ROMA, miércoles 11 julio 2012 (ZENIT.org).- A la 01:00 (hora local) del 8 julio 2012, el Divino Maestro llamó al premio eterno al religioso paulino Domenico Benedetto Spoletini. Tenía 91 años, 78 de vida paulina, 71 de profesión religiosa y 64 de sacerdocio. El padre Vincenzo Vitale traza aquí un perfil del religioso.
Don Benedetto – “Benito”, como de costumbre, todos le llamaban en lengua española – había nacido en Bellegra, Roma, el 23 de mayo de 1921. Deseaba entrar en el seminario, pero los cupos estaban llenos: providencialmente, y gracias al contacto con las Hijas de San Pablo, que iban para la difusión a su pueblo, y el conocimiento de dos paulinos de paso por la parroquia, don Benito ingresó en la congregación el 30 enero 1934, en la casa de Roma.
La primera impresión de la “casa” recuerda, en una entrevista publicada en El Cooperador Paulino (noviembre 2007): «Una gran pobreza, mucha cordialidad y de inmediato –menos de una hora después del ingreso– al trabajo, a doblar Il Giornalino en el apostolado». En Roma tuvo también la ocasión de encontrarse por primera vez con el beato Timoteo Giaccardo, que de inmediato le dejó «la sensación de conocer a un 'santo'». De aquellos años recordaba aun la presencia de los maestros y hermanos que influyeron, como “ejemplos vivientes”, sobre su formación de paulino: «En ellos -- afirma--, mirábamos el ideal encarnado del paulino. Los principios paulinos, tanto espirituales como misioneros, los recibíamos del ejemplo de los mayores y menos de las 'predicaciones'».
Al terminar el noviciado, trascurrido en Alba, emitió allí la primera profesión religiosa en 1940. Después de una profunda crisis interior, de la cual salió fortalecido en su vocación, gracias a la guía sabia y comprensiva del fundador y a un libro prestado de un amigo, que lo “salvó”, como diría más tarde, emite la profesión perpetua, en Roma, el 8 septiembre de 1945, para ser después ordenado sacerdote, en Alba, el 3 agosto de1947.
Al poco tiempo, en 1948, el fundador lo envió a Santiago de Chile, junto con don Giuseppe Spuria. En esta ciudad, donde desde hacía poco se había iniciado la casa (1947) y en la cual permanece hasta 1961, poco a poco se hizo cargo de la librería, de la cual fue director (1948-1958), de la formación de los jóvenes, de la economía e de los cooperadores paulinos.
En 1961, parte para Venezuela, donde permanece hasta 1969, desempeñándose como director del CEPLA (Centro Ediciones Latinoamericanas, después convertido en CIDEP, 1961-1967) y de los servicios de superior y ecónomo (1967-1969).
En 1969, fue llamado a Italia para participar al Capítulo especial de la Congregación (1969-1971), al cual hizo contribuciones significativas. Luego retomó los estudios en la Universidad Pontificia Lateranense (1971-1973), logrando la licenciatura, consciente de la necesidad de prepararse de la mejor manera para la misión paulina. Después de un año en Ariccia, en ese entonces sede del Centro de Espiritualidad Paulina, con el cual colaboró, fue trasladado a Albano Laziale, donde asume la dirección de Vita Pastorale (1972-1976).
En 1976, es enviado nuevamente en América, esta vez a Colombia: allí asume la dirección de las ediciones y al mismo tiempo fue consultor del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) para el sector de comunicación. Finalmente en 1982 retorna a la Provincia Argentina-Chile-Perú, en Santiago de Chile, como director de ediciones (1984-1987).
Desde 1987 se trasladó a Florida (Buenos Aires), desempeñándose como superior local y en la redacción; en 1991 retorno una vez más a Santiago del Chile, por diez años, prestando su servicio como maestro de novicios, en la redacción y en el Centro de espiritualidad. En 2001, es trasladado a Córdoba, donde se desempeñara una vez más en la redacción y continúa la obra de animación espiritual de la Familia Paulina; también presta sus servicios como superior (2005-2007).
Don Benito, pluma paulina incansable, deja numerosos libros, artículos y opúsculos, publicados en muchos países y en diversas lenguas. Pero jamás descuidó la animación espiritual, en la Familia Paulina y en los movimientos juveniles paulinos.
En 2007, en la entrevista antes citada, a la pregunta sobre qué recomendaciones daría a los jóvenes, respondió sin vacilación: «Ante todo enamorarse de la 'Casa', de la Congregación, de la Familia Paulina; sentirla como propia. No instalarse, pero vivir en plena disponibilidad a la misión. Siempre listos para cubrir los puestos que nos asignan, sin esperar ser muy preparados y sin ambicionar reconocimientos». También estaba convencido de la necesidad de una preparación cultural: «Observo con dolor y preocupación el desinterés general por el estudio, la lectura, el actualizarse… y me pregunto ¿qué contenidos trasmitirán, atreves de los medios de comunicación social, con tal deficiencia? Los medios se convertirán en juguetes y continuaremos a imprimiendo' y difundiendo lo que producen los otros, con frecuencia sin el correcto discernimiento de si se trata de cosas más o menos válidas» (carta a don Eliseo Sgarbossa, 25 enero 1983).
Los valores que creía fundamentales para una vida paulina los resumía así: «La profunda y viva convicción que el nuestro es un carisma del Espíritu dado a la Iglesia para evangelizar hoy; y que, los llamados a este servicio debemos asumirlo, con seriedad y sin esperar premios. El premio ya está en el servicio. Dios hará lo demás. Y después la oración, mucha oración, y un sincero amor a la Iglesia, 'santa y necesitada de continua conversión'. Nada ayuda tanto como el amor a ella».
Figura paulina de primera línea, activo sobre muchos frentes, firmemente convencido de la «superación de la 'parroquia particular' con la 'parroquia mundo'» y el hecho que «hoy es posible evangelizar de manera eficaz con los medios de comunicación», no dejó de seguir el ritmo del desarrollo de nuevos medios de comunicación: En primer lugar la radio y la televisión, donde participó en programas de televisión, y, no obstante la avanzada edad, se interesó en internet, redactando meditaciones cortas, como es requerido por este medio, y que llamó “Vitaminas de evangelización digital”.
Como paulino ha contribuido a tener viva la memoria carismática y histórica de la Congregación, con la investigación y incluso sus recuerdos, que presentaba no como nostálgicos recuerdos del pasado sino como memoria para “lanzarse hacia adelante”.