AMSTERDAM, 26 enero 2001 (ZENIT.org).- Uno de los últimos vestigios de la estancia de «Los Peregrinos» en Holanda, antes de zarpar hacia Nueva Inglaterra, hoy EE.UU, podría ser destruido.

Una comisión real establecida al efecto ha aprobado la demolición de los restos de una iglesia del siglo XIV, según informaba ayer la agencia AP

El valor histórico del lugar es especialmente significativo para los norteamericanos cuyos ancestros están en el grupo de creyentes conocido como «Los Peregrinos». En este lugar se conserva uno de los muros de la «Onze Lieve Vrouwekerk», Iglesia de Nuestra Señora, uno de los últimos testigos de la presencia de este grupo de cristianos calvinistas en Holanda, antes de partir para el Nuevo Mundo.

«Los Peregrinos» llegaron a la ciudad holandesa de Leiden en 1609 huyendo de las persecuciones religiosas en Inglaterra, y vivieron allí casi doce años hasta que decidieron trasladarse a la costa oriental norteamericana en 1620, en la nave «Mayflower», colonizando Nueva Inglaterra. Según los registros, los antecesores del presidente Bush se casaron en esta iglesia. Entre las costumbres que llevaron estos colonos al Nuevo Mundo está la fiesta de Acción de Gracias.

Sin embargo, el Consejo de Estado holandés, presidido por la reina Beatriz, dijo el pasado miércoles que había rechazado una apelación al plan de introducir excavadoras en el terreno, para remover el muro, con el fin de poder construir un centro comercial en el centro de Leiden, a unos 50 kilómetros al sudeste de Amsterdan.

El Consejo de Estado ha determinado que las autoridades municipales de Leiden actuaron correctamente al conceder el permiso de demolición del muro. Los autores de la apelación, entre los que se incluye el Museo de los Peregrinos de Leiden, acusaron al consejo municipal de la ciudad de haber ocultado información sobre el proyecto con el fin de evitar manifestaciones públicas.

53 años después, Budapest sale en procesión en el día de su santo patrón

BUDAPEST, 21 agosto (ZENIT.org).- Cien mil personas acompañaron ayer en la tarde, por las calles de Budapest, las reliquias de San Esteban, patrón de Hungría. La última procesión de estas características se había celebrado en 1947 y había sido guiada por el heroico cardenal Mindszenty. Al año siguiente, el primado húngaro no se sometió a los dictados del partido comunista que quería reducir el recorrido. Por voluntad del cardenal, la procesión no se realizó. «Para nosotros la procesión en honor de San Esteban no es un juego», respondió el purpurado a los dirigentes del Partido. Al año siguiente, fue encarcelado.