NUEVA YORK, 6 noviembre 2003 (ZENIT.org).- La Santa Sede hizo este miércoles un llamamiento a favor de una mayor justicia en el comercio internacional en el seno de las Naciones Unidas.

El encargado de hacer resonar la posición vaticana ante el comité que discutió este miércoles sobre comercio internacional y desarrollo fue el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente ante las Naciones Unidas.

«En el campo de las relaciones económicas, y concretamente, en ámbito comercial, la Santa Sede aboga por un sistema equitativo y justo, que promueva la dignidad y el desarrollo íntegro de la persona humana», aclaró ante todo.

«En ocasiones y de acuerdo con el principio de subsidiariedad, sería necesario que los gobiernos desempeñaran un papel más importante en la economía». Por eso abogó para que «la relación entre los gobiernos y los mercados sea complementaria y no competitiva o incluso antagonista»

«La política comercial debe ser organizada, de modo que contribuya al desarrollo económico sostenible --afirmó--. Por su parte, los países menos desarrollados también deben emprender las iniciativas necesarias para evitar la corrupción y las prácticas inmorales que, en el pasado, han influido negativamente en su proceso de desarrollo y en el bienestar de sus poblaciones».

Ahora bien, afirmó, «se necesita más solidaridad internacional entre todas las naciones del mundo y el abandono de los intereses de grupo que promueven objetivos egoístas, mientras se despreocupan del bien común».

«Al mismo tiempo --concluyó--, se debe poner fin a la corrupción tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, para que todos los sectores de la sociedad --ricos y pobres-- y no sólo unos pocos privilegiados, puedan beneficiarse de los frutos del comercio y de un sano desarrollo».

Al comenzar su intervención, monseñor Migliore respondió a una pregunta que con frecuencia se hace a la Iglesia: ¿por qué se pronuncia sobre estos temas en estos encuentros?

El arzobispo respondió: «el principal objetivo de la participación de la Santa Sede en reuniones internacionales es contribuir a la promoción de la dignidad del ser humano y del bien común de toda la familia humana».