Los pobres de la noche barcelonesa tienen ángeles custodios

Los Jóvenes de San José les llevan comida, trabajo y evangelio

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BARCELONA, miércoles, 2 abril 2008 (ZENIT.org).- Desde hace unos meses, un grupo de jóvenes de entre 15 y 20 años recorre las noches de los sábados las calles de Barcelona, España, atendiendo a los indigentes, dándoles de comer, ayudándoles a introducirse en la vida laboral y llevándoles la buena noticia del Evangelio. Son los Jóvenes de San José.

Se trata de un grupo de jóvenes nacidos del seno de la Unión Seglar de San Antonio María Claret, fundada por el padre José María Alba Cereceda, SJ –explica a Zenit Marcos Vera Pérez, organizador de Jóvenes de San José–, «atendiendo a la enseñanza evangélica de ayudar al prójimo en sus necesidades, pero ayudarle con visión sobrenatural, con aquella visión que nos enseña San Mateo en el capítulo 25 de su evangelio ‘tuve hambre y me disteis de comer’, sabiendo que lo que hacemos a cualquiera de estos pequeños a Él se lo hacemos.

Esta obra apostólica se propone tres objetivos, informa Vera. En primer lugar, «saciar el hambre de los pobres que viven en las calles de Barcelona, por lo menos una vez a la semana». Los jóvenes salen los sábados por la noche de 21:00 a 02:00 de la mañana.

En segundo lugar, «ayudar a estos indigentes a introducirse en el mundo laboral, a buscarles un empleo digno, que les permite desarrollar una vida lo más normal posible».

Y, en tercer lugar, «predicar el Evangelio a estas gentes que viven alejadas de todo el mundo. Hablarles de Dios, decirles que Él los ama y que no se olvida de ellos».

«Nos mostramos así como instrumentos inútiles del amor siempre misericordioso de Dios –explica Marcos Vera–, para conseguir eso, pues la boca habla de lo que hay en el corazón, procuramos llevar una vida de piedad y oración».

Los Jóvenes de San José es un pequeño grupo de treinta jóvenes todos ellos entre 15 y 20 años de edad «que se pasan las noches, que todos utilizan para ir de fiesta y pasarlo bien, de los sábados en hacer esta obra que tanto necesita nuestra ciudad», añade Marcos.

Según fuentes oficiales la cifra de sin-techo que hay en Barcelona ronda las 800 personas. Con estas salidas los Jóvenes de San José están logrando dar de cenar a unas cien personas aproximadamente.

«Nosotros procuramos llevar a las calles de Barcelona la devoción a la Virgen Santa María por eso les ofrecemos el escapulario a todas aquellas personas con las que nos cruzamos en nuestra ruta, parece increíble el gran número de personas que acepta este obsequio», comenta Marcos.

Nuestro padre fundador el padre José María Alba «siempre nos animaba a hacer ‘más, más y más por Cristo, por María y por España’, por eso en uno de sus últimos escritos nos decía que debíamos ser ‘comunidades de amor’».

El padre Alba, fue fundador de la pía unión Sociedad Misionera de Cristo Rey, que dirige un colegio en el pequeño pueblo de Sentmenat, varias iglesias de la diócesis de Cuenca, y tiene una pequeña misión en Chosica (Perú), que aspira a formar jóvenes coherentes con el evangelio.

Pero la obra del padre Alba, fallecido en 2001, no acaba aquí, explica Marcos Vera, «cientos de familias se han tomado la santidad como un deber primario gracias a su predicación, son muchos los jóvenes e incluso los niños que asisten a los turnos de adoración nocturna que el fundó, que son más de catorce». 

Marcos relata que dos mendigos les pidieron un saco de dormir y no tenían medios para procurárselos. Les animaron a que lo pidieran a la Virgen. Poco antes de volver a salir, un sacerdote les entregó un saco de dormir que le había entregado una feligresa y, por la noche, ya en la calle, una mujer se les acercó ofreciéndoles otro.

«A partir de esa noche estos dos buenos hombres -concluye Marcos–, que aman, porque rezan a la Virgen María tienen sus sacos de dormir. Y ahora, gracias a estos pobres instrumentos que somos nosotros, los Jóvenes de San José podemos decir que hay dos personas más en Barcelona, que saben, porque lo han vivido, porque lo han experimentado que ninguno de los que acuden a la Reina del Cielo y de la Tierra implorando su asistencia y reclamando su socorro, haya sido abandonado de ella».

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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