(ZENIT –28 oct. 2019).- El Documento final del Sínodo de la Amazonía incluye la propuesta de “establecer criterios y disposiciones de parte de la autoridad competente (…), de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituída y estable (…)».
Esta proposición surge ante las enormes dificultades para acceder a la Eucaristía que muchas comunidades eclesiales amazónicas presentan. Concretamente, aparece en el punto 111 del citado documento, apreciando el celibato como un “don de Dios” y “considerando que la legítima diversidad no daña la comunión y la unidad de la Iglesia, sino que la manifiesta y sirve (LG 13; OE 6)”.
El Documento final de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos sobre la Región Panamazónica bajo el tema Amazonía: Nuevos Caminos para la Iglesia y para una Ecología Integral, presenta 120 puntos y está dividido en una introducción, cinco capítulos y una conclusión.
La conversión sinodal
Los capítulos responden a cinco conversiones: la conversión integral, la conversión pastoral, la conversión cultural, la conversión ecológica y la conversión sinodal. Así, efectivamente, el capítulo V, titulado “Nuevos caminos de conversión sinodal” está centrado en esta “dimensión constitutiva de la Iglesia”.
En concreto, el capítulo comienza subrayando dicha necesidad de conversión sinodal, en “un horizonte de comunión y participación buscamos los nuevos caminos eclesiales, sobre todo, en la ministerialidad y la sacramentalidad de la Iglesia con rostro amazónico”. En dichos caminos, prosigue el texto, “la vida consagrada, los laicos y entre ellos las mujeres, son los protagonistas antiguos y siempre nuevos”.
Sinodalidad y Espíritu Santo
Así, en el punto 87, se describe que dicha sinodalidad “indica la forma específica de vivir y actuar (modus vivendi et operandi) de la Iglesia del Pueblo de Dios, que manifiesta y realiza de manera concreta su ser “comunión”, en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en la participación activa de todos sus miembros en su acción evangelizadora (…)”.
En esta línea, en el siguiente punto se señala que para caminar juntos en la Iglesia es preciso “fortalecer una cultura de diálogo, de escucha recíproca, de discernimiento espiritual, de consenso y comunión para encontrar espacios y modos de decisión conjunta y responder a los desafíos pastorales”. Igualmente, se resalta en el 89, “ser verdaderamente ‘sinodal’ es avanzar en armonía bajo el impulso del Espíritu (Santo) vivificador”.
En el 90, por su parte, se expone que “el discernimiento comunitario permite descubrir una llamada que Dios hace oír en cada situación histórica” y que el Sínodo de la Amazonía constituye “un momento de gracia para ejercitar la escucha recíproca, el diálogo sincero y el discernimeinto comunitario para el bien común del Pueblo de Dios en la Región Amazónica, y luego, en la etapa de actuación de las decisiones, para seguir caminando bajo el impulso del Espíritu Santo en las pequeñas comunidades, las parroquias, las diócesis, los vicariatos, las ‘prelacías’, y en toda la región”.
Eucaristía, “culmen de la comunión sinodal”
El documento final reconoce el derecho de la comunidad a la Eucaristía, pues “la vida sacramental es la integración de las diversas dimensiones de la vida humana en el Misterio Pascual, que nos fortalece”, motivo por el que las comunidades “claman verdaderamente por la celebración de la Eucaristía” (punto 110).
Y es que este sacramento constituye “punto de llegada (culmen y consumación) de la comunidad; pero es, a la vez, punto de partida: de encuentro, de reconciliación, de aprendizaje y catequesis, de crecimiento comunitario”.
El papel de las mujeres
Con respecto a la sección del capítulo dedicada a la “ministerialidad eclesial”, los párrafos del 99 al 103 se refieren a la cuestión de “la presencia y la hora de la mujer”, uno de los más discutidos mediáticamente durante la Asamblea.
En concreto, el 102 pide revisar el Motu Propio de San Pablo VI, Ministeria quedam, “para que también mujeres adecuadamente formadas y preparadas puedan recibir los ministerios del Lectorado y el Acolitado”, entre otros. Y, dado que en los “nuevos contextos de evangelización y pastoral en la Amazonía», «la mayoría de las comunidades católicas son lideradas por mujeres” se pide que “sea creado el ministerio instituido de ‘la mujer dirigente de la comunidad’” y que todo esto sea reconocido “dentro del servicio de las cambiantes exigencias de la evangelización y de la atención a las comunidades”.
Al mismo tiempo, en el número 103, se hace referencia a la “Comisión de Estudio sobre el Diaconado de las Mujeres”, creada por el Papa Francisco en 2016 en la que se “llegó a un resultado parcial sobre cómo era la realidad del diaconado de las mujeres en los primeros siglos de la Iglesia y sus implicaciones hoy” y se expone que “nos gustaría compartir nuestras experiencias y reflexiones con la Comisión y esperamos sus resultados”.
Diaconado permanente
En el documento se recoge la importancia y la urgencia del diaconado permanente para la Iglesia Amazónica, “por el servicio eclesial que requieren muchas comunidades, especialmente los pueblos indígenas” (número 104).
Se incide también en la relevancia de la formación permanente de este diaconado, que, “además de las asignaturas obligatorias, debe incluir temas que favorezcan el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural, la historia de la Iglesia en la Amazonía, el afecto y la sexualidad, la cosmovisión indígena, la ecología integral y otros temas transversales que son típicos del ministerio diaconal” y “un programa de seguimiento para la formación continua (espiritualidad, formación teológica, asuntos pastorales, actualizaciones de documentos de la iglesia, etc.), bajo la guía del obispo” (106).
Laicado y vida consagrada
El punto número 94 reconoce “la necesidad de fortalecer y ampliar los espacios para la participación del laicado, ya sea en la consulta como en la toma de decisiones, en la vida y en la misión de la Iglesia”. En el siguiente se describe que “para la Iglesia amazónica es urgente que se promuevan y se confieran ministerios para hombres y mujeres de forma equitativa” como muestra de la la conciencia de la dignidad bautismal”.
De este modo, en el 95, se contempla que “el Obispo pueda confiar, por un mandato de tiempo determinado, ante la ausencia de sacerdotes en las comunidades, el ejercicio de la cura pastoral de la misma a una persona no investida del carácter sacerdotal, que sea miembro de la comunidad”.
En cuanto a los consagrados, el punto 98 propone apostar por una vida consagrada a Dios con identidad amazónica, fortaleciendo las vocaciones autóctonas, apoyando “la inserción y la itinerancia de los consagrados, junto a los más empobrecidos y excluidos” y resaltando que “los procesos formativos deben incluir el enfoque desde la interculturalidad, la inculturación y los diálogos entre espiritualidades y cosmovisiones amazónicas”.
Formación inculturada
Los puntos 107 y 108 hablan sobre la importancia de la formación de los sacerdotes: “una escuela comunitaria de fraternidad, experiencial, espiritual, pastoral y doctrinal, en contacto con la realidad de las personas, en armonía con la cultura local y la religiosidad, cerca de los pobres”. Es necesario preparar pastores “alimentados por la Eucaristía y la Sagrada Escritura”.
Por otro lado, para hacer frente a los retos “pastorales y misioneros” de la Amazonía, se apunta a incluir en los contenidos académicos disciplinas que aborden la ecología integral, la eco teología, la teología de la creación, las teologías indias, la espiritualidad ecológica, la histórica de la Iglesia en la Amazonía, la antropología cultural amazónica, etc.” y a insertar los centros formativos en “la realidad Amazónica”.
Fondo amazónico
De acuerdo al párrafo 112, la extensión de territorio amazónico, unida a las escasez de ministros ordenados y de recursos financieros, llevan replantearse, “la forma de organizar las iglesias locales, repensar las estructuras de comunión en los niveles provinciales, regionales, nacionales y, también, desde la Panamazonía” y exige “articular espacios sinodales y generar redes de apoyo solidario”
Así, con fin de lograr “una Iglesia presente, solidaria y samaritana”, se sugiere “crear un fondo Amazónico para el sostenimiento de la evangelización; sensibilizar y estimular a las agencias internacionales de cooperación católica para que apoyen más allá de los proyectos sociales a las actividades de evangelización”.
Universidad y episcopado amazónicos
Del mismo modo, en el punto 114, se realiza la propuesta de una “Universidad Católica Amazónica basada en la investigación interdisciplinaria (incluyendo estudios de campo), en la inculturación y en el diálogo intercultural; que la teología inculturada incluya la formación conjunta para ministerios laicales y formación de sacerdotes, basada principalmente en la Sagrada Escritura”.
Por último, el 115 recoge la idea de crear “un organismo episcopal que promueva la sinodalidad entre las iglesias de la región, que ayude a delinear el rostro amazónico de esta Iglesia y que continúe la tarea de encontrar nuevos caminos para la misión evangelizadora, en especial incorporando la propuesta de la ecología integral, afianzando así la fisonomía de la Iglesia amazónica”.
Rito Amazónico
En los puntos 116 y 119 hablan tratan sobre el Rito Amazónico, apuntando que la Iglesia, en su labor evangelizadora, debe trabajar para que “el proceso de inculturación de la fe, se exprese en las formas más coherentes, a fin de que también pueda celebrarse y vivirse según las lenguas propias de los pueblos amazónicos”. Es urgente, por tanto, formar comités de traducción y redacción de textos bíblicos y litúrgicos en las distintas lenguas “preservando la materia de los sacramentos y adaptándolos a la forma, sin perder de vista lo que sea esencial” y potenciando “la música y el canto, todo lo cual es aceptado y fomentado por la liturgia”.
El nuevo organismo de la Iglesia en la Amazonía se encargaría de convocar una comisión competente para estudiar y dialogar la elaboración de un rito amazónico, “que exprese el patrimonio litúrgico, teológico, disciplinario y espiritual amazónico, con especial referencia a lo que la Lumen Gentium afirma para las Iglesias orientales (cf. LG 23)”.