DUCHAMBÉ, martes, 8 abril 2008 (ZENIT.org).- El segundo domingo de la pascua, día en que se celebra la fiesta de la Divina Misericordia, fueron entronizadas dos imágenes de la Divina Misericordia en la Misión sui iuris de Tayikistán.
El superior de la Misión, el padre Carlos Ávila VE, afirmó que «es la predicación más concreta de que el amor vence al odio».
En la solemne ceremonia participaron, además del superior de la Misión, dos sacerdotes también pertenecientes al Instituto del Verbo Encarnado, Ezequiel Ayala VE, párroco de San José, y Pedro López VE, párroco de San Roque.
Asimismo participaron las religiosas de los Institutos «Servidoras del Señor y de la Virgen de Matara», y «de la Caridad», más conocidas como las hermanas de la Madre Teresa y, por supuesto, los fieles de ambas parroquias.
«De ahora en adelante –explica a Zenit el superior de la Misión, el padre Carlos Ávila–, la pequeña comunidad de fieles católicos de Tayikistán podrán acercarse a Jesús Misericordioso, con más confianza y entusiasmo».
«En efecto –añade el padre Ávila–, esta devoción que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, nos invita a que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones, puesto que, «la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil» (Diario, 742). Una afirmación de nuestro Señor, que es de suma importancia para la misión ad gentes, en estas tierras del Asia Central, donde las raíces del cristianismo se remontan a los primeros siglos».
Como preparación y para celebrar apropiadamente esta festividad –explica el superior de la Misión–, «hemos comenzado con el rezo de la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia; también se ha repartido material, donde se explica, la esencia de la devoción a la Divina Misericordia».
El padre Carlos Ávila considera que «es una enorme gracia, para cada uno de nosotros, sobre todo el poder participar en la propagación de la devoción a la Divina Misericordia entre los hombres del mundo actual, donde podemos percibir no sólo una pérdida del sentido del pecado, sino también una gran falta de fe y esperanza, en la Misericordia de Dios hacia los hombres, en especial con los más pecadores».
«La devoción a la Divina Misericordia –concluye–, es la predicación más concreta, real y efectiva, de que la gracia es más fuerte que el pecado, y de que el amor vence al odio».
Por Nieves San Martín
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