CASTEL GANDOLFO, domingo, 30 septiembre 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI pidió este domingo a los pueblos opulentos que escuchen el grito que llega de los países que viven en el hambre.

La petición del Santo Padre fue escuchada por los peregrinos congregados en la residencia pontificia de Castel Gandolfo con los que reflexionó sobre el pasaje evangélico de la liturgia dominical: la parábola del rico epulón y del pobre Lázaro que come las migajas que caen de la mesa.

El Papa ofreció una «interpretación en clave social» citando la lectura de este pasaje que hizo hace cuarenta años el Papa Pablo VI en la encíclica «Populorum progressio».

En aquel documento, el Papa Giovanni Battista Montini escribía: «los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos».

Benedicto XVI, que según confirmó en julio el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, esta escribiendo una encíclica de carácter social, considera que aquel llamamiento «sigue conservando hoy toda su urgencia».

«No podemos decir que no conocemos el camino que hay que recorrer: tenemos la Ley y los profetas, nos dice Jesús en el Evangelio. Quien no quiere escucharlos, no cambiaría aunque volviera alguien de entre los muertos para advertirle», constató.

El Papa presentó el objetivo que ya había sido descrito por Pablo VI en su encíclica: «Se trata de construir un mundo en el que cada hombre… pueda vivir una vida plenamente humana…, en el que el pobre Lázaro pueda sentarse en la misma mesa del rico».

«¿Cómo no pensar en este momento especialmente en los países del África subsahariana, afectados en días pasados por graves inundaciones?», se preguntó.

«Pero tampoco podemos olvidar a otras muchas situaciones de emergencia humanitaria en diferentes regiones del planeta --añadió--, en las que los conflictos por el poder político y económico agravan realidades de sufrimiento ambiental que ya de por sí son duras».

En su meditación, el Papa explicó que Lázaro, abreviación de Eleazar, significa: «Dios le ayuda».

«A quien han olvidado todos, Dios no le olvida; quien no vale nada ante los ojos de los hombres, es precioso ante los del Señor», recalcó.