Por Anne Kurian
ROMA, domingo 19 agosto 2012 (ZENIT.org).- «La oración no es ajena a la vida social». Lo sostuvo el cardenal arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin, refiriéndose a la ‘Oración por Francia’, rezada el 15 de agosto en todo el país.
Con motivo de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, la Conferencia de Obispos de Francia propuso a todas las parroquias del país una «oración universal» por Francia. Aunque esta oración no es algo nuevo –fue introducida en el siglo XVII por el rey Luis XIII, quien consagró el país a la Virgen María el 15 de agosto 1638–, este año, la iniciativa ha generado mucho debate. De las cuatro intenciones de oración: por los ciudadanos afectados por la crisis, por los gobernantes, por las familias y por los niños y los jóvenes, ha sido esta última la que ha llamado la atención, porque invita a rezar para que los niños «puedan disfrutar al máximo del amor de un padre y una madre».
La intención de la oración en cuestión ha sido interpretada como dirigida contra el ‘matrimonio’ de personas del mismo sexo y la adopción de niños por estas –prometidos en la campaña electoral por el nuevo gobierno–, y por lo tanto una intromisión injustificada de la Iglesia en la agenda política.
Ya en una entrevista publicada el 13 de agosto en el sitio web del diario Le Figaro, el cardenal Barbarin explicó el significado de la oración. «Orar por el compromiso de los esposos, por los niños y los jóvenes» son intenciones que «se elevan espontáneamente en el corazón de los creyentes», dijo. Además, «la laicidad no prohíbe la oración», añadió Barbarin, ya que Francia no es una «tiranía», en la que hay que «someter nuestros ritos y nuestras fórmulas bajo el mando del ‘pensamiento único’».
Un temor por la oración
«Si la oración es ante todo un acto espiritual», tiene también una «dimensión política». «Nada podría ser más natural que orar por tu propia familia, por tu propio país», dijo el arzobispo de Lyon, ya que no se puede «hacer caso omiso de los problemas de la vida social, y menos aún de los sufrimientos de los hombres.» Mientras que la Iglesia es tratada a veces como «un felpudo en el que se limpian los pies», «lo que sugieren estas reacciones –y, paradójicamente, nos alegra–, es que algunas personas parecen tener miedo de la oración.» Por lo tanto, la oración «¡es poderosa!», reflexionó Barbarin.
Según el cardenal, la oración por Francia llega en un «momento de crisis». «Es una crisis de la civilización querer socavar el matrimonio, que siempre ha sido una realidad maravillosa y frágil». A través de la oración, el creyente dice que «la fuente última no está en la autoridad política», continuó Barbarin, quien invitó al poder político para ver claramente «lo que depende de él y lo que está más allá… ¿Cambiar el matrimonio y la familia? No estoy seguro de que esto dependa de la autoridad del parlamento», dijo.
Para el cardenal, el papel del gobierno es el de «garantizar la salud, la educación, la distribución de los bienes, el transporte, la seguridad, y sobre todo la paz». Nuestro gobierno tiene «una gran responsabilidad hacia el equilibrio de la vida social, en el mejoramiento de nuestras condiciones de vida». En tiempos de crisis, que parecen dejar poco margen de maniobra para los gobiernos, la tentación es «encontrar desviaciones en temas llamados ‘sociales’», advirtió el cardenal.
En el diario La Croix, este 18 de julio, el cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París y presidente de la Conferencia de Obispos de Francia, después de un encuentro personal con el presidente de la República, François Hollande, dijo que «el matrimonio no es una forma para reconocer la autenticidad de los lazos entre dos personas que se aman», sino «una institución social para asegurar la mejor educación de los niños».
Traducido del italiano por José Antonio Varela V.