(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 10.12.2023).- Por la mañana del sábado 9 de diciembre el Papa Francisco recibió en audiencia especial a Delegaciones que obsequiaron a la Santa Sede tanto el árbol de Navidad como el “nacimiento” y otros adornos que se encuentran en la Plaza de San Pedro y en la Sala Nervi. La audiencia se tuvo en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. Ofrecemos a continuación la traducción de ZENIT al español con las palabras del Papa.
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Os doy la bienvenida con alegría en el día en que se donan e inauguran oficialmente el árbol y los belenes que decoran la plaza de San Pedro y este hemiciclo.
Saludo a la delegación de Rieti, en cuyo territorio se realizaron las representaciones de la Natividad, y a la del municipio de Macra, en la provincia de Cúneo, de donde, precisamente del valle del Maira, procede el abeto elegido como árbol de Navidad. Saludo a las autoridades civiles y eclesiásticas, en particular a los obispos de Rieti y Saluzzo y al presidente de la Región del Piamonte, y a todos vosotros, sacerdotes y fieles aquí reunidos.
El “belén” instalado en la plaza de San Pedro quiere evocar, después de ochocientos años, el ambiente navideño del año 1223 en el valle de Rieti, donde se detuvo San Francisco. Su viaje a Tierra Santa seguía vivo en su mente y las grutas de Greccio le recordaban el paisaje de Belén. Por ello, pidió que se representara la escena navideña en aquel pequeño pueblo: llegaron muchos frailes de diversas partes y también acudieron hombres y mujeres de las casas rurales de la zona, creando un belén viviente. Así nació la tradición del belén tal como la entendemos.
Este año, por tanto, desde la plaza de San Pedro pensaremos en Greccio, que a su vez nos remite a Belén. Y al contemplar a Jesús, Dios hecho hombre, pequeño, pobre, indefenso, no podemos dejar de pensar en el drama que viven los habitantes de Tierra Santa, mostrando a estos hermanos y hermanas nuestros, especialmente a los niños y a sus padres, nuestra cercanía y apoyo espiritual. Son ellos quienes pagan la verdadera factura de la guerra.
Delante de cada belén, incluso de los hechos en nuestras casas, revivimos lo que sucedió en Belén hace más de dos mil años; y esto debería despertar en nosotros el anhelo de silencio y de oración, en nuestra vida cotidiana, a menudo agitada. Silencio, para poder escuchar lo que Jesús nos dice desde esa singular «silla» que es el pesebre. Oración, para expresar el asombro agradecido, la ternura, tal vez las lágrimas que nos suscita el Belén. Y en todo ello, María es nuestro modelo: no dice nada, pero contempla y adora.
En la plaza, junto al belén, está el árbol, cuyas luces se encenderán esta noche al final de la ceremonia. Está adornado con edelweiss cultivados en las llanuras, para proteger a los que crecen en lo alto de las montañas. También ésta es una elección que nos hace reflexionar, poniendo de relieve la importancia del cuidado de nuestra casa común: los pequeños gestos son esenciales en la conversión ecológica, gestos de respeto y gratitud por los dones de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, gracias a todos, así como a la Dirección de Infraestructuras y Servicios de la Gobernación, por el compromiso creativo y generoso con el que habéis realizado esta iniciativa. Os bendigo de corazón a vosotros, a vuestras familias y a vuestros conciudadanos. Y, por favor, no olviden rezar por mí. Muchas gracias.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.