Pobreza y hambre son una «ofensa a la dignidad humana», denuncia la Iglesia en la ONU

Dijo el observador vaticano en la Asamblea General

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NUEVA YORK, lunes, 7 abril 2008 (ZENIT.org).- La pobreza y el hambre son «una ofensa a la dignidad humana», ha explicado la Santa Sede ante las Naciones Unidas.

El arzobispo Celestino Migliore, nuncio apostólico y observador permanente vaticano, intervino el día 4 de abril en Nueva York, en la 62 sesión de la Asamblea General de la ONU, durante el debate sobre el tema «Reconocer los éxitos, afrontar los desafíos y recuperar el rumbo para el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio en 2015».

En su discurso, el arzobispo recordó que se está ya a mitad de camino desde cuando, en el año 2000, jefes de Estado y de Gobierno se pusieron de acuerdo sobre «una serie ambiciosa pero necesaria de objetivos para el desarrollo global a alcanzar en 2015».

Si mucho se ha hecho para lograr estos fines, reconoce, «la extrema pobreza, el hambre, el analfabetismo y la falta de la más fundamental asistencia sanitaria están todavía muy extendidas, e incluso empeoran en algunas regiones».

Autorizados estudios, explicó, demuestran que a pesar del notable crecimiento económico en muchos países en vías de desarrollo, el objetivo global de reducir el hambre y la pobreza «ha permanecido inalcanzable».

La Santa Sede, recordó el representante del Papa, sigue estando activamente empeñada en aliviar estos problemas, «que son una ofensa a la dignidad humana» y «no dejará de subrayar tales necesidades fundamentales, de modo que permanezcan en el centro de la atención internacional y sean afrontadas como una cuestión de justicia social».

En este sentido, la delegación vaticana considera necesaria «una mayor solidaridad internacional si se quiere lograr limitar la creciente brecha entre los países ricos y los pobres, y entre los individuos dentro de los países».

Aún reconociendo la importancia de las ayudas, el arzobispo Migliore subrayó que es «todavía más decisivo» un «sistema comercial internacional más justo», también afrontando las prácticas que distorsionan el mercado yendo a perjudicar a las economías más frágiles.

Es por tanto fundamental, explicó, «revisar los mecanismos comerciales y financieros por un lado, y poner fin al mal gobierno y a los conflictos intestinos por otro».

El arzobispo no omitió los progresos obtenidos hasta este momento, citando aquellos para lograr el acceso universal a la educación primaria, aunque 58 países podrían no conseguir el objetivo en 2015.

La educación, constató, «está en la base de todos los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)» y «es el instrumento más eficaz para hacer que los hombres y mujeres puedan lograr una mayor libertad social, económica y política».

«Los gobiernos y la sociedad civil, el sector privado y el público, los padres y los educadores deben invertir en la educación de las generaciones futuras para prepararlas a afrontar los desafíos de una sociedad cada vez más globalizada».

En especial, debe realizarse todo esfuerzo para dar las mismas posibilidades de educación a chicos y chicas, asegurando además que ningún niño sea marginado «por razones puramente económicas y sociales».

Desde este punto de vista, recordó que «miles de instituciones educativas de la Iglesia católica están situadas en las ciudades más degradadas y en aldeas remotas, en la periferia de las grandes metrópolis y en lugares en los que los niños están obligados a trabajar para sobrevivir».

El prelado subrayó que también los ODM ligados a la cuestión de la salud exigen una «acción colectiva».

A pesar de los progresos en la reducción de la mortalidad infantil, denunció, no se ha hecho mucho por la salud de las madres y para combatir el vih/sida, malaria y tuberculosis, sobre todo por falta de recursos y de acceso también a los servicios sanitarios fundamentales.

Por esto, el nuncio aseguró que la Santa Sede, a través de sus instituciones, «seguirá proporcionando asistencia sanitaria de base, con una opción preferencial por los sectores de la sociedad más marginados».

Recordando que 2008 marca el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el prelado indicó que en la base tanto de este importante documento como de los ODM está «el objetivo de un futuro mejor para todos».

«Más que conversaciones y cumbres, el logro de este objetivo exige empeño y acción concreta -declaró–. Nuestra lucha global contra la pobreza extrema, el hambre, el analfabetismo y las enfermedades no es simplemente un acto de generosidad y altruismo: es una conditio sine qua non para un futuro mejor en un mundo más justo para todos».

Por Roberta Sciamplicotti, traducido por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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