(ZENIT – 4 dic. 2019).- Esta mañana, antes de la audiencia general, el Pontífice ha recibido en audiencia en el Vaticano a los miembros del Consejo directivo del sindicato autónomo independiente polaco Solidarnosc, con ocasión del 40º aniversario de su fundación.
«Me congratulo por vuestro servicio en favor del bien común y de los diversos grupos profesionales en Polonia», ha anunciado el Santo Padre, y ha recordado «que la presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan por el bien, la verdad y la justicia».
Solidaridad es una federación sindical polaca, fundada en septiembre de 1980 y dirigida por Lech Wałęsa. De raíces cristianas, nació de las luchas obreras y campesinas por la libertad sindical, entendiendo esta como el poder constituir organizaciones independientes al Partido Obrero Unificado Polaco, que gobernaba el país, y en contra del gobierno comunista.
Un signo de apertura al Espíritu de Dios, les ha dicho el Papa durante el encuentro, es la «actitud de solidaridad con las personas privadas de sus derechos inalienables», solidaridad que se lleva a cabo en el campo del trabajo y del estudio, en las relaciones sociales, económicas, políticas e internacionales.
Francisco ha concluido su discurso encomendado a Dios los dones del Espíritu Santo para todos los miembros del sindicato, para que las iniciativas que emprendan se inspiren siempre en la regla cristiana: «Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas», ha expresado.
A continuación publicamos las palabras que el Papa ha dirigido a los presentes durante el encuentro:
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Saludo del Santo Padre
Ilustres señoras y señores
Os doy mi cordial bienvenida y os agradezco esta visita, con motivo del 40 aniversario de la fundación del sindicato independiente y autónomo Solidarnosc en Polonia que como demuestra la historia reciente, ha sido protagonista de los cambios políticos y sociales en vuestro país y también ha desempeñado un papel inspirador más allá de sus fronteras.
Me congratulo por vuestro servicio en favor del bien común y de los diversos grupos profesionales en Polonia; y quiero recordar que la presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan por el bien, la verdad y la justicia (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 71). Hace cuarenta años, san Juan Pablo II invocaba para sus compatriotas esta misma presencia de Dios y el soplo del Espíritu Santo, exclamando: «¡Baje tu Espíritu! ¡Y renueve la faz de la tierra. De esta tierra!» (Homilía, Varsovia, 2 de junio de 1979).
Un signo de apertura al Espíritu de Dios es la actitud de solidaridad con las personas privadas de sus derechos inalienables, solidaridad que se lleva a cabo en el campo del trabajo y del estudio, en las relaciones sociales, económicas, políticas e internacionales (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 205). «La palabra ‘solidaridad’ está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad» (ibíd., 188). Es una sensibilidad a la voz de los hermanos y hermanas que están privados del derecho a unas condiciones de trabajo decentes, a la justa recompensa necesaria para mantener a la familia, a la asistencia sanitaria o al descanso.
“En el diálogo con el Estado y con la sociedad, la Iglesia no tiene soluciones para todas las cuestiones particulares. Pero junto con las diversas fuerzas sociales, acompaña las propuestas que mejor respondan a la dignidad de la persona humana y al bien común». (ibíd., 241). Hay que recordar que la condición para que se produzcan cambios positivos en las estructuras sociales es, ante todo, un cambio de mentalidad, de convicciones y de actitudes, al que las generaciones más jóvenes deben ser educadas. De otro modo, tarde o temprano, las nuevas estructuras ya no servirán al bien común, sino a grupos particulares, y se volverán corruptas, pesadas e ineficaces, e incluso dañinas (cf. ibíd., 189).
Pido a Dios los dones del Espíritu Santo para vosotros y para todos los miembros de vuestro sindicato, para que las iniciativas que emprendáis se inspiren siempre en la regla cristiana: «Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas» (Ga 6,2). Invoco la intercesión de la Madre de Dios, Reina de Polonia, deseando la fructuosa perseverancia de vuestra labor de asistencia y apoyo. ¡Que Dios os bendiga!
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