(ZENIT Noticias / Columbus, 21.11.2024).- En un movimiento innovador que vincula las tradiciones antiguas con las necesidades espirituales modernas, la diócesis de Columbus, Ohio, ha inaugurado el “Ordo Viduarum” (Orden de las Viudas), infundiendo nueva vida a una vocación que se remonta a la Iglesia primitiva. Esta iniciativa ofrece a las mujeres católicas viudas un camino profundo para profundizar su fe y abrazar una vida de oración y servicio.
Seis viudas se han embarcado en este viaje sagrado, marcando un hito en la exploración de la Iglesia Católica de los EE. UU. de cómo honrar y canalizar las contribuciones únicas de las mujeres que han experimentado la pérdida de un cónyuge.
Reviviendo una antigua vocación
Si bien el concepto de una Orden de Viudas puede parecer novedoso, sus orígenes están profundamente arraigados en las prácticas bíblicas y cristianas primitivas. Los escritos del apóstol Pablo en 1 Timoteo describen los criterios para ese papel: edad, fidelidad a un matrimonio y reputación de buenas obras. Históricamente, las viudas eran vistas como anclas espirituales dentro de sus comunidades, dedicándose a la oración intercesora, al ministerio de los enfermos y a la tutoría de mujeres más jóvenes.
Sin embargo, en la Edad Media, el papel se había desvanecido y las viudas encontraron menos formas institucionalizadas de expresar su llamado espiritual. Ahora, el obispo Earl Fernandes de Columbus ha revivido esta antigua tradición con un decreto formal, convirtiendo a la diócesis en pionera en el reconocimiento de la vocación espiritual de las viudas por parte de la Iglesia moderna.
Un camino hacia el servicio sagrado
Las seis mujeres que actualmente disciernen su vocación en la Orden de las Viudas representan diversos orígenes, pero comparten un anhelo común de servir a Dios tras una profunda pérdida personal. Cecilia Cortes-Peck, una de las participantes, describe su viaje como un testimonio de la divina providencia. “Dios está convirtiendo mi dolor en alegría”, dijo Cortes-Peck, quien perdió a su esposo en 2011 y a su único hijo seis años después.
El proceso de formación, dirigido por el padre dominico Paul Keller, durará al menos dos años. El programa integra educación teológica, dirección espiritual y estudios bíblicos, con énfasis en el papel de las viudas en las Escrituras y la historia de la Iglesia. Las mujeres seguirán viviendo en sus hogares, pero se dedicarán a una vida marcada por la oración, el servicio y la participación sacramental.
Su consagración, una vez completada, incluye una renovación simbólica de sus votos matrimoniales, no con su cónyuge terrenal sino con Cristo. Como parte del rito, sus anillos de boda serán bendecidos nuevamente, lo que significa su unión con lo divino.
Un testimonio de esperanza y dedicación
El padre Keller ve esta iniciativa como una renovación espiritual y un testimonio del valor a menudo subestimado de las viudas dentro de la Iglesia. “Estas mujeres son servidoras extraordinarias que quieren canalizar sus vidas hacia algo profundamente significativo después de experimentar una pérdida”, comentó.
El énfasis del programa en el servicio contemplativo y activo resalta el equilibrio que estas mujeres lograrán. Se dedicarán a orar por la diócesis, apoyar a sus parroquias y realizar actos de misericordia. El obispo también puede asignar tareas específicas que se alineen con sus talentos, integrando aún más su ministerio en la vida de la Iglesia.
Una visión más amplia para la Iglesia
Si bien existen órdenes similares en partes de Europa, la diócesis de Columbus parece ser la primera en los Estados Unidos en establecer formalmente una comunidad de este tipo. Esta iniciativa puede inspirar a otras diócesis a reconsiderar cómo involucran a las mujeres viudas en sus caminos de fe.
La medida también resuena con la visión del Papa San Juan Pablo II, quien en “Vita Consecrata” alentó a las viudas a ver su estado de vida como una oportunidad única para la consagración.
A medida que estas seis mujeres abren el camino, su ejemplo puede abrir puertas para muchas otras que buscan transformar el dolor en una vocación de amor y servicio. Para Cortes-Peck y sus compañeras, el viaje recién comienza. “El plan de Dios es perfecto”, dijo, reflexionando sobre su discernimiento.
Con su fe como base y un propósito renovado que guía sus pasos, estas viudas recuerdan al mundo que incluso en la pérdida, la vida puede florecer de nuevo.
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