(ZENIT Noticias / Roma, 13.02.2025).- Un hombre iraquí, Salwan Momika, fue asesinado el pasado 29 de enero en la ciudad sueca de Sodertlje. Quemó hace meses públicamente el Corán, texto sagrado del islam, por lo que recibió amenazas y desató protestas de musulmanes en todo el mundo.
Momika nació en el seno de una familia católica asiria en la provincia de Nínive, Irak. Emigrado a Alemania en 2017, se declaró ateo. Pasó a Suecia en 2018, donde solicitó asilo político. Por esa razón recibió el estatus de refugiado. En 2021 accedió a un permiso de residencia temporal. En junio de 2023 quemó dos veces un ejemplar del Corán: una cerca de la mezquita de Estocolmo y otra frente a de la embajada iraquí.
Estos actos le produjeron en Suecia una acusación oficial por «incitar al odio étnico». Recibió protección de la Policía de Seguridad, de acuerdo con la ley: el tribunal de Estocolmo pronunciaría la sentencia el 30 de enero. Pero el día anterior fue captado su asesinato en video cuando transmitía en vivo por TikTok. El tribunal pospuso el fallo hasta el 3 de febrero por la muerte de Momika.
La policía encontró a Momika con heridas de bala. Fue trasladado de urgencia al hospital, donde se confirmó la muerte. El fiscal Rasmus Ohman informó de cinco personas arrestadas en relación con su muerte.
Salwan Najem, colaborador de Momika en la actividad anti islámica, declaró que puede ser el siguiente en morir: «El asesinato de Salwan Momika, ¿ha matado la libertad de expresión y los derechos humanos en Suecia y Europa?».
La acción contra el Corán de Momika provocó condenas oficiales de varios países musulmanes que señalaron a Suecia por permitir sus actos de profanación. Un portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos señaló las acciones como «irrespetuosas e hirientes». Un grupo de manifestantes iraquíes entró a la embajada sueca en Bagdad durante julio de 2023 e incendió el edificio. El primer ministro iraquí expulsó al embajador sueco del país y suspendió el permiso de trabajo a la empresa sueca Ericsson de telecomunicaciones en Irak.
Durante las quemas públicas del Corán, Momika declaró que actuaba en un gesto de «protesta» no prohibido por la ley sueca en nombre de la libertad de expresión: «Mi problema no son los libros de judíos, cristianos u otras religiones. Mi problema es el libro que fomenta la violencia: el Corán». Ante estas declaraciones, conviene preguntarse si una acción violenta es válida para rechazar la violencia y si la libertad de expresión impide que existan libros como el Corán. Además, atacar a una religión en nombre del ateísmo parece una acción opuesta a la libertad de creencia.
La cultura dominante en Suecia antepone la libertad de expresión sobre la agresión que hay al destruir públicamente un libro sagrado. En muchos países islámicos, el gesto de quemar y pisotear el Corán conlleva la pena de muerte o la cadena perpetua.
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