CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 19 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Para Benedicto XVI la laicidad significa «distinción sana» entre los poderes, no oposición.
El pontífice afrontó la cuestión al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Francia ante la Santa Sede, Bernard Kessedjian (1943), quien hasta ahora era representante permanente de Francia ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra.
El mismo obispo de Roma hizo referencia en el discurso que dirigió en francés al centenario que se cumplió el 9 de diciembre pasado de la ley que instituyó en Francia la separación entre las Iglesias y el Estado.
Con ese motivo, Juan Pablo II dedicó una de sus últimas cartas, fechada el 11 de febrero, dirigida a los obispos de Francia a ofrecer la visión de la Iglesia sobre el principio de laicidad (Cf. Carta con ocasión del centenario de la ley de separación entre Estado e Iglesias).
Benedicto XVI, en el discurso que dirigió al representante del presidente Jacques Chirac, inspirándose en aquella misiva de su predecesor aclaró que «el principio de laicidad consiste en una distinción sana de los poderes, que no es ni mucho menos una oposición y que no excluye a la Iglesia de una participación aún más activa en la vida de la sociedad, en el respeto de las competencias de cada uno».
Según el Papa, «una concepción así debe promover aún más la autonomía de la Iglesia, tanto en su organización como en su misión».
Por este motivo, consideró «muy positivo el que se den encuentro de instancias de diálogo entre la Iglesia y las autoridades civiles, a todos los niveles».
«Estoy seguro de que esto permitirá hacer que contribuyan al bien de los ciudadanos todas la fuerzas comprometidas y que dará frutos en la vida social», aseguró.