FLORENCIA, martes, 1 abril 2008 (ZENIT.org).- Ha sido beatificada este domingo 30 de marzo en Florencia la madre Celestina de la Madre de Dios, en el siglo Maria Anna Donati (1848-1925), fundadora de la Congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz.
Su ejemplo, recordó el cardenal portugués José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que presidió la celebración, es especialmente válido en nuestra época, en la que «no es siempre fácil creer, porque son muchas las insidias que la vida nos presenta, las pruebas, las dificultades que a veces parecen insuperables».
A veces, admitió, «tememos que Jesús sea casi un ‘fantasma', que no esté vivo y presente», pero la comunidad cristiana «se construye en torno a Jesús vivo y presente, crucificado y resucitado».
La nueva beata nació en San Lorenzo de Marradi, en la provincia de Florencia. A la edad de 41 años, con otras cuatro compañeras, pudo realizar el proyecto al cual se sentía llamada por Dios: consagrarse totalmente al Señor y dedicarse al servicio de las niñas más pobres y necesitadas.
Siguiendo los ideales educativos y la espiritualidad de San José de Calasanz, llamó a la nueva congregación de mujeres que se reunieron alrededor de ella «Hijas Pobres de San José de Calasanz» que hoy todos llaman simplemente «Calasancianas».
En este tiempo pascual, observó el cardenal, «deberíamos lograr hacer nuestra vida personal y la de nuestras comunidades --familia, parroquia, diócesis, congregación-- todavía más misionera».
También para lograr mejor este objetivo la Iglesia ofrece «el auxilio» de eventos como la beatificación de la madre Celestina, que «con su ejemplo y su intercesión puede impulsarnos más adelante en este camino del compromiso en la vida cristiana».
«La Iglesia, en efecto, es el lugar en el que la historia del Resucitado es relatada no como una hermosa fábula sino como una historia que ha seguido desarrollándose a través de sus testigos, los cuales, con la fuerza del Espíritu, han sabido evangelizar el amor de Cristo entre los hermanos», constató.
La madre Celestina, recordó el prefecto del dicasterio vaticano, «se consagró totalmente al Señor, dedicándose al servicio de las niñas más pobres y necesitadas de cuidados, fundando para esto la nueva Congregación de religiosas, hoy conocidas como Calasancias».
«Supo unir contemplación y acción: vivió con profunda intensidad la devoción a Jesús Crucificado y fue ardiente apóstol de la adoración perpetua de la Eucaristía», «guiada por un amor exquisitamente materno, en su obra pedagógica, hecho de humildad, delicadeza y ternura».
El cardenal Saraiva Martins recordó que la religiosa decía a menudo a sus hijas: «Veneremos en las niñas la infancia de Jesús».
«Mirando a la beata Celestina y a la valiosa herencia que nos deja, a través de las obras de sus religiosas, seguimos creyendo que también en nuestro tiempo educar en el bien es posible, mas aún se trata de una pasión que, tras el ejemplo de la beata madre Donati, debemos llevar en el corazón, una empresa común a la que cada uno está llamado a aportar su propia contribución», añadió el purpurado.
La herencia de la nueva beata, «guía y estímulo en nuestro camino hacia el futuro», es la invitación a «obrar lo mejor posible en el vasto y articulado campo de la educación y de la formación de la persona», «recordando siempre lo que nos enseña el Santo Padre, en la última encíclica Spe Salvi, que el ‘alma de la educación, como de la vida entera, puede ser sólo una esperanza fiable'».
«La beatificación de la madre Donati es, en sustancia, una cálida invitación a poner en Dios nuestra esperanza, a confirmarnos en la certeza de que sólo Él es ‘la esperanza que resiste a todas las desilusiones; sólo su amor no puede ser destruido por la muerte'», concluyó el purpurado.
Traducido del italiano por Nieves San Martín