ROMA, viernes 25 de febrero de 2011 (ZENIT.org).- “Hay un huésped inquietante que gira por Europa, es el mihilismo” que “confunde el pensamiento, borra perspectivas y horizontes”, mientas que en “ la base de la verdadera reforma de la Iglesia está la conversión personal”.

Con estas frase el cardenal Ángel Bagnasco, arzobispo de Génova y presidente de la Conferencia episcopal italiana, recordó ayer en la Pontificia universidad Salesiana en Roma diversas problemáticas relacionadas con la educación universitaria de los jóvenes.

Afirmó que “uno no debe preguntarse no tanto qué cosa puedo hacer por los jóvenes, pero cómo somos nosotros los adultos. Porque somos puntos de referencia, maestros de vida, sea con las palabras que con el testimonio de las obras”.

O sea pidió “ponerse en discusión, controlar el propio modo de ser”.  Recordó además “el desafío educativo y cómo la educación es parte de la misión de la Iglesia”.

El arzobispo de Génova quiso recordar en este centro salesiano que “la actitud de fondo de la Iglesia hacia el mundo es la simpatía, y se podría ver el misterio de la Encarnación como la simpatía de Dios hacia la humanidad herida por el pecado”.

“Es la pasión por Cristo que lleva a los creyentes a ser apasionados de la humanidad” y aquí es que se encuentra “nuestro principio de base para servir el mundo”. Pero si esta motivación se debilita y pesan las dificultades, se pierde “la motivación para ser la sal y luz de la historia”.

Por esto, dijo el purpurado, “el Santo Padre no se cansa nunca, y nos exhorta a no quitar nuestra mirada del rostro de Cristo”.

En esta universidad, Bagnasco recordó que el tema de la educación apasiona a todos, si bien hoy asume características más arduas, al punto tal que el Papa habla de una “emergencia educativa” en la cual “corremos el riesgo de transformarnos como los antiguos paganos: hombres sin Dios”, como escribía el apóstol Pablo a los cristianos de Efeso”.

Pero la dificultad más profunda en favor de una verdadera labor educativa es, en su opinión, porque “en la raíz de la crisis de la educación hay una desconfianza en la vida”.

Si bien hay otro factor, precisó el arzobispo de Génova, porque la crisis de la educación “parte de un enflaquecimiento de la razón” al punto que “hay un huésped inquietante que gira por Europa, es el nihilismo” que borra perspectivas y horizontes”.

“Sobre qué es el nihilismo Nietzsche nos responde: Que los valores supremos pierdan valor”, añadió.

Ante un auditorio abarrotado de público, el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana indicó que “sobre esta posición sin defensas, se concentra en fuego cruzado dde los intereses más diversos, económicos, comerciales e ideológicos”.

“El resultado interior es una emotividad que respecto a los tiempos pasados es mucho más  invasora e incontrolada, a la que corresponde un espacio de reflexión mucho más modesto, hasta cristalizar la no distinción entre inteligencia e impresionabilidad”.

El cardenal Bagnasco citó a Maritain, y recordó que “los jóvenes espera más: su corazón no invoca el mal en la vida, por el contrario mira y aspira más allá con la esperanza innata que la aventura de la vida sea prometedora y llena de sol, rica de significados, digna de ser vivida dejando algo mejor y más grande”.

¿Quién soy?

Retomando las palabras de Benedicto XVI en su viaje en Inglaterra, el cardenal recordó que la disciplinas científicas “no pueden satisfacer los deseos más profundos del corazón humano, ni explicarnos plenamente nuestro origen y nuestro destino, por qué motivo y finalidad existimos, ni puede darnos una respuesta exhaustiva a la pregunta: ¿Por qué motivo existe algo, y no la nada?”.

En esta situación  dijo “en el sector educativo – afirmaba  Benedicto XVI – la Iglesia tiene mucho por hacer en tema de  formación” y como “el problema de la emergencia educativa es común en todo occidente: aquí la Iglesia tiene que actualizar, concretizar, abrir para el futuro su gran herencia”.

Y recordó que “cada padre delante a su hijo y así como cada educador delante al joven tiene que preguntarse no qué puedo hacer por él, sino quien son yo”.

A este punto el purpurado presentó cinco puntos para la educación de los jóvenes: educarlos a hacer preguntas; a la verdad; a la razón , a lo humano y a la fe razonada”.

El cardenal Bagnasco agregó que “la cuestión de los llamados valores no negociables, con todo lo que acarrea, demarca esta línea de confín, este umbral más allá del cual el hombre se pierde y la sociedad se vuelve deshumana. No ser plenamente conscientes de lo que está en juego, y no estar con la razón de la razón confirmada e iluminada por la fe significaría un grave pecado de omisión hacia Dios y hacia el hombre”.

Y como “la conocida expresión – cultura de la vida y cultura de la muerte – no es una expresión literaria usada por el Magisterio por su fuerza sugestiva, sino que describe lúcidamente la realidad que vivimos: se trata del futuro del hombre. Dimensionar o silenciar, no tomar en mano, con decisión  y gran empeño la cuestión, sería faltar a la cita a la que el Señor nos llama”.

Respondiendo a algunas preguntas de los profesores de la Universidad, Bagnasco recordó que “el centro del problema al cual el Santo Padre nos llama constantemente, es que la base de la reforma de la Iglesia es la conversión personal”.