(ZENIT Noticias / Jerusalén Ciudad Internacional, 29.08.2024).- El Monte del Templo, un lugar de profunda significación religiosa tanto para judíos como para musulmanes, ha vuelto a ser el epicentro de una controversia internacional tras las declaraciones del ministro de Seguridad Nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir. En una entrevista reciente, Ben-Gvir expresó su deseo de construir una sinagoga en este sitio sagrado, donde alguna vez se erigieron los antiguos templos judíos. Este comentario ha provocado una tormenta de reacciones, desde la indignación de las autoridades musulmanas hasta la preocupación de la comunidad internacional.
El Monte del Templo, conocido como Haram al-Sharif en el Islam, es el hogar de la mezquita de Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado para los musulmanes, quienes creen que el profeta Mahoma ascendió al cielo desde allí. La declaración de Ben-Gvir no solo ha encendido tensiones religiosas, sino que también ha puesto en el centro del debate la delicada cuestión del «status quo» que ha regido este sitio durante siglos.
Este «status quo» es el resultado de acuerdos históricos que establecen que, aunque todos pueden visitar el Monte del Templo, solo los musulmanes tienen permitido rezar allí. Bajo la administración otomana, británica y luego jordana, estos acuerdos mantuvieron un equilibrio delicado entre las diferentes comunidades religiosas. Sin embargo, desde que Israel tomó el control de Jerusalén Oriental en 1967, las visitas judías al monte han sido fuente de controversia, especialmente cuando se realizan actos de oración, considerados una provocación por los musulmanes.
Ben-Gvir, conocido por sus posturas nacionalistas de extrema derecha, ya había causado revuelo en visitas anteriores al monte, calificándolo como «el lugar más importante de Israel» y abogando por permitir la oración judía allí. Su reciente declaración de que, si tuviera la libertad, establecería una sinagoga en el lugar, ha exacerbado las preocupaciones de que Israel podría estar buscando modificar el «status quo».
Las reacciones no se hicieron esperar. El Ministerio de Asuntos Exteriores palestino calificó los comentarios de Ben-Gvir como un «llamado explícito a demoler la mezquita de Al-Aqsa». Por su parte, el grupo militante Hamás acusó al gobierno israelí de intentar judaizar el sitio sagrado. Estas tensiones han resonado más allá de las fronteras de Israel, con el Departamento de Estado de Estados Unidos emitiendo una advertencia sobre las posibles consecuencias de alterar el «status quo» en un lugar tan sensible.
Incluso dentro de Israel, la propuesta de Ben-Gvir ha encontrado resistencia. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, describió la idea como «peligrosa e irresponsable», subrayando que podría desestabilizar la seguridad nacional de Israel y su posición en la comunidad internacional. Además, importantes líderes religiosos judíos también han expresado su oposición, destacando que cualquier cambio en las políticas actuales podría tener consecuencias impredecibles.
A pesar de las críticas, el sueño de reconstruir los antiguos templos judíos sigue vivo en la conciencia de muchos judíos ortodoxos. El deseo de orar en el Monte del Templo es parte integral de su fe, simbolizado en rituales como el ayuno de Tisha B’Av o la ruptura de un vaso en las bodas, en memoria de la destrucción del templo. Sin embargo, la realidad política y religiosa en Jerusalén es extremadamente compleja, y cualquier intento de materializar estos deseos podría desencadenar una crisis de gran magnitud.
Por ahora, la propuesta de Ben-Gvir permanece como una declaración de intenciones, más que una política en marcha. Sin embargo, ha servido para recordar al mundo la fragilidad de la paz en uno de los lugares más disputados del planeta. Mientras tanto, la comunidad internacional observa de cerca, consciente de que cualquier alteración en el Monte del Templo podría tener repercusiones que trasciendan las fronteras de Israel y Palestina.
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