(ZENIT Noticias / Roma, 06.12.2023).- Un nuevo libro del Papa nos hace reflexionar sobre la importancia de un símbolo cristiano con una larguísima tradición: el pesebre de Belén.
En “Il mio pesepre” (“Mi pesebre”) el Papa nos ofrece algunas reflexiones sobre este símbolo muy popular que se ha hecho espacio en los hogares cristianos por mucho tiempo y que recoge la humildad con la que Dios se hizo presente entre nosotros, no como un Dios grande y poderoso, sino como un niño pobre, humilde e indefenso.
La publicación coincide con el VIII centenario de la invención de esta representación, ya que en 1223, en Greccio, Italia, san Francisco de Asís realizó el primer pesebre viviente, como relata el libro de Vida de San Francisco, escrito por San Buenaventura. El famoso santo italiano colocó en un pesebre frente al altar a un bebé acompañado de un buey y un burro, siendo así un símbolo de lo que sucedió mil doscientos años antes en Belén.
El Papa señala que este es un elemento que debe de servir hoy también como medio de evangelización ya que descubre el misterio de la venida de Cristo haciéndose hombre como nosotros en nuestras realidades concretas, como dice San Pablo, sin considerar su condición divina, algo que debiera guardar celosamente, sino que, anonadándose a sí mismo, se hizo como uno de nosotros. El pesebre nos muestra la cercanía de Dios con nosotros.
Dice Francisco en el libro: “El pesebre es una imagen artesanal de la paz. Por eso es un Evangelio vivo, porque el pesebre nos recuerda que Jesús viene a nuestra vida concreta. Y esto es importante. Hacer un pequeño pesebre, en casa, siempre, porque es el recuerdo de Dios que vino entre nosotros, nació entre nosotros, nos acompaña en la vida, es hombre como nosotros, se hizo hombre como nosotros”.
Este libro es una magnífica oportunidad para recordar la importancia del advenimiento de Cristo y para lanzarnos al impulso misionero al que el Papa nos invita, sabiendo que Cristo se ha hecho presente entre nosotros para que dejemos de buscarlo a tientas y para que lo tomemos como el verdadero modelo de hombre perfecto, ya que compartió la condición humana en todo excepto en el pecado.
“Que el pesebre sea la ocasión de invitar a Jesús a la vida. Cuando hacemos el pesebre en casa, es como si abriéramos la puerta y dijéramos: “Jesús, ¡entra!”, es hacer concreta esta cercanía, esta invitación a Jesús para que venga a nuestra vida. Porque si Él habita nuestra vida, la vida renace. Y si la vida renace, es de verdad Navidad”.