Por: Gianpaolo Crepaldi, Arzobispo de Trieste
(ZENIT Noticias / Trieste, 18.07.2022).- El Observatorio de Doctrina Social de la Iglesia “Cardenal Vanh Thuan” publicó en su boletín 2 del año 2022, un artículo del arzobispo de Trieste, sobre cultura de la cancelación, en el contexto de un dossier sobre “Evangelización de América y cultura de la cancelación”. Ofrecemos la traducido al castellano de ese artículo.
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Una nación sin cultura es algo muy triste. Sería una nación donde la gente no sabe qué defender, no sabe qué cultivar, no sabe qué transmitir. La “Cancel culture” es la que derriba las estatuas de Cristóbal Colón, a los misioneros que evangelizaron las Américas, a todo Padre Fundador, sea el que sea y lo que fundó, y se extiende a querer borrar toda la cultura occidental: la metafísica griega, el derecho romano, la cultura cristiana… pero es un hecho cultural también. Para borrar la cultura hay que expresar la cultura. El nihilismo anticultural también es una cultura. La contradicción es obvia, pero no parece que los defensores de esta moda puedan verlo, ya que el principio de no contradicción, también, es muy probable que sea víctima de su borrado.
Si, pues, también se trata de una cultura, habrá que profundizar en su naturaleza. A lo largo de la historia ha habido muchos «borrados culturales». No me refiero tanto a la damnatio memoriae que cada vencedor ha decretado para la cultura de los vencidos. Todas las guerras han producido estos fenómenos. Me refiero al deseo de empezar «de nuevo», típico de muchas culturas filosóficas de la modernidad. Uno de los casos más típicos fue el de Descartes, que puso en duda todo el conocimiento de la cultura a la que pertenecía, prácticamente toda la cultura occidental, precisamente para volver a empezar desde cero. La Ilustración y luego los positivistas hicieron lo mismo. El mismo compromiso está presente en el marxismo. Por supuesto, todos ellos -y otros que no podemos mencionar aquí- ya tenían en mente una nueva cultura cuando querían acabar con la suya. Descartes quería una cultura basada en la ciencia geométrica, la Ilustración en la razón operativa, el positivismo en la ciencia experimental y el marxismo en la praxis. Lo nuevo ya estaba ahí cuando quisieron borrar lo viejo.
Esta actitud que privilegia lo nuevo sobre lo viejo, que hace coincidir la virtud con la adhesión a las novedades históricas y el pecado con la preservación del pasado, es característica de la modernidad como tal, incluso en su versión nihilista de la “cultura de la cancelación”. Puede llamarse progresismo y su consigna puede ser la revolución. El progresismo y la revolución son incesantes, porque el resultado de una revolución es fatalmente destruido por la siguiente, y el progreso de hoy es necesariamente la antigüedad de mañana. No se puede conservar nada. En realidad, aquí también hay una contradicción. El progreso quiere que todo cambie, pero no el progreso que debe permanecer. El progreso debe preservarse como algo incontestable y nunca criticable, nunca superable, nunca borrable. Lo mismo ocurre con la revolución: las revoluciones lo cambian todo, pero no la realidad inmutable de la revolución, que sigue siendo absoluta. Incluso el «borrado» debe borrarlo todo, pero el borrado debe seguir siendo un principio absoluto.
Se puede ver entonces, en la cultura de Cancel, junto con su estrecha conexión con el espíritu moderno, la copresencia de lo relativo y lo absoluto, del cambio y la permanencia porque el cambio debe ser permanente y lo relativo debe ser absoluto.
Ahora bien, este es un carácter típico del gnosticismo, por lo que la cultura de la cancelación debe ser definida como un fenómeno gnóstico. El desprecio a la realidad y al orden, a la creación y a las normas sedimentadas en la historia. La valorización del renacimiento, de una nueva creación, de un mundo nuevo, de un hombre nuevo, de una palingenesia. La liberación de las limitaciones de la realidad, la verdad, el pasado, la salvación como indiferencia al mal y como hecho de conciencia. En la “cultura de la cancelación” encontramos muchos aspectos de la gnosis eterna. Y así no podemos dejar de encontrar también su lucha contra la fe cristiana, que siempre ha sido su principal enemigo.
En el nuevo número del boletín, no hablamos directamente de la “cultura de la cancelación” porque hemos preferido rebatirla presentando correctamente uno de sus temas más preciados (sic): la evangelización de las Américas. Durante mucho tiempo ha existido la llamada «leyenda negra» sobre ella, fruto de la propaganda ilustrada y antirreligiosa de la burguesía anglófona y protestante. Ha habido siglos de desinformación planificada sobre la evangelización de las Américas. Sin embargo, hoy en día hay más, ya que la “cultura de cancelación” ha apuntado directamente a este patrimonio, el principal objetivo del deseo de borrado. Por ello, en lugar de polemizar contra la “cultura de la cancelación”, se ha considerado más conveniente y útil realzar y plantear en la perspectiva adecuada lo que se quiere borrar.
Traducción del original en italiano traducido por el director editorial de ZENIT.