(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.09.2023).- La única audiencia privada que el Papa concedió a un grupo la mañana del lunes 25 de septiembre fue para el Consejo Latinoamericano del Centro de Investigación y Formación para la Protección del Menor (CEPROME). Se trata de un equipo de profesionales de distintas disciplinas y de distintos países de América Latina que quieren que la Iglesia sea un lugar cada vez más seguro para todos, especialmente para los niños, niñas, adolescentes y adultos vulnerables. A continuación las palabras del Papa.
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Estoy contento de recibirlos en la coincidencia de haberse reunido en Roma desde tan variados puntos de Latinoamérica. Es curioso además que este encuentro sea un 25 de septiembre, fecha en que, por una antigua tradición, se celebra en un pequeño santuario de España la memoria de un niño mártir. Independiente del hecho en cuestión, lo interesante en la historia es que la tragedia de aquel niño se identificó con la de Jesús mismo, y en sus representaciones aparece vestido como el Señor, ya caminando al Calvario, ya sufriendo su misma Pasión.
Este hecho que tal vez puede parecer anecdótico ha traído a mi mente el relato evangélico del Juicio Final en el que escuchamos las perturbadoras palabras del gran Rey: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). Cómo cambiaría el mundo si nos convenciéramos interiormente de que cada uno de los pequeños que encontramos son reflejo del rostro de Dios. Si viéramos en el sufrimiento de cada niño, de cada persona vulnerable, un trazo impreso en el velo con que la Verónica enjugó el rostro de Cristo.
Ustedes, lo sé bien, tratan de trabajar y aplicar métodos cada vez más adecuados para erradicar la lacra de los abusos, tanto en la Iglesia como en el mundo. Y no debemos olvidar esto: los abusos que han golpeado a la Iglesia no son más que un pálido reflejo de una triste realidad que abarca a toda la humanidad, y sobre la que no se presta la necesaria atención. Alguno puede decir: “ah, no son tantos, entonces”. Si fuera uno solo, ya sería escandaloso, uno solo, y son más de uno.
Creo poder decir que la Iglesia avanzó bastante en este camino, y no lo dejará de hace, y eso gracias a pastores profetas, un cardenal, que fue capaz de agarrar una “papa caliente” como era Boston en aquel momento, y adelante, sin cuidar el dinero, más bien a la gente y a los chicos heridos. Y por eso le quiero agradecer públicamente, Eminencia, esto que usted ha hecho. Creo poder decir que la Iglesia avanzó bastante en esto, no dejará de hacerlo. Es necesario también que esto sea un trabajo significativo para la sociedad, de modo que los pasos y las conquistas de la Iglesia en este camino puedan ser un acicate para que otras instituciones promuevan esta cultura del cuidado.
Además de esto, hoy quiero proponerles, a partir de esa imagen que identifica a cada uno de los pequeños con Cristo mismo, que nuestro esfuerzo no se quede en la mera aplicación de protocolos, sino que los confiemos a Jesús en la oración. Con humildad y verdad, sepamos reconocernos entre esos “pequeños”. Y puestos ante el Redentor, contemplemos también en ese rostro ultrajado el sufrimiento que hemos recibido y causado, para no sentirnos distantes de las personas que acogemos, sino hermanos, también en el dolor. Dialoguemos con Jesús, escuchemos esa Palabra que nos perdona, que nos sana, que nos redime, a todos. Él no asumió el pecado del mundo para condenarlo, sino para salvarlo, y nos enseñó que no hay amor más grande que el que da la vida, el que la deja en un trazo de su Santa Faz.
Amémonos unos a otros —nos dice Jesús—, como nos amamos a nosotros mismos, es decir, conscientes de nuestras heridas, de nuestra pequeñez, de nuestra necesidad de perdón y consuelo. Y pidamos, con la confianza que santa Teresita del Niño Jesús nos enseña, en estos días previos a su fiesta, por los pecadores más infelices y desesperados, por su conversión, para que puedan ver en el otro los ojos de Jesús que les interpelan. No quiero que pase sin que haga una atención a un problema que es muy grave en esto de los abusos, las filmaciones de pornografía infantil, que lamentablemente pagando una cuotita ya lo pueden tener en el teléfono. ¿Dónde se hace esta pornografía infantil? ¿En qué país se hace? Nadie lo sabe. Pero es la criminalidad puesta al servicio de cada uno a través de sus telefonitos. Por favor, hablemos de esto también. Porque esos niños que son filmados, son víctimas, víctimas sofisticadas de esta sociedad de consumo. No se olviden de este punto que a mí me preocupa mucho.
Que Dios los bendiga, que la Virgen los cuide y sigan luchando así, sigan. Gracias.