(zenit – 19 oct. 2020).- El Papa Francisco recibió en audiencia en el Palacio Apostólico Vaticano a los Carabineros de la Compañía Roma San Pedro el pasado sábado, 17 de octubre de 2020.
“Os animo a ser en todas partes promotores de una ciudadanía responsable, a ayudar a la gente a ser buenos ciudadanos, a ser custodios del derecho a la vida, a través de vuestro esfuerzo por la seguridad y la incolumidad de las personas”, dijo el Santo Padre en su discurso.
Francisco agradeció el servicio que los carabineros, junto con las demás fuerzas italianas y vaticanas prestan a la Santa Sede, que favorece el “desarrollo tranquilo” de todos los eventos que atraen a miles de peregrinos y turistas de todo el mundo.
Diligencia del cuerpo de Carabineros
El Obispo de Roma destacó la labor de este cuerpo, un trabajo que requiere “una disponibilidad paciente a las solicitudes de las personas”, además de un “profesionalismo y sentido de la responsabilidad” que “expresan y fortalecen el sentido de solidaridad dentro de la comunidad social”.
Francisco subrayó también cómo “estáis llamados a prestar especial atención a las personas frágiles y desvalidas, sobre todo a los ancianos, que son la raíz de nuestra cultura, la memoria viva de nuestra cultura”.
Esto se ve facilitado “por la relación de confianza y dedicación al bien común que suele establecerse entre los carabineros y la gente” y es más meritorio “cuando sucede sin que nadie se entere, a través de esos pequeños pero significativos gestos de vuestro servicio diario”, apuntó.
A continuación, sigue el discurso completo del Papa Francisco.
***
Discurso del Santo Padre
Me alegra recibiros y daros a cada uno de vosotros mi más cordial bienvenida. Saludo al Comandante General del Arma de Carabineros, a quien agradezco sus palabras, al Comandante de la Compañía “San Pedro”, a los demás Comandantes y Oficiales y a todos vosotros, aquí presentes.
Deseo expresaros mi gratitud por el servicio que prestáis a la Santa Sede, colaborando con las demás fuerzas italianas y vaticanas para la seguridad y el orden público. Vuestra apreciada labor en los alrededores de la Ciudad del Vaticano favorece el desarrollo tranquilo de los eventos que, a lo largo del año, atraen a peregrinos y turistas de todo el mundo. Es una actividad que requiere, por un lado, la necesidad de que se respeten las instrucciones que se imparten y, por otro, una disponibilidad paciente a las solicitudes de las personas. Esa paciencia que tenéis con todos los que os preguntan algo, también con los curas. Gracias por ello.
El profesionalismo y el sentido de responsabilidad, del que dais testimonio en el territorio expresan y fortalecen el sentido de solidaridad dentro de la comunidad social. En vuestro trabajo, alrededor del Vaticano como en otras zonas de la ciudad, estáis llamados a prestar especial atención a las personas frágiles y desvalidas, sobre todo a los ancianos, que son la raíz de nuestra cultura, la memoria viva de nuestra cultura. Esto se ve facilitado por la relación de confianza y dedicación al bien común que suele establecerse entre los carabineros y la gente. Es curioso, esto, es verdad. Cuando una persona se encuentra con un carabinero, es consciente de que puede contar con su ayuda. Y es más meritorio cuando sucede sin que nadie se entere, a través de esos pequeños pero significativos gestos de vuestro servicio diario. Si tampoco vuestros superiores ven estas acciones escondidas, sabéis que Dios las ve y no las olvida.
Vuestra misión se traduce en la dedicación al prójimo y os compromete cada día a corresponder a la confianza y a la estima que la gente deposita en vosotros. Esto requiere disponibilidad constante, prudencia, espíritu de sacrificio y sentido del deber. Os animo a ser en todas partes promotores de una ciudadanía responsable, a ayudar a la gente a ser buenos ciudadanos, a ser custodios del derecho a la vida, a través de vuestro esfuerzo por la seguridad y la incolumidad de las personas. En el ejercicio de vuestra profesión tened siempre presente que cada persona es amada por Dios, es su criatura y como tal merece respeto. Que la gracia del Señor alimente día a día el espíritu con el que os dedicáis a vuestro trabajo, animándoos a vivirlo todavía con más atención y dedicación.
Renuevo a todos vosotros mi gratitud por la presencia vigilante y discreta alrededor del Vaticano. ¡Que el Señor os lo pague! Cada mañana cuando llego a mi estudio en la Biblioteca, rezo a la Virgen y luego me asomo a la ventana para mirar la Plaza, para mirar la ciudad, y allí al final de la Plaza, os veo. Todas las mañanas os saludo de corazón y os doy las gracias. Espero que vuestra fe, la tradición de fidelidad y generosidad de la que sois herederos, los ideales del Arma, os ayuden a encontrar en vuestro servicio siempre nuevos motivos de realización. Que cada uno de vosotros viva experiencias positivas para su vida profesional, personal y familiar.
Invoco sobre vosotros y sobre vuestro trabajo diario los dones del Espíritu Santo. Os confío a la protección maternal de Nuestra Señora, a la que veneráis con el título de Virgo fidelis. Acudid a ella con confianza, sobre todo en los momentos de cansancio y dificultad, seguros de que, como Madre tiernísima, sabrá presentar vuestras necesidades y expectativas a su Hijo Jesús. Ella es madre y como todas las madres sabe cómo guardar, como cubrir, como ayudar. De todo corazón os bendigo, junto con vuestras familias. Y os pido por favor que recéis por mí. ¡Gracias!
© Librería Editora Vaticana