(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 17.02.2023).- Por la mañana del viernes 17 de febrero el Papa recibió en audiencia a los participantes en el Capítulo General de la Congregación de los Clérigos Marianos de la Inmaculada Concepción, fundación de origen polaco. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa.
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Agradezco al Superior General sus amables palabras y os saludo a todos. Volvéis a celebrar este Capítulo general en el contexto del 350 aniversario de la fundación de vuestro Instituto, que tuvo lugar en Cracovia en diciembre de 1670, por obra de san Estanislao de Jesús y María. Sabemos que no fue un comienzo fácil, tanto por la búsqueda de compañeros adecuados como por el largo proceso de aprobación, pero san Estanislao no se dio por vencido, confiando en la fuerza del Espíritu Santo. Y precisamente para atesorar el legado que os dejó su tenacidad, quisiera recordar con vosotros tres grandes líneas de su espiritualidad y de la vuestra, marcadas todas ellas por un vivo dinamismo ascético y pastoral: el amor a la Virgen María, la oración de sufragio y la atención a los pobres.
En primer lugar, el amor a María. Es interesante ver lo que enseña san Estanislao sobre la devoción mariana: dice que el principal culto a la Inmaculada es la imitación de su vida evangélica. Esto es importante, porque la verdadera devoción a la Madre del Señor se alimenta y crece con la escucha y la meditación de la Palabra de Dios: María es la Mujer del Evangelio (cf. Mt 12, 46-50).
Segundo aspecto: la oración de sufragio, que caracteriza la dimensión escatológica de su congregación. San Estanislao, sin embargo, inserta en esta visión del horizonte último una oración especial por dos grandes grupos de pobres de su tiempo: los soldados caídos en batalla y los muertos por la peste. Hoy es por los soldados: ¡caen por todas partes! Pensemos que en el siglo XVII alrededor del 60% de la población europea fue exterminada por epidemias y guerras. Entonces era necesario rezar por las almas de los difuntos y por el consuelo de las familias y las comunidades, marcadas por el dolor y el luto por la pérdida de sus seres queridos (cf. Jn 11,35-36).
Y el tercer rasgo que quisiera destacar es la atención a los pobres, particularmente en apoyo de los párrocos. Los clérigos marianos contribuyeron así a dar respuesta a algunos graves problemas de la época: el debilitamiento de la fe, especialmente entre las clases bajas, la escasez de vocaciones sacerdotales y religiosas, el estado de pobreza de gran parte de la población (cf. Mt 9, 35-38).
Queridos hermanos, san Estanislao trazó líneas de espiritualidad y de acción para vuestra congregación que están bien encarnadas en la historia concreta de los hombres y mujeres de su tiempo. Y es importante que vosotros «recojáis el testigo», siguiendo respondiendo con creatividad a los desafíos que también nuestra época presenta. No os desaniméis si encontráis oposición o dificultades. Pensad en las grandes pruebas que vuestra familia religiosa ha afrontado a lo largo de los siglos, por ejemplo ¡cuánto se vio reducida a un solo miembro a principios del siglo XX! Con la ayuda de Dios os habéis recuperado, hasta llegar a ser hoy unos quinientos religiosos, presentes en diecinueve países del mundo. Recordemos, en este contexto, la figura del beato Jorge Matulaitis (1871-1927), clérigo mariano, sacerdote, obispo y nuncio apostólico en Lituania, uno de los protagonistas de vuestro renacimiento. Supo revitalizar la comunidad actualizando sus Constituciones y promoviendo su obra sin miedo, hasta el punto de tener que actuar en la clandestinidad y arriesgarse a ser arrestado, sin renunciar nunca a promover la caridad y la unidad entre los religiosos y los fieles.
Os animo a mantener viva la fidelidad a vuestros orígenes en esta atención profética hasta hoy. Lo habéis hecho en los últimos tiempos poniendo entre vuestras prioridades pastorales la apertura a los laicos, la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte, la atención a los últimos y el apoyo a las familias en dificultad; esto es muy importante: hoy la familia está siempre en peligro… Son opciones que se reflejan, por ejemplo, en el centro de naprotecnología y ayuda a la familia que habéis creado en el santuario de Licheń, en Polonia; y en las nuevas zonas de misión a las que os habéis abierto en Asia y África. Que el Señor os ayude a continuar por estos caminos.
Y quisiera concluir nuestro encuentro de hoy retomando tres títulos marianos con los que san Juan Pablo II os invitó a venerar a la Inmaculada Concepción. María «Sede de la Sabiduría», para que vuestro testimonio del Evangelio sea firme y sólido; María «Consoladora de los afligidos», para que los hombres de nuestro tiempo encuentren en vosotras amor y comprensión, y se sientan atraídos hacia Dios por vuestra caridad y servicio desinteresado; y en tercer lugar, María «Madre de Misericordia», para que seáis ricas en compasión maternal hacia las almas redimidas por la sangre de Cristo y que os han sido confiadas. Y en esto, por favor, no olvidemos el estilo de Dios: cercanía, misericordia y ternura. Dios es así: es cercano, es misericordioso, es tierno. Este es nuestro Dios. Un religioso, un sacerdote, debe ser cercano, debe ser misericordioso, perdonarlo todo, y ser tierno, no agresivo, paciente y caritativo cada día. De corazón os bendigo a vosotros y a todos los hermanos. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí. Gracias.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT