Allí se mantuvo un minuto de silencio por las víctimas de las guerras, del terrorismo y de la violencia; se entregó un mensaje de paz que fue llevado por los niños a los presentes. Se encendió también un candelabro de la paz: el Papa lo hizo con la primera vela, después fue el rabino Brodman, la tercera la encendió el patriarca ecuménico Bartolomé I, a continuación lo hizo el jeque Abbas Shuman de la Universidad Al-Azhar y así sucesivamente los diversos líderes, que después firmaron uno a uno, un llamado de la paz.
“No tenemos armas –dijo el papa Francisco con tono sereno– creemos en cambio en la fuerza suave y humilde de la oración”. Y precisó: “En esta jornada la sed de paz se volvió invocación a Dios, para que cesen las guerras, el terrorismo y las violencias”. Señaló que si bien “diversas son nuestras tradiciones religiosas, las diferencias no son para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de fría separación”.
Y añadió que “hoy no hemos rezado unos contra los otros, como lamentablemente aveces sucedió en la historia. Sin sincretismos y sin relativismos hemos en cambio rezado unos al lado de los otros, unos por los otros”.
Allí las intervenciones fueron varias. El patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I señaló que “debemos ser capaces de interrogarnos dónde quizás nos hemos equivocado” porque “nacieron fundamentalismos que amenazan el diálogo con los otros, pero también el diálogo en el interior de cada uno de nosotros”. Y concluyó: “Tenemos que ser capaces de aislarlos, de purificarlos, a la luz de nuestras creencias, de transformarlos en riqueza para todos”.
El obispo de Asís, Domenico Sorrentino, consideró que este evento “de oración, de concordia y de paz” es “una respuesta a un mundo entristecido por tantas guerras que muchas veces de modo blasfemo y satánico, agitan estandartes religiosos”.
El custodio del Sacro Convento, el padre Mauro Gambetti, señaló que “el mundo solamente conocerá una fase de desarrollo si quien está aquí no se considera mejor que los otros y no considera la propia religión, el propio grupo de pertenencia o la propia cultura superior a la de los demás”.
El fundador de la Comunidad San Egidio, Andrea Riccardi, tras recordar las diversas jornadas de oración por la paz, aseguró que “el diálogo revela que la guerra y las incomprensiones no son invencibles. Nada se pierde con el diálogo, todo es posible con la paz”.
Una señora joven, Tamar Mikalli, cristiana de Alepo que llegó a Italia gracias a los corredores humanitarios, narró el drama de la guerra en Siria que parece infinita. “A los hombres de religión, a Su Santidad, en nombre del pueblo sirio pedimos una oración, para que la paz y el amor vuelvan rápidamente a Siria y a cada parte del mundo”.
Conmovedor también el testimonio de un rabino de Isral, David Brodman, preso en Auschwitz cuando tenía 7 años, así como la del líder musulmán Din, que explicó que su religión quiere ser de paz para el mundo, o la del líder budista japonés, Koei Morikawa.