TÁNGER, sábado, 17 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la reflexión escrita por monseñor Santiago Agrelo Martínez OFM, arzobispo de Tánger (Marruecos), sobre la última tragedia de inmigrantes de las costas africanas a Europa.

 



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Fue el 14 de octubre de 2009. En una parcela de cementerio, reservada no sé por quién para los muertos de nadie, fueron enterrados los que el mar devolvió del último naufragio en el Estrecho. Me pregunto por qué, de esa misericordia que es enterrar a los muertos, fuimos excluidos los vivos: familiares, amigos, hermanos de fe, hermanos de sufrimiento, hermanos de pan compartido. Me pregunto quién ha impuesto a la misericordia la condición de clandestina e invisible. Me pregunto si, además de enterrar a unos muertos, no se pretendió también enterrar en la misma parcela sus vidas: sus deseos, sus razones, sus derechos, sus gritos, sus sueños, su memoria, su historia.

Los muertos del último naufragio, los pocos que el mar devolvió, fueron enterrados como abortos a los que no se considera dignos, no digo ya de una oración o de una lágrima, ni siquiera de una mirada. Tal vez pretendamos ignorar a los que murieron, para olvidar a los que van a morir en el mismo camino. Tal vez para eso, para olvidar, sirvan parcelas, enterradores y silencio.

Enterrar muertos es un deber; enterrar vidas sería una infamia.

+ Fr. Santiago Agrelo Martínez

Arzobispo de Tánger

P. D. Cuando murieron, con ellos en su angustia, con Cristo en su cruz, rezamos esperanzados: "¡Oh Dios!, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder... escúchame... atiéndeme". Hoy, con ellos y con Cristo, rezamos también por quienes los crucifican y los olvidan: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen".

Inculturación de la fe y religión tradicional en África

ROMA, jueves 15 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- “El miedo y la incertidumbre caracterizan la vida de fe en muchas poblaciones africanas”: así lo afirma la Relatio post disceptationem de la II Asamblea para África del Sínodo de los Obispos en su apartado sobre el “sector socio-religioso” que analiza las relaciones entre fe y vida de los creyentes.

Miedo e incertidumbre, se afirma, producen desconfianza, autodefensa, agresividad así como el recurso a prácticas de magia y ocultismo o a intentar un sincretismo entre cristianismo y religión tradicional.

El tema de la compleja relación entre inculturación de la fe y religión tradicional fue retomado en la rueda de prensa celebrada ayer al clausurarse la primera fase de los trabajos del Sínodo.

“Venimos de lejos, estamos lejos y estamos yendo lejos: esta es la situación de la Iglesia en África”, afirmó el cardenal Njue, arzobispo de Nairobi y presidente de la Conferencia Episcopal de Kenia, respondiendo a algunas preguntas de los periodistas.

“Si queremos ser cristianos – prosiguió Njue – no podemos elegir los valores según los que caminar”. Inculturación de la fe significa “discernor qué valores de la tradición cultural africana son compatibles con el cristianismo”.

Respecto al matrimonio, “nosotros animamos a los esposos – afirmó el cardenal Théodore-Adrien Sarr, arzobispo de Dakar (Senegal) y vicepresidente del Simposio de Conferencias episcopales de África y Madagascar (SECAM) – a celebrar el matrimonio religioso, pero pedimos que se tengan en cuenta sus prácticas tradicionales, como la ceremonia en casa del padre de la novia, y verificamos que se hayan realizado antes de que vengan a la Iglesia”.

De la misma forma, “les pedimos que celebren el matrimonio civil con el compromiso de elegir, en el acto del matrimonio, la monogamia y no la poligamia. En Senegal, de hecho, donde el código civil admite ambas, si se elige una opción ya no se puede cambiar”.

Otro aspecto afrontado es el de la persistencia de las prácticas esotéricas.

“La relación con el misterio – afirmó monseñor Manuel Antonio Mendes dos Santos, obispo de Sao Tomé y Príncipe – forma parte de la cultura africana. El ateísmo, por ejemplo, en esta perspectiva, no es comprensible para un africano”.

Desde este sentido del misterio es necesario distinguir “el esoterismo, a menudo como un medio para dar respuestas a personas frágiles que tienen problemas materiales o psicológicos”. Si “se comprende la fragilidad existencial, es necesario oponerse a la pretensión de aprovecharse de ella”. Todo esto, concluyó monseñor Mendes dos Santos, nos interpela como creyentes: “¿De qué manera presentar a Cristo como hombre nuevo cuya fuerza no está determinada por la magia?”.

[Por Chiara Santomiero, traducción por Inma Álvarez]