(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 24.11.2024).- “Hoy, ante la inminente apertura del Jubileo, que el Papa Francisco ha puesto bajo el signo de la esperanza, quisiera recordar que la voz de Benedicto es una de las voces fuertes de la esperanza que deben acompañarnos. (…) En los tiempos oscuros que atravesamos, Benedicto XVI es un maestro que, a pesar de conocer la presencia del mal y las tragedias de los acontecimientos históricos, nos ayuda a levantar la mirada y a encontrar bases sólidas para seguir mirando hacia adelante, hacia la unidad, verdad, belleza, amor”. Es el pasaje central del discurso pronunciado por el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin la tarde del viernes 22 de noviembre en la Sala Regia del Palacio Apostólico, en el Vaticano, con motivo de la ceremonia de entrega del Premio Ratzinger al prof. Cyril O’Regan, profesor de Teología de la Universidad de Notre Dame (EE.UU.), y al maestro Etsurō Sotoo, escultor (Japón/España).
Al presentar la ceremonia, el padre Federico Lombardi, presidente de la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, destacó que el prof. O’Regan y el maestro Sotoo «nacieron en Irlanda y Japón respectivamente: con ellos, los orígenes de los premiados se extienden a 18 países diferentes, repartidos por los cinco continentes». El padre Lombardi añadió que «la grata presencia hoy de un buen número de los ganadores de las ediciones anteriores (los profesores Beré, Blanco Sarto, Chrostowski, Rowland, Schaller y Schlosser) demuestra que, en cierto sentido, constituyen una ‘comunidad’. Una comunidad global desde el punto de vista geográfico, y ecuménica desde el punto de vista religioso, que se reconoce en los grandes ideales de Ratzinger-Benedetto: cultivar una «razón abierta», una inteligencia en la investigación y el diálogo, que abarca disciplinas y artes, haciéndonos ‘cooperadores de la verdad’, para que ella pueda alimentar la mente, el corazón y la vida”.
Monseñor Rino Fisichella y el cardenal Gianfranco Ravasi, miembros del Comité científico de la Fundación, presentaron a continuación los perfiles de los dos ganadores de la edición de 2024, el Prof. Cyril O’Regan y el Maestro Etsurō Sotoo, quienes luego tuvieron la oportunidad de pronunciar un discurso a los presentes.
Después de repasar las diversas actividades que la Fundación promueve, también en colaboración con varias universidades de todo el mundo, el padre Lombardi recordó cómo «con el paso del tiempo no sentimos realmente que nuestra misión llegue a su fin, sino que más bien se va confirmado. Desde diferentes países y continentes recibimos muy a menudo noticias de nuevas iniciativas culturales y académicas, de institutos, cátedras, proyectos de investigación, etc., que hacen referencia a Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, a su pensamiento y a su obra, y que surgen y se desarrollan a través de su propia vitalidad, pero desean y buscan entrar en relación entre sí para enriquecerse y apoyarse mutuamente, en la convicción de la actualidad y fecundidad de la inspiración de este gran Papa, no mirando tanto al pasado sino al el futuro de la misión desde el La Iglesia y las cuestiones de la humanidad».
En el discurso no leído pero pronunciado ante los presentes, el cardenal Parolin destaca que «podemos reconocer en la ya larga serie de figuras de los vencedores una unidad y una coherencia que no son superficiales. En cierto sentido podríamos hablar de ‘consonancia’ con el pensamiento, la sensibilidad y el testimonio humano y cristiano de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI. Esta ‘consonancia’ también la podemos y debemos leer en la concesión de este premio». “La reflexión y la enseñanza de Ratzinger-Benedicto – continúa el cardenal Parolin – han abarcado una gama muy amplia de problemas y temas teológicos y culturales, y podemos decir también sociales y políticos, pero él nunca ha perdido la capacidad de verlos y resaltar su relación con Dios a través de la búsqueda de la verdad. En esto ha demostrado su idea de que la razón humana debe permanecer siempre «abierta», que cada disciplina no debe encerrarse en un positivismo estéril, que las preguntas sobre el sentido de la vida, de la historia, del mundo, siempre permanecen actuales, necesarias, ser fructífero, necesario para las personas de todos los tiempos, culturas y situaciones. Y aunque esté convencido de que la respuesta última a estas preguntas se encuentra en la verdad revelada en Cristo, la búsqueda de esta verdad y su comprensión más profunda sigue siendo siempre una tarea abierta y sorprendente, sin la cual la dignidad de la persona y la naturaleza humana se degrada y se pierde el rumbo de su camino.»
Centrándose en los perfiles de los dos premiados, el Cardenal Secretario de Estado señala que «como subraya el prof. O’Regan en varios de sus profundos perfiles de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, su voz siempre se ha caracterizado por una profunda humildad, por un claro deseo de ser la voz no de sí mismo, sino de la tradición de la Iglesia, al servicio de la voz del Señor Jesús; su visión siempre ha estado centrada en Dios, que se revela dándonos todo bien en Jesucristo.»
Respecto al maestro Sotoo, el cardenal destaca que «todas las voces de la creación y de la historia, naturalmente en particular las voces de la historia de la salvación, son aquellas que el arte también nos ayuda a escuchar y ver. El verdadero arte hace que la materia sea transparente al espíritu. Lo vivimos de forma fascinante en el inmenso cometido de la construcción de la Sagrada Familia en todos sus detalles, incluidas las obras del maestro Sotoo. De su significado e inspiración escuchamos de sus propios labios. La piedra, aparentemente dura e inerte, gracias al trabajo creativo del arquitecto y al escultor, al esfuerzo del artesano y del trabajador, se convierte en voz viva de la creación de Dios y manifestación de su belleza y de su amor, un espacio donde la La asamblea de la Iglesia, compuesta ella misma de piedras vivas edificadas sobre la piedra que es Cristo, encuentra a Dios en la oración y en la celebración de los sacramentos».
El cardenal Parolin recordó después el lema elegido por el obispo y el Papa Benedicto: «Cooperatores Veritatis». “Este sigue siendo el lema de quienes dedican su vida a hacer brillar la verdad en todas sus formas, con inteligencia, investigación y enseñanza, con el genio y el esfuerzo de la expresión artística, con el testimonio de su servicio humano y eclesial. Éste es, pues, el lema que caracteriza también la vida y la obra de los vencedores, y que hoy les confiamos para que sigan siendo testigos eficaces».
Finalmente, recordando «su inolvidable encíclica Spe salvi», que «está enteramente dedicada a la esperanza, a las esperanzas humanas y a la esperanza cristiana», el cardenal observó que Benedicto XVI «con valentía y pasión, consigue hablarnos del misterio de la juicio sobre el mundo y sobre la historia a la luz de la justicia y de la misericordia, animándonos a soportar con fe y esperanza el peso terrible del odio y del mal furiosos, que oprimen nuestra época y aplastan cada día innumerables vidas humanas a nuestro alrededor. La visión ya evocada de Cristo Pantocrátor, que contempló en su reflexión y oración hasta los últimos días de su vida y en el que uno se ha confiado, es una visión de gran esperanza, para todos y cada uno. Cuando el Cristo glorioso abre su boca dice ‘¡No temáis! Yo soy el Primero y el Último y el Vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo poder sobre la muerte y sobre el infierno’ (Ap 1, 17-18)”.
“El Papa Benedicto – concluye el cardenal – continúa acompañándonos para que también nosotros podamos participar, en consonancia con él, de su visión de fe, caridad y esperanza”.
Una misa en el cementerio de los papas y audiencia privada con el Papa
La jornada del 22 de noviembre había comenzado con una misa en memoria de Benedicto XVI celebrada en las Grutas Vaticanas, cerca de su tumba, presidida por el arzobispo Georg Gänswein, nuncio apostólico en Lituania, Estonia y Letonia. Un momento vivido «en profunda unión espiritual con Benedicto XVI – señaló el padre Lombardi – para que pueda seguir acompañándonos e inspirándonos en nuestro camino de fe y de compromiso cristiano».
Posteriormente, los dos premiados fueron recibidos en audiencia por el Papa Francisco, «para recibir – como explicó el padre Lombardi, que los acompañaba – su bendición y testimoniarle una vez más la cercanía y la voluntad de nuestra Fundación y de todos nosotros de ser insertarnos plenamente en el camino de la Iglesia guiada por él y contribuir según nuestra vocación y capacidad».
Además de los miembros del Comité Científico de la Fundación, los cardenales Kurt Koch, Luis Francisco Ladaria y Gianfranco Ravasi y el arzobispo Rino Fisichella, estuvieron presentes en la ceremonia, entre otros, el decano del Colegio Cardenalicio Giovanni Battista Re, los cardenales Baldisseri, Fernández Artime, Marchetto, Müller, Roche, Vegliò y el obispo Staglianò.
La ceremonia estuvo amenizada por algunos interludios musicales a cargo del Falconieri Ensemble (Música Antigua).
Con la edición de 2024, son un total de 30 personalidades galardonadas con el Premio Ratzinger.
Se trata principalmente de personalidades eminentes en los estudios de teología dogmática o fundamental, Sagrada Escritura, Patrología, Filosofía, Derecho, Sociología, o en la actividad artística, la música, la arquitectura y ahora también en la escultura.
Confirmando el horizonte cultural global del Premio, las personalidades premiadas proceden de 18 países diferentes, en los cinco continentes: Alemania (7), Francia (4), España (3), Italia (2), Australia, Brasil, Burkina Faso, Canadá. , Estonia, Japón, Gran Bretaña, Grecia, Irlanda, Líbano, Polonia, Estados Unidos, Sudáfrica, Suiza.
Los ganadores no son sólo católicos, sino también miembros de otras denominaciones cristianas (un anglicano, un luterano, dos ortodoxos) y uno de religión judía.
Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de este enlace.