ROMA, 13 junio (ZENIT.org).- Trece proyectos de ley sobre la prostitución acumulan polvo en la Comisión de Justicia del Parlamento italiano. Otros ocho siguen la misma suerte en la comisión gemela del Senado. Para sacudir esta situación de parálisis legal sobre el tema, el padre Oreste Benzi, fundador de la comunidad «Juan XXIII», que lucha contra la prostitución y acoge a mujeres que quieren cambiar de vida, ha tocado a las puertas del Palacio Chigi, la sede del primer ministro Amato.

El sacerdote ha acudido acompañado por dos jóvenes que ha arrancado de las aceras: Natalia, moldava y Patricia, nigeriana. El primer ministro ha podido así tener información de primera mano sobre este grave problema. El sacerdote ha hablado durante tres cuartos de hora. El primer ministro lo ha escuchado atentamente y ha dicho: «Hemos comprendido. Para nosotros ha llegado la hora de actuar».

«El fenómeno de la prostitución esclavizada debe ser eliminado --ha dicho el padre Benzi-- y se puede lograr. He presentado a Amato la experiencia de la ciudad Rimini, donde desde hace dos años y medio no hay ya prostitución en la calle e incluso la de los locales se ha hecho muy difícil porque las mafias son perseguidas de modo muy simple y eficaz».

El padre Benzi explica que hay un muro de miedo que aprisiona a las jóvenes explotadas. «Temen mucho las amenazas, especialmente cuando se dirigen contra sus parientes, hasta el punto de que desean ser arrestadas. Pero la policía no lo hace. Luego hay que acompañarlas hasta la frontera: los documentos de expulsión no sirven para nada».

«Amato ha estado de acuerdo en todo --informa el sacerdote-- y nosotros le hemos reconocido que ha sido el primer jefe de gobierno que se ha expresado con fuerza y claridad». Para el sacerdote cada uno tiene su responsabilidad. La mafia, obviamente. Luego las fuerzas del orden. Pero también los clientes: «Hay que meter en la cárcel a quien abusa de menores de edad según establece la ley. Ahora bien, también deberían ser castigados los que acuden a los servicios de mujeres mayores de edad, pues son esclavas. Si se actuase simultáneamente en toda Italia, en tres o cuatro meses se acabaría la prostitución. En cambio el gobierno se gasta centenares de millones para llevar a las prostitutas preservativos y té caliente. Es una colaboración indirecta con la mafia. Las chicas no quieren ser consoladas, quieren ser liberadas».