CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 22 agosto 2007 (ZENIT.org).- La oración es «el encuentro de la sed de Dios con nuestra sed», considera Benedicto XVI.
«Dios tiene sed de que tengamos sed de Él», aclaró al recoger en la audiencia general de este miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, las enseñazas que dejó san Gregorio Nacianceno (330-390): la oración y la caridad.
Es la segunda catequesis que Benedicto XVI dedica a este doctor de la Iglesia, conocido por cristianos orientales como «el teólogo», por la profundidad de su doctrina y el encanto de su elocuencia.
El 8 de agosto pasado ya había dedicado su meditación a trazar un perfil biográfico de este doctor de la Iglesia (Cf. «Benedicto XVI presenta un retrato de san Gregorio Nacianceno»), quien fue obispo de Constantinopla y Nacianzo, así como uno de los grandes poetas de su época (escribió «¡casi 18.000 versos!», exclamó el mismo Papa.
La oración
«Gregorio nos enseña, ante todo, la importancia y la necesidad de la oración», explicó el Papa tras haber repasado junto a los miles de peregrinos congregados en el Aula Pablo VI del Vaticano algunos de sus cautivadores escritos sobre la Trinidad.
El obispo de Nacianzo decía: «es necesario acordarse de Dios con más frecuencia de lo que respiramos», pues, como dijo el pontífice, «la oración es el encuentro de la sed de Dios con nuestra sed».
«En la oración, tenemos que dirigir nuestro corazón a Dios para entregarnos a Él como ofrenda que debe ser purificada y transformada», siguió explicando.
«En la oración –añadió–, vemos todo a la luz de Cristo, dejamos caer nuestras máscaras y nos sumergimos en la verdad y en la escucha de Dios, alimentando el fuego del amor».
Gregorio, recordó el obispo de Roma, «sintió necesidad de acercarse a Dios para superar el cansancio de su propio yo».
«Experimentó el empuje del alma, la vivacidad de un espíritu sensible y la instabilidad de la felicidad efímera. Para él, en el drama de una vida sobre la que pesaba la conciencia de su propia debilidad y de su propia miseria, siempre fue más fuerte la experiencia del amor de Dios».
«Tienes una tarea –nos dice san Gregorio también a nosotros–, la tarea de encontrar la verdadera luz, de encontrar la verdadera altura de tu vida. Y tu vida consiste en encontrarte con Dios, que tiene sed de nuestra sed», dijo.
La caridad
La otra lección que Benedicto XVI sacó de Gregorio Nacianceno fue la caridad, el amor a los necesitados.
Refiriéndose a los enfermos y a las personas que atraviesan dificultades, decía el santo obispo: «Esta es la única salvación para nuestra carne y nuestra alma: la caridad hacia ellos».
«Gregorio subraya que el hombre tiene que imitar la bondad y el amor de Dios», explicó el Papa.
«Si estás sano y eres rico, alivia la necesidad de quien está enfermo y es pobre; si no has caído, ayuda a quien ha caído y vive en el sufrimiento; si estás contento, consuela a quien está triste; si eres afortunado, ayuda a quien ha sido mordido por la desventura», escribía san Gregorio.
Y concluía con gran atrevimiento: «conviértete en Dios para el desventurado, imitando la misericordia de Dios».
Con su intervención, Benedicto XVI ha continuado la serie de meditaciones sobre las figuras más destacadas de los orígenes de la Iglesia que viene ofreciendo en sus encuentros semanales con los peregrinos de los miércoles.