Mensaje del cardenal Rivera a la mexicana expulsada de los Estados Unidos

MÉXICO, jueves, 30 agosto 2007 (ZENIT.org).- El arzobispo de México, cardenal Norberto Rivera Carrera, envió un mensaje de solidaridad a la mexicana Elvira Arellano, deportada días pasados de los Estados Unidos.

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Elvira Arellano, cuyo pequeño hijo Saúl nació en Estados Unidos, por lo tanto es ciudadano norteamericano, estuvo refugiada un año en un templo evangélico en Chicago para protestar por la posible expulsión, que implicaría la separación de su hijo, hasta que recientemente decidió salir del templo para participar de una manifestación a favor de los inmigrantes.

Pocas horas después la madre mexicana fue arrestada y expulsada a México por las autoridades de inmigración.

En la carta el cardenal manifiesta su «solidaridad ante la difícil situación que enfrentó por su condición de inmigrante ilegal, que la llevó a ser deportada y separada de su hijo Saúl».

El purpurado le dice que está a su disposición para «ayudarla en todo lo que pueda, tanto para que no se separe de su hijo, como para que se respeten sus derechos humanos y pueda tener un trabajo digno que le permita cumplir con su vocación de madre».

«Que Santa María de Guadalupe y San Juan Diego le den fortaleza y sienta su amorosa presencia y protección en estos momentos dolorosos, y que la causa por la que usted lucha se vea alentada por la esperanza de alcanzar la justicia que a todos es debida», finaliza el mensaje.

Por su parte, el responsable de la Pastoral de la Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano, monseñor Rafael Romo Muñoz, arzobispo de Tijuana, emitió un comunicado sobre el mismo caso, en el que dice que «hoy somos testigos de una deportación a una mujer mexicana que estuvo luchando por buscar una reunificación familiar como indocumentada. Un caso como éste tiene que ser público para despertarnos y recordar la situación injusta que viven los migrantes en los países que se desarrollan por su fuerza laboral».

El mensaje señala que en esta misma situación se encuentran otros hombres y mujeres que, en silencio o escondidos, son obligados a vivir en la oscuridad del país que se beneficia y crece por la mano de obra barata y la fuerza laboral.

«No son solamente ellos los lastimados sino toda la Iglesia, toda la familia de Dios que se ve violentada en lo más sagrado que tiene: la persona misma y la integración familiar», agrega.

«Seamos portadores de la Vida y de la Esperanza. Como tal, vivamos con los migrantes que acogemos y que servimos en nuestro amado país», concluye.

Elvira Arellano estuvo, también, refugiada en Los Ángeles, en el templo católico de «La Villita, Olvera», principal centro de reunión de los católicos de origen mexicano que habitan esa ciudad. El párroco de la misma ha organizado protestas multitudinarias a favor de la justicia para Elvira Arellano.

Se ha convertido en la punta de lanza de las demandas hispanas de reconocimiento a los derechos de los trabajadores inmigrantes. De esto se ha hecho eco la reciente carta del obispo de Brooklyn, Nicholas Di Marzio, presidente del Comité de Políticas Internas de la Conferencia del Episcopado de Estados Unidos, con motivo del Día del Trabajo, 3 de septiembre (Cf. Zenit, 29 de agosto de 2007)

Elvira Arellano ya fue recibida y respaldada en su lucha por obtener la naturalización estadounidense por el presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa. Tras su entrevista, Elvira Arellano afirmó que no vuelve a Estados Unidos hasta que se le dé un estatus legal.

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ZENIT Staff

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