El Papa se reunió con miembros de la Congregación de los Misioneros de Mariannhill. Foto: Vatican Media

Un llamado a la conversión pastoral: Papa a Misioneros de Mariannhill

Discurso a los padres capitulares de la Congregación de los Misioneros de Mariannhill.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 20.10.2022).- Por la mañana del jueves 20 de octubre, el Papa recibió en audiencia a los participantes en el Capítulo General de los Misioneros de Mariannhill. Se trata de una congregación religiosa que surgió en África del sur, en torno al Monasterio trapense que dio nombre a la congregación. Su fundador es el siervo de Dios, Abad Francisco Pfanner, mejor conocido como «el apóstol de los zulúes» (población surafricana de más de 10 millones de personas). A continuación el discurso del Papa:

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Me complace saludarles mientras se preparan para concluir su 17º Capítulo General. Agradezco al Superior General sus amables palabras de presentación y le expreso mis mejores deseos a él y al Consejo.

Su Capítulo tiene lugar después de la celebración de los primeros cien años de la Congregación, y busca llevar adelante, en medio de los desafíos de la época actual, el celo por la evangelización que inspiró al Abad Franz Pfanner y a sus compañeros trapenses a sentar las bases de su distintivo apostolado. Espero que vuestras deliberaciones confirmen a la Congregación en su carisma fundacional, que une la fidelidad a los consejos evangélicos con la pasión por la difusión del Evangelio ad gentes y el incremento del Reino de Cristo en santidad, justicia y paz.

El tema del Capítulo –«Solidaridad: llamados a tener un solo espíritu y un solo objetivo»– es especialmente oportuno, a la luz del amplio camino sinodal emprendido en los últimos meses por la Iglesia universal, en preparación de la Asamblea del Sínodo de los Obispos del próximo año. Este camino eclesial pretende favorecer la comunión, la participación y el compromiso misionero de todos los bautizados, a través de un proceso de discernimiento espiritual centrado en el encuentro, la escucha y la reflexión, para llegar a una apertura cada vez mayor a la novedad del Espíritu y a sus impulsos. Un elemento esencial del proceso sinodal es el desarrollo de un mayor sentido de corresponsabilidad de los fieles laicos en la vida y el futuro de la Iglesia.

Esta preocupación se refleja claramente en la referencia de su Capítulo al apasionado llamamiento de San Pablo a la comunidad cristiana de Corinto para que estén «en perfecta unión de ánimo y propósito» (1 Cor 1,10). La historia de vuestra Congregación muestra que, desde el principio, la predicación del Evangelio ha ido acompañada del compromiso de fomentar las vocaciones autóctonas, de promover el desarrollo humano integral en las comunidades locales y de desarrollar un espíritu de responsabilidad compartida por el bien común. Mientras perseveráis en vuestros esfuerzos por avanzar en esta unidad y solidaridad al servicio del Evangelio, os animo a cultivar una constante conversión pastoral, que puede expresarse en todas las dimensiones de la vida y la actividad de vuestra Congregación, desde la formación sacerdotal y espiritual de los laicos hasta la planificación concreta de proyectos apostólicos. Si la sinodalidad a la que está llamada la Iglesia en nuestro tiempo implica caminar juntos y escuchar juntos, seguramente la primera voz que debemos escuchar debe ser la del Espíritu Santo (cf. Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, 18 de septiembre de 2021).

No muy lejos de nosotros se encuentra el gran obelisco de la Plaza de San Pedro. Todos conocen la impresión que causó en el abad Pfanner la historia de la erección del gran monolito. A pesar del inmenso esfuerzo humano, el obelisco sólo pudo salvarse de la caída en el último momento vertiendo agua sobre las cuerdas. Hoy, como siempre, se necesita el agua del Espíritu Santo, no sólo para hacer florecer el trabajo de nuestras manos, sino sobre todo para ablandar la dura tierra de nuestros corazones. Le aseguro mi oración para que, a través de una nueva efusión del Espíritu, su Capítulo dé abundantes frutos espirituales para el crecimiento de los Misioneros de Mariannhill en santidad y servicio fiel al Evangelio. Y os deseo este «ablandamiento» de la caridad, nada de corazones duros, nada de cerrazones: con la caridad cercana y la palabra suave, que hace el Espíritu cuando trabaja en un corazón. Y esa hermosa mansedumbre: te deseo esto. Os encomiendo a vosotros y a vuestros hermanos a la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, y os bendigo de corazón. Y por favor, les pido que recen por mí. Gracias.

Traducción del original en italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción zenit

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