(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Jubileo Mariano que se celebra del 7 al 9 de este mes de octubre llegó hoy a su ápice con la santa misa que el papa Francisco presidió en la plaza de San Pedro.
En una mañana cristalina y soleada de Roma, después de una fuerte lluvia de otoño, la plaza de San Pedro lucía repleta de fieles y peregrinos que quisieron participar a esta manifestación mariana, parte del Jubileo de la Misericordia.
El Pontífice que vestía paramentos color verde del Tiempo ordinario y llevaba el palio, inició la eucaristía celebrada en idioma italiano, incensando el ícono de María ‘Salus populi romani’, patrona de Roma, mientras el coro de la Capilla Sixtina iniciaba a cantar el Gloria in Excelsis Deo.
Francisco comentando el Evangelio del día, el de los diez leprosos curados de los cuales solo uno vuelve a agradecer, señaló que es necesario “reconocer con admiración y gratitud los dones de Dios”.
“¡Qué importante es saber agradecer, saber alabar por todo lo que el Señor hace en nuestro favor! Nos podemos preguntar: ¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado. Y lo mismo hacemos también con Dios”. Recordó que “es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias…”.
Y recordó que siguiendo el ejemplo de María, para agradecer es necesario tener humildad. “Preguntémonos si estamos dispuestos a recibir los dones de Dios o si, por el contrario, preferimos encerrarnos en las seguridades materiales, en las seguridades intelectuales, en las seguridades de nuestros proyectos” preguntó.
El Papa quiso precisar también que en las lecturas de la misa del día, los dos extranjeros son protagonistas: Naamán y el samaritano. Y se interrogó: “Cuántos extranjeros, e incluso personas de otras religiones, nos dan ejemplo de valores que nosotros a veces olvidamos o descuidamos”. Y añadió algo para no olvidar: que la Madre de Dios, con su esposo José, experimentó el estar lejos de su tierra.
“Aferrémonos fuertemente –concluyó el Papa– a esta fe sencilla de la Santa Madre de Dios; pidámosle que nos enseñe a regresar siempre a Jesús y a darle gracias por los innumerables beneficios de su misericordia.
Estaba también presente en el Jubileo Mariano, una delegación de la ciudad de Amatrice, una de las más destruidas por el terremoto, a quienes el Santo Padre, poco antes, prometió oraciones.
Texto completo de la homilía
El Papa en el Jubileo Mariano: 'Sepamos agradecer a Dios como lo hizo María'
Francisco señala que es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero no siempre regresar a darle las gracias