En los Estados Unidos de América se celebró hoy la Jornada por la Vida, una multitudinaria concentración de personas con un solo lema: “¡Sí a la Vida, no al aborto! La fecha recuerda el significado --y las consecuencias--, del veredicto de la Corte Suprema de Justicia estadounidense de 1973, conocido como Roe vs. Wade, mediante el cual se inició la despenalización el aborto en dicho país norteamericano.

Con este motivo hoy por la mañana, el obispo de la Diócesis de Dallas, Kevin J. Farrell, pronunció una homilía durante la misa celebrada en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción en Washington DC. Ofrecemos a nuestros lectores el íntegro del texto.

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En nombre de Jesucristo les doy la bienvenida, el día de hoy, a todos ustedes que han venido a celebrar el regalo más grande que Dios nos otorga –el don de la vida humana– y a conmemorar con tristeza la trágica decisión, de hace 40 años, la cual ha ocasionado la muerte a más de 55 millones de niños inocentes, ciudadanos cuyos derechos no fueron respetados o defendidos. Nos reunimos en esta celebración Eucarística para agradecer a Dios el don de la vida y para orar para que cambie los corazones de quienes no respetan la vida desde el momento de la concepción hasta su final natural.

Comenzamos nuestra peregrinación con la Misa de anoche, muchos de ustedes han pasado la noche en oración y ahora es el momento de ir más allá de las puertas de esta "Casa de María" y dar testimonio al mundo entero tal como nos lo indica San Marcos en el Evangelio de hoy: "Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura" (Mc. 16,15). Cuán apropiado resulta que hoy celebremos la Conversión de San Pablo. La mayoría de nosotros, cuando pensamos en san Pablo, pensamos en el gran Apóstol, el gran predicador de la Palabra de Dios, el gran misionero, el que no tuvo miedo de pararse en el centro de Atenas y predicar la Palabra de Dios a políticos e intelectuales. Pensamos en san Pablo como quien predicó "a tiempo y a destiempo", como el apóstol que fue un gran misionero a culturas totalmente indiferentes o abiertamente hostiles al estilo de vida Cristiano, como el hombre que escribió numerosas cartas a las primeras comunidades cristianas, explicándoles la Fe, y como el gran evangelizador.

Sí, la mayoría de nosotros piensa en Pablo como un hombre lleno de celo por Cristo y su Palabra. Sin embargo, otro aspecto en la vida de Pablo es que de la misma manera que defendió las enseñanzas y dio testimonio de Jesucristo, antes de su conversión, fue igualmente tenaz persiguiendo a los seguidores de Cristo. Su odio hacia Cristo y su mensaje, antes de su conversión, estuvo en proporción directa al gran amor y celo apostólico que experimentó después de su conversión.

En este cuadragésimo aniversario de Roe vs. Wade, el ejemplo de la conversión de Pablo nos llena de gran Esperanza. Si Jesús y su Palabra pudieron cambiar el corazón de Pablo, Su Palabra puede cambiar la mente y el corazón de aquellos que no respetan la vida humana. Durante los últimos 40 años, hemos trabajado en el nombre de Jesús para liberar a nuestra nación de la trágica amenaza del aborto. Hemos logrado cierto éxito. Hoy en día, hay una disminución a nivel nacional en el número y la tasa de abortos. Más y más gente entiende que verdaderamente el niño en el vientre es un ser humano. Lamentablemente, más de un millón de niños inocentes pierden la vida cada año a causa del aborto.

Después de estos 40 años de arduo trabajo, podemos sentirnos como el "pueblo elegido" del Antiguo Testamento deambulando por el desierto durante 40 años. El Señor hizo una alianza con ellos por la que heredarían la Tierra Prometida. Sin embargo, debido a todos los contratiempos, el desánimo, el sufrimiento, el dolor y el paso del tiempo, comenzaron a perder la esperanza. Sin fe, nosotros también podemos empezar a perder la esperanza que tenemos de cambiar los corazones de quienes no creen en la santidad de la vida humana. Existe un peligro real de caer en la complacencia. Queridos hermanos y hermanas, Cristo nos ha prometido que su Palabra prevalecerá. No podemos perder la esperanza. Debemos continuar nuestra lucha por la vida en una manera positiva.

Debemos orar y debemos hacer que nuestras voces sean escuchadas para que nuestros líderes electos se den cuenta que hay muchos ciudadanos que defienden la vida. Nunca debemos darnos por vencidos... En ocasiones podemos arrodillarnos ante Dios y quejarnos como lo hicieron los apóstoles... "Señor hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada...". En su nombre tiramos las redes... y continuaremos haciéndolo sin perder la esperanza. Es importante tomar en cuenta que el cuadragésimo aniversario ocurre durante el Año de la Fe. Al anunciar este Año de la Fe, el papa Benedicto afirma que "debemos abrir nuestros corazones para ser tocados y transformados por la gracia y la Palabra de Dios" (Porta Fidei Nº1). El Año de la Fe es un llamado para que todos nosotros pongamos más "vida y energía en nuestra fe". Es tiempo de volver a comprometernos a vivir nuestra fe y vivir el Evangelio de la Vida. También es un momento para examinar la manera en la que enseñamos y predicamos la Palabra de Dios. La Nueva Evangelización es la forma en la que comunicamos el mensaje del Evangelio a nuestro prójimo.

El beato Juan Pablo II en su carta encíclica "Evangelio de la Vida" nos recuerda que "perdiendo el sentido de Dios, se tiende a perder también el sentido del hombre, de su dignidad y de su vida" (nº21). Si queremos cambiar la "cultura de la muerte" en nuestra sociedad debemos reintegrar a Dios como el centro de nuestras vidas. El poder del Evangelio es transformar la humanidad desde dentro y hacerla nueva. Como la levadura que esponja el pan, el Evangelio está destinado a impregnar todas las culturas y darles vida desde dentro, para que puedan expresar la verdad plena de la persona humana y de la vida humana. Hermanos y hermanas, en este Año de la Fe necesitamos renovar nuestro compromiso de construir una "Cultura de la Vida" en nuestras comunidades. Necesitamos re-encauzar nuestras energías.

Una "Cultura de la Vida" no es sólo un elemento de persuasión al aborto sino la respuesta a muchos de los males que aquejan nuestra sociedad actual y promoverá el respeto de toda vida humana, en cada situación, circunstancia y etapa de la vida. Una "Cultura de la Vida" nunca permitiría la violencia que impregna nuestras vidas; nunca permitiría la falta de reverencia y respeto a la dignidad de cada persona humana. Es hora de que nos enfoquemos en la necesidad de cambiar las "mentes y corazones" de las personas como lo hizo Jesús, una persona a la vez. Podemos cambiar el mundo como lo hizo Jesús, poniendo más énfasis en las enseñanzas de la Palabra de Dios, tal como estamos llamados a hacerlo en la Nueva Evangelización.

Los Apóstoles continuaron el trabajo de edificar la Iglesia en un mundo y una cultura que estaba totalmente opuesta a las enseñanzas de Jesús. Cuando el Beato Juan Pablo nos desafió a crear una "Cultura de la Vida", él sabía que muchas veces nos encontraríamos en situaciones donde las leyes civiles serían contrarias a la ley de Dios; sabía que seríamos llamados a vivir nuestra fe en culturas adversas al Evangelio; entendía que deberíamos hacer todo lo posible por cambiar las leyes o hacerlas inoperantes, creando en nuestras comunidades una cultura que instintivamente les haría rechazar dichas leyes o filosofía de vida. Este es el trabajo que el Papa Benedicto nos llama a realizar durante este Año de la Fe.

Hermanos y hermanas, debemos renovar nuestra fe y nuestro compromiso de dar testimonio del Evangelio de Cristo. No demos paso al desaliento y nunca perdamos la esperanza. Nosotros venceremos todas las dificultades y desafíos que debemos enfrentar. Jesús nos prometió que su Palabra prevalecería. Nos reunimos esta mañana en oración para que podamos ser alimentados por el pan de vida. Estamos convencidos de que nuestra voz será irresistible, porque hablaremos con el poder del amor, el amor de Jesús por la humanidad. Y, al hacerlo crearemos una "Cultura de la Vida".

En este día en que conmemoramos la conversión de San Pablo, llenémonos del celo de Pablo. Imitemos a Pedro y a Pablo y prediquemos el Evangelio aun en Roma y Atenas, incluso a quienes no quieran oírlo. Pedro y Pablo transformaron el mundo con la Palabra de Dios. Salgamos, de esta iglesia, llenos del celo de Pablo y listos para evangelizar y dar testimonio de la fe que hemos recibido. Que Dios bendiga a cada uno de ustedes.

+ Kevin J. Farrell, Obispo de Dallas