(ZENIT – 29 diciembre 2019).- María, José y Jesús, la Sagrada Familia de Nazaret, representa una respuesta coral a la voluntad del Padre: los tres miembros de esta singular familia se ayudan mutuamente a descubrir y realizar el proyecto de Dios. Dijo el Papa Francisco, este domingo, 29 de diciembre de 2019, Domingo de la Sagrada Familia. El Papa Francisco expresó estos deseos, en italiano, antes de la oración del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, en presencia de decenas de miles de personas.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Verdaderamente hoy es una hermosa jornada. Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. El término «sagrada» coloca a esta familia en el ámbito de la santidad, que es un don de Dios pero, al mismo tiempo, es una adhesión libre y responsable para unirse al proyecto de Dios. Así fue para la familia de Nazaret: estaba totalmente disponible a la voluntad de Dios.
Cómo no asombrarse de la docilidad de María a la acción del Espíritu Santo que le pide que se convierta en la madre del Mesías? por que María, como toda joven de su tiempo, estaba a punto de realizar su proyecto de vida en una profunda comunión con su esposo José. Pero cuando se da cuenta de que Dios la llama a una misión particular, no duda en proclamarse su «sierva» (cf. Lc 1,38). Jesús exaltará la grandeza en ella no tanto por su papel de madre, sino por su obediencia a Dios, Jesús dijo: «¡Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!» como María (Lc 11:28). Y cuando no comprende plenamente los acontecimientos que la implican, María en silencio medita, reflexiona y adora la iniciativa divina. Su presencia al pie de la cruz consagra esta disponibilidad total.
En lo que respecta a José, el Evangelio no nos deja ni una sola palabra: no habla, sino que actúa obedeciendo. En el hombre del silencio, en el hombre de la obediencia. La página del Evangelio de hoy (cf. Mt 2,13-15.19-23) nos recuerda tres veces esta obediencia del justo José, refiriéndose a la huida a Egipto y el regreso a la tierra de Israel. Bajo la guía de Dios, representado por el Ángel, José aleja a su familia de las amenazas de Herodes y la salva. De esta manera, la Sagrada Familia se solidariza con todas las familias del mundo que se ven obligadas a exiliarse, se solidariza con todos aquellos que se ven obligados a dejar su tierra por la represión, la violencia y la guerra.
Finalmente, la tercera persona de esta familia, Jesús. Él es la voluntad del Padre: en Él, dice San Pablo, no hubo un «sí» y un «no» sino sólo «sí» (véase 2Cor 1,19). Y esto se manifestó en muchos momentos de su vida terrenal. Por ejemplo, el episodio en el templo cuando, a los angustiados padres que lo buscaban, respondió: «¿No saben que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?» (Lc 2,49); su constante repetir: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado» (Jn 4,34); su oración en el Huerto de los Olivos: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad» (Mt 26, 42). Todos estos acontecimientos son la realización perfecta de las mismas palabras de Cristo, que dice: «No has querido ni sacrificio ni ofrenda […]. Entonces dije: «He aquí que vengo […] a hacer, oh Dios, tu voluntad» (Eb 10.5-7; Sal 40.7-9).
María, José y Jesús, la Sagrada Familia de Nazaret, representa una respuesta coral a la voluntad del Padre: los tres miembros de esta singular familia se ayudan mutuamente a descubrir y realizar el proyecto de Dios. Ellos rezaban, trabajaban, se comunicaban y yo me pregunto: Tú en tu familia, ¿sabes comunicarte?, ¿o eres como aquellos chicos, que en la mesa cada uno con su móvil está chateando? la comida parece como un silencio, como si estuvieran en mis, pero no se comunican entre ellos. Debemos retomar la comunicación, los padres, los hijos con los abuelos, pero comunicarse, con los hermanos entre sí. Este es un deber que hay que hacer hoy, hoy precisamente en la Jornada de la Sagrada Familia. Que la Sagrada Familia sea el modelo de nuestras familias, para que los padres y los hijos se sostengan mutuamente en la adhesión al Evangelio, fundamento de la santidad de la familia.
Confiemos a María «Reina de la Familia», todas las familias del mundo, especialmente las que están probadas por el sufrimiento o el malestar… e invocamos sobre ellos su protección maternal.