CIUDAD DEL VATICANO, viernes 3 de septiembre de 2010 (ZENIT.org).- Los trabajos para “desempolvar” la Capilla Sixtina concluyeron el pasado 10 de agosto, informó el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci en un artículo publicado en L'Osservatore Romano.

Desde mediados de julio, una treintena de especialistas se ha ido alternando en las paredes de esta joya artística, ”trabajando de noche porque sólo de noche la Capilla Sixtina está libre de turistas, visitas especiales y tareas de distinta clase”, señala Paolucci.

La responsable de la Oficina del Conservador en los Museos Vaticanos (Ufficio del Conservatore nei Musei Vaticani), Vittoria Cimino, ha coordinado la obra.

“Después de que los clavigeri (amos de llaves) con su eficiencia bloqueaban las puertas y pronunciaban el fatídico extra omnes, en el silencio de la noche entraban en la Sixtina los 'nuestros'”, explica Paolucci.

Han trabajado por turnos los especialistas del Laboratorio de Restauración de Pinturas y el Equipo de Mantenimiento de Antonio Maura.

Todos “han demostrado una dedicación y profesionalidad absolutamente admirable, llevada más allá de lo que en el lenguaje burocrático se llaman los 'deberes de oficio'”.

“Basta decir que la obra acabó cuatro días antes de la fecha programada”, comenta el director de los Museos Vaticanos.

Hacía cuatro años que en la Capilla Sixtina no se llevaba a cabo el delicado trabajo de quitar el polvo acumulado y sedimentado y de revisar el conjunto del estado de salud de la superficie, en la jerga, spolveratura.

“Trabajando sobre andamios metálicos montados y desmontados cada noche, suspendidos como astronautas sobre la plataforma de la “araña”, la grúa móvil y desmontable que lleva al trabajador hasta a veinte metros de altura, al alcance, con la vista y las manos, de los profetas y las sibilas de Miguel Ángel”, los restauradores han quitado “una cantidad inimaginable de polvo y de sedimentos” depositados en la Capilla durante cuatro años en los que han pasado una media de veinte mil visitantes al día.

Paolucci recuerda haber subido también a la “araña” “en estas noches romanas que me resultarán inolvidables”.

“Hacía veinte años que no tomaba contacto con la “piel” de la Sixtina -explica-; desde cuando, como director de la Oficina de las Piedras Duras y superintendente de Florencia, tuve que subir a los andamios durante la gran restauración de Fabrizio Mancinelli y de Gianluigi Colalucci”.

En aquel momento, confiesa, “furibundas polémicas” acompañaron la limpieza de la bóveda. El desacuerdo, en su opinión, “se explica por el inesperado impacto visual que un Miguel Ángel increíblemente “colorido” produjo en quien estaba habituado a verlo y sobre todo a imaginarlo en 'blanco y negro'”.

Retos actuales

Respecto a los problemas actuales, Paolucci observa que el principal está representado por la “excesiva presión humana”, “por el no tan adecuado control climático, por la eliminación insuficiente de los contaminantes”.

“Si queremos conservar la Sixtina en condiciones aceptables para las próximas generaciones, éste es el desafío que debemos vencer y es un desafío aún más arduo que el que Gianluigi Colalucci supo afrontar victoriosamente a finales del siglo pasado”, destaca.

Si “no hay y no habrá, en nuestros días, nuevos Miguel Ángel y nuevos Rafael”, señala, “podemos, sin embargo destinar, para la conservación del patrimonio, recursos de creatividad y de inteligencia no inferiores a los que los grandes han utilizado al hacer arte”.

Los recursos actuales ayudan, concluye, porque “las oportunidades ofrecidas por la ciencia y la técnica son hoy virtualmente infinitas”.