecho, se describe la denominada teología de la ecología, un discurso profundamente espiritual.
La creación, fruto del amor de Dios
La creación es concebida como el fruto del amor de Dios, por cada una de sus criaturas, sobre todo por el ser humano, al que concedió el don de la creación, el lugar donde «estamos invitados a descubrir una presencia».
“Pero esto significa que es la capacidad de comunión del hombre la que condiciona el estado de la creación (…) Por lo tanto, es el destino del hombre el que determina el destino del universo», indica el Obispo de Roma.
Por otro lado, la conexión entre el hombre y la creación vive en el amor y se corrompe si fracasa y no reconoce el don que se le ha dado. La explotación irresponsable de los recursos para lograr poder y riqueza, en manos de unos pocos, comporta un desequilibrio que lleva a destruir el mundo y a las personas.
Estado de emergencia
El Santo Padre se cuestiona si el estado de emergencia ambiental en el que estamos inmersos puede convertirse en una oportunidad para retroceder, elegir la vida y revisar los modelos económicos y culturales que hacen reales la justicia y el compartir y en los que todo ser humano ostenta su propia dignidad y derechos.
En una sociedad como la actual en la que se privilegia el tener por encima del ser, los que no tienen nada «corren el riesgo de perder el rostro, porque desaparecen, de convertirse en uno de los invisibles que pueblan nuestras ciudades», expuso Juan Pablo II.
Las estructuras de pecado, añade el papa polaco, «producen maldad, contaminan el medio ambiente, hieren y humillan a los pobres, favorecen la lógica de la posesión y del poder”.
Perdón
Para el Papa Francisco, la revolución tecnológica y el compromiso individual no son soluciones suficientes, ya que la conciencia se adquiere principalmente a través de un «auténtico espíritu de comunión».
Así, es preciso recurrir al perdón: “pedir perdón a los pobres, a los excluidos, en primer lugar, para poder pedir perdón también «a la tierra, al mar, al aire, a los animales….», afirmó.
Y agrega que pedir perdón significa examinar totalmente el propio modo de ser y de pensar, renovarse profundamente. Y este perdón solo es posible en el Espíritu Santo, es una gracia que se ha de pedir a Dios con humildad.
Eucaristía
Además de revisar el estilo de vida y cambiar la mentalidad, el Pontífice habla sobre la necesidad de presentar una visión. Dicha visión es aprendida por el creyente a través de la liturgia, especialmente en la Eucaristía.
El hombre ofrece el pan y el vino, alimentos obtenidos del trigo y la uva a partir de una transformación de la naturaleza realizada por el ingenio humano, y el Espíritu Santo los convierte el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Dios devuelve dichos alimentos en su propio Hijo.
De este modo, el pan y el vino forman parte de una circularidad de símbolos: don de Dios, compromiso del hombre, trabajo, esfuerzo comida necesaria y cotidiana, pan, alegría y celebración del vino.
«Y así como en la Eucaristía el pan y el vino se convierten en Cristo porque están bañados en el Espíritu – el amor personal del Padre –, la creación se convierte en la palabra personal de Dios cuando se usa con amor», expresa el Pontífice.