(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 15.02.2024).- La mañana del jueves 15 de febrero, el Papa Francisco recibió en audiencia en el Palacio Apostólico, a una delegación del Movimiento católico francés “La Diaconie de la Beauté”. Se trata de una asociación católica que ve en la belleza una oportunidad de servicio, especialmente a través del arte. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa:
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Me reúno de nuevo con ustedes con ocasión de su Simposio en Roma, y me alegro con ustedes del 10º aniversario de estos «Festivales» que organizan cada año. Agradezco a Monseñor Le Gall su dedicación a esta asociación.
Quisiera reflexionar brevemente sobre las tres dimensiones que la caracterizan: espiritual, eventual y residencial.
La primera dimensión es la espiritual. Vuestra vocación es ayudar a los artistas a crear un puente entre el cielo y la tierra. Quieren despertar en ellos la búsqueda de la verdad, ya sean músicos, poetas o cantantes, pintores, arquitectos o directores, escultores, actores o bailarines o lo que sea. Porque la belleza nos invita a una forma diferente de estar en el mundo. Se trata de contemplación. En efecto, «la belleza nos hace sentir que la vida se orienta hacia la plenitud. En la verdadera belleza comenzamos así a sentir el anhelo de Dios» (Discurso a los artistas, 23 de junio de 2023). Creer en Dios no puede sino animar a la criatura a ir más allá de sí misma, a proyectarse en la vida divina a través de la inspiración artística.
La segunda dimensión -con un afrancesamiento en la palabra- la llamamos evenemencial. La asociación Diaconia della bellezza ayuda a los artistas a restablecer un diálogo fecundo con la Iglesia, a través de encuentros, espectáculos, conciertos, representaciones. Es una manera de hacer visible la cercanía de la Iglesia a los artistas, entrando en diálogo con su cultura y su vida, sean creyentes o no.
Y la tercera dimensión es la residencial. Gracias a vuestro fecundo apostolado, vuestra labor se multiplica con la creación de residencias para artistas en todo el mundo. La vida de un artista suele estar marcada por la soledad, a veces por la depresión y por un gran sufrimiento interior. Vuestro reto consiste en sacar a la luz la belleza que se esconde en él o ella, para que a su vez se convierta en apóstol de esta belleza que genera esperanza y sed de felicidad. Una misión que contribuye a realzar la dignidad del artista que no se siente rechazado, incomprendido, marginado y excluido. ¡Adelante!
Hermanos y hermanas, os exhorto a ser cantores de armonía entre los pueblos, cantores de armonía entre las culturas y las religiones. Nuestra humanidad está sacudida por violencias de todo tipo, por guerras, por crisis sociales. En este contexto, necesitamos hombres y mujeres capaces de hacernos soñar con un mundo diferente, un mundo hermoso. ¡Hacer soñar para que la gente aspire a una vida en plenitud!
Además, hoy nos urge recrear la armonía entre el hombre y el medio ambiente. Las grandes crisis climáticas nos obligan a revisar nuestros hábitos y comportamientos. Y el arte es un medio muy poderoso para transmitir el mensaje de la belleza de la naturaleza. En efecto, «cuidar del mundo que nos rodea y sustenta significa cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un ‘nosotros’ que habita la casa común» (Enc. Fratelli tutti, 17). Preguntémonos: ¿cuál es nuestra contribución a la construcción de un mundo en armonía? Es una pregunta que debemos hacernos todos y cada uno de nosotros. La cultura de la belleza nos pone siempre en movimiento. Encontrar la belleza de Dios nos permite recomenzar, volver a empezar, en el camino hacia sociedades más humanas y más fraternas.
Queridos amigos, os doy las gracias y os deseo lo mejor para vuestra «diaconía». Os bendigo de corazón. Y os pido, por favor, que recéis por mí.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.
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