CIUDAD DEL VATICANO, viernes 16 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- En la lucha contra el hambre es necesario cambiar de estilos de vida, promover el desarrollo agrícola de los países más pobres y dejar de lado privilegios y beneficios.

Así lo afirmó Benedicto XVI en el mensaje de la Jornada Mundial de la Alimentación, que lleva por tema: “Conseguir la seguridad alimentaria en tiempo de crisis”.

“El acceso al alimento es un derecho fundamental de las personas y de los pueblos”, subrayó el Papa en el mensaje enviado al Director General de la FAO, Jacques Diouf, “y por esto los gobiernos y los diversos componentes de la Comunidad internacional están llamados, especialmente frente a la actual crisis global, a “realizar elecciones determinantes y eficaces”.

Según el Sofi 2009, el Informe anual sobre el estado de la alimentación en el mundo, publicado por la FAO y por el Programa Alimentario Mundial (PAM) de la ONU, este año por primera vez el número de los hambrientos ha superado los mil millones – las cifras hablan de mil veinte millones de personas – con un aumento del 9% respecto del año pasado.

La casi totalidad de los hambrientos viven en los países en vías de desarrollo: en Asia y en el Pacífico se estima que son 642 millones; en el África subsahariana 265 millones; en América Latina y el Caribe 53 millones; en el Próximo Oriente y en el Norte de África 42 millones. Pero el número de los hambrientos han aumentado también en los países ricos del norte del mundo, donde llegan a los 15 millones.

En el curso de la última década – también antes de la actual crisis – el número de las personas malnutridas había aumentado, de modo lento pero constante. Entre 1995-97 y el 2004-06, con la bajada sustancial de las ayudas públicas al desarrollo (ODA) destinadas a la agricultura, el número de los malnutridos ha aumentado en todas las regiones, excepto en América Latina y el Caribe, si bien también en esta región la crisis económica y alimentaria han suprimido los progresos realizados.

En el mensaje, el Papa subraya que “la agricultura debe poder disponer de un nivel suficiente de inversiones y de recursos”, y que además de esto se necesitan también “una profunda solidaridad y una fraternidad y una fraternidad de amplias miras”.

"En particular – añadió citando la “Caritas in veritate” – el drama del hambre podrá ser vencido solo 'eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres mediante inversiones e infraestructuras rurales, en sistemas de irrigación, en transportes, en organizaciones de los mercados, en formación y difusión de técnicas agrícolas apropiadas, capaces de utilizar lo mejor posible los recursos humanos, naturales y socio-económicos mayormente accesibles a nivel local”.

El Papa observó también que “la consecución de estos objetivos requiere una necesaria modificación de los estilos de vida y de las formas de pensar”.

Por esto es indispensable “favorecer una cooperación que proteja los métodos de cultivo propios de cada área y evite un uso desconsiderado de los recursos naturales”, además de salvaguardar “los valores propios del mundo rural y los derechos fundamentales de los trabajadores de la tierra”.

Las soluciones técnicas, aun avanzadas, tienen poca eficacia “si no se refieren a la persona, principal protagonista que, en su dimensión espiritual y material, es el origen y fin de toda actividad”, concluyó Benedicto XVI.