(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 04.12.2022).- Por la mañana del sábado 2 de diciembre el Papa recibió en audiencia a miembros del Forum de las Asociaciones Familiares de Italia. Debido a la cantidad de personas participantes en la audiencia, esta se tuvo en el Aula Pablo VI del Vaticano. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa. En este discurso el Papa expresó tres caminos para que matrimonios y familias sigan avanzando.
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Agradezco al Presidente Gianluigi De Palo sus palabras y el trabajo que ha realizado en los últimos años en el Foro de Asociaciones Familiares, ¡no es tímido! -Y os agradezco a todos que intentéis mantener alta la voz de las familias en Italia: una voz no quejumbrosa, sino proactiva; una voz no ideológica, sino capaz de interpretar la realidad y las necesidades de las familias italianas, especialmente las que tienen varios hijos, que se encuentran injustamente penalizadas.
1º El testimonio gozoso de ser familia
Antes, sin embargo, quisiera deciros que veo en vosotros un testimonio de la alegría de ser familia, es decir, del mensaje central que he querido dar con la Exhortación Amoris laetitia. La alegría de ser una familia no significa que todo vaya bien, que no haya problemas… No, no es eso. Todos sabemos que la vida familiar se compone de momentos felices y otros dolorosos, de periodos más serenos y otros más difíciles, a veces duros. Pero hay una alegría que puede atravesar todas estas situaciones, porque se encuentra en un nivel más profundo, y que proviene precisamente de ser familia, percibida como un regalo, con un íntimo sentido de la gratitud. Una gratitud que se dirige en primer lugar a Dios, y luego a nuestros antepasados, bisabuelos, abuelos, padres; pero también a los hijos y a los nietos, por supuesto, porque los pequeños regeneran el amoris laetitia en los mayores y en los adultos. Repito: no hablo de una familia ideal, de un modelo estándar que hay que aplicar para ser feliz. Cada familia tiene su propia trayectoria e historia, al igual que cada persona. Hablo de la realidad concreta de tantas familias en las que padres e hijos, junto a abuelos, tíos, primos, intentan día a día salir adelante, sin perseguir modelos mundanos, sino con un estilo de sencillez y servicio.
Esto es lo primero que siento que comparto con vosotros y por lo que os doy las gracias: el testimonio de que ser una familia es un regalo alegre que inspira gratitud.
2º El compromiso con la buena política para y con las familias
Un segundo aspecto que reconozco en uds. y por el que les animo es que intentan estimular una buena política para las familias y con las familias. No lo haces desde una ideología particular, sino sobre la base de la doctrina y la práctica social de la Iglesia. Y lo haces aplicando el método del diálogo: dialogar con todas las instituciones responsables de la política familiar, no para servir a los intereses de una parte, de una categoría, sino buscando el bien común.
Este segundo aspecto es complementario del primero. De hecho, una familia cristiana nunca puede encerrarse en su propio caparazón; no puede decir: ¡estamos bien, los demás pueden arreglárselas! La familia cristiana –pero yo diría que toda familia fundada en el amor– está abierta y atenta a lo que ocurre fuera del hogar, busca ser acogedora y solidaria, empezando por las situaciones de barrio, de condominio y de vecindad, hasta las de un nivel social más amplio, así como en otros países y otros continentes. La familia está llamada a ser un factor de fraternidad y amistad social, arraigada en un territorio y al mismo tiempo abierta al mundo.
Y no pensemos que se trata de una novedad de nuestro tiempo. En el siglo XIX, las revistas misioneras llevaban a los hogares de la gente más sencilla noticias sobre países y pueblos lejanos, junto con las historias de los misioneros. Además, esta apertura pertenece al ADN de la Iglesia, que por su propia naturaleza educa a una mentalidad católica, a un horizonte universal.
Pero volvamos a su compromiso en Italia. Como he dicho, es también un compromiso político en el sentido más amplio y elevado, como contribución al bien común del país, para que las familias no sean explotadas y luego penalizadas, sino promovidas y apoyadas. Sólo así se conseguirá dar un giro a la natalidad. Aquí estamos en un feo, feo invierno demográfico. Aquí tocamos un punto que comparto con usted y sobre el que, efectivamente, le doy las gracias, porque me ha ayudado a conocer mejor la situación. Gracias también a sus iniciativas, el tema de la natalidad ha pasado a ocupar un lugar destacado en las agendas políticas. Pero se trata de pasar de las palabras a los hechos; y luego de los paliativos a una terapia real y efectiva. Y ustedes, con razón, no quieren limitarse a denunciar el problema. Eso sería demasiado fácil y demasiado conveniente. En cambio, usted trata de seguir la evolución, de supervisar el trabajo de las instituciones encargadas, no –como suele ocurrir– de criticar el trabajo de los adversarios políticos, sino en una actitud constructiva, haciendo propuestas realistas y documentadas, ofreciendo el asesoramiento de expertos por encima de los partidos. Este es un servicio que puede prestar una organización como la suya, que trata de pensar y actuar políticamente «a este lado» de las líneas de partido.
3º Cuidarse como pareja y familias
Queridos amigos, avanzad por estos dos caminos: el testimonio gozoso de ser familia y el compromiso con la buena política para y con las familias. Pero debo añadir: ¡cuídense, como parejas y como familias! Dediquen tiempo a la oración, al diálogo entre ustedes y con sus hijos, y a la vida comunitaria en la Iglesia. Y tómate tiempo también para jugar con tus hijos. Juega, «pierde el tiempo» con tus hijos, juega. Las familias que quieren comprometerse a nivel asociativo y social deben, con mayor razón, alimentar la vida espiritual y la espiritualidad conyugal y familiar.
Lo he dicho, pero quiero repetirlo: estamos viviendo un grave invierno demográfico y debemos reaccionar ante ello, con todas nuestras fuerzas, con nuestro trabajo, con nuestras ideas para convencer. Mi secretario me contó que el otro día, al pasar por la plaza de San Pedro, vio a una señora con un cochecito de bebé, quería ver a los niños… ¡y había un perrito dentro! Es un símbolo, por eso lo digo. Necesitamos niños. Necesitamos niños.
Os recuerdo el ejemplo de los Beatos Luigi y María Beltrame Quattrocchi. Os bendigo de corazón y os encomiendo a la protección de la Virgen María y de San José. Y, por favor, no te olvides de rezar por mí, porque lo necesito. Gracias.
Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.